El Museo La Tertulia en Cali se ha convertido en los últimos años en uno de los museos de arte más originales e importantes de Colombia. Contemporary And América Latina (C&AL) habló con su curador, Alejandro Martín, sobre la relación del museo con las comunidades locales, la historia de la ciudad y la memoria oral de los afrocolombianos.
Museo La Tertulia, Cali. Cortesía de Museo La Tertulia.
Acción Errorista, marcha del colectivo argentino Etcétera durante el proyeto Carretera al mar, agosto 2018. Foto © Ricardo Delgado/Goethe-Institut.
Visitantes del Museo La Tertulia. Cortesía de Museo la Tertulia.
C&AL: El Museo La Tertulia coopera regularmente con las comunidades más pobres de Cali. ¿Esto es una prioridad y un enfoque centrales del trabajo del museo?
Alejandro Martín: Para dar un poco de contexto, La Tertulia es un museo fundado hace sesenta años, que exhibe arte moderno y contemporáneo colombiano y latinoamericano, y que ha trabajado siempre de la mano de las instituciones locales y de los artistas de la región. Como parte de nuestra labor como museo, ha resultado muy importante la construcción de ciudad y de la idea de ciudadanía, en relación con las comunidades. Un proyecto reciente (agosto 2018) trajo a La Tertulia los objetos recogidos por el Museo Popular de Siloé, presentando su proceso de construcción de memoria de Siloé, uno de los barrios más estigmatizados de Cali.
En el programa Museo + Escuela, que es central dentro de la labor educativa del Museo, trabajamos de la mano de artistas de Cali con escuelas públicas de la ciudad. En otro proyecto, Radiar memorias. Diálogos con el Carare (2017), examinamos la historia de la famosa “Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare” (ATCC). Esta organización estableció en los violentos años ochenta, en la región de Carare, departamento de Santander, un diálogo con todas las partes del conflicto armado, buscando crear la paz.
C&AL: Además, las voces de las víctimas del conflicto armado colombiano se escuchan con frecuencia en el Museo, como sucedió en 2018 con el proyecto El futuro de la memoria – Carretera al mar, iniciado y organizado por el Goethe-Institut. Entre otras cosas, el proyecto quería examinar la memoria de la violencia en la zona del Pacífico colombiano.
AM: El proyecto del Goethe-Institut, El futuro de la memoria, surge en el contexto del acuerdo de paz entre gobierno y la guerrilla de las FARC, y propuso, en distintas grandes ciudades latinoamericanas, espacios de encuentro entre artistas, movimientos y líderes sociales. En Colombia, estamos viviendo un momento muy complejo, en el que está cambiando la lógica del control del territorio. Lugares de donde la guerrilla se ha retirado viven ahora una nueva lucha por el dominio del territorio, y en muchas de esas zonas, los líderes que trabajan en temas de devolución de tierras son cada vez más amenazados por distintos grupos armados que quieren imponerse. Un número aterrador de estos líderes han sido asesinados.
En el Pacífico, el conflicto armado, el narcotráfico, y las múltiples violencias, se suman a una historia de desigualdad y abandono por parte del Estado.
C&AL: En el mencionado proyecto también se observaron, a través del arte, formas de resistencia. Por ejemplo, en la ciudad portuaria de Buenaventura hubo una huelga general de tres semanas en 2017, examinada en vídeos durante Carretera al mar.
AM: El evento de Cali, Carretera al mar, fue pensado como el cierre del Futuro de la memoria. Y buscaba tocar algún asunto central de las problemáticas locales, recogiendo buena parte de las experiencias y aprendizajes de las otras ciudades latinoamericanas. En Cali, como en su vecina Buenaventura, en el Pacífico, una gran parte de la población más pobre es afro. Y muchas de las desigualdades herederas de la esclavitud no han cambiado, presentando una situación de racismo estructural que afecta de manera dramática la región.
El paro del año pasado en Buenaventura, por un lado, hizo evidente la desigualdad y el contraste entre el desarrollo del puerto y la situación de la población. Y, por otro, dejó ver la fuerza de los movimientos sociales en esa ciudad del Pacífico, y el modo en que recurren a prácticas artísticas, en particular la música, para hacer sus denuncias y afirmar sus vínculos y solidaridades.
Escogimos como lema para el proyecto esa «carretera al mar» entre Cali y Buenaventura, que ha sido camino, ferrocarril, carretera y autopista, y que vista desde Cali se ha presentado como una promesa de prosperidad y progreso. Pero esa autopista no sólo no ha ayudado a la mayoría sino que también ha oprimido a muchos. El puerto de contenedores de Buenaventura está prosperando, pero la mayoría de la población aún vive en la pobreza.
Y, sobre todo, la historia de ese trasiego entre el valle y la costa ha marcado la historia de la región a lado y lado, del Puerto, y de la ciudad de Cali, donde la influencia de las culturas del Pacífico es muy fuerte, y cada vez más notoria y significativa.
C&AL: Y sin embargo, como visitante extranjero (Alemania), estoy positivamente sorprendido por Cali: la ciudad es verde, la gente es amable…
AM: Esa es la doble cara de Cali: por un lado tranquila y jovial, y por otro violenta y desigual. Para mí, Cali, a pesar de su lado encantador, es una ciudad con una energía oscura y un gran trauma.
El auge de Cali como ciudad había comenzado en la década de 1960. Vino gente de todo el mundo y crecía un ambiente cosmopolita y una clase media emprendedora. Aunque la estructura racista de la hacienda realmente nunca fue desarmada. Con el auge del narcotráfico la ciudad vivió un momento de crecimiento enorme de los negocios, pues las drogas alimentaron a todas las transacciones durante los ochenta y noventa, legales e ilegales. Pero, de modo casi repentino y muy acelerado, el dinero salió de la ciudad, después de la persecusión a los narcotraficantes Rodríguez Orejuela a mediados de los años noventa. Y esa situación no sólo quebró a los que directamente se alimentaban del negocio de las drogas, sino todos los emprendimientos y empresas que crecieron desmesuradamante con la cantidad de dinero circulante.
La ciudad de cambio de milenio fue en gran medida una ciudad en ruinas. Con cientos de empresas quebradas, y una gran desmoralización general. En los últimos años, en especial después de la administración del alcalde Ospina, se han cobrado nuevos ánimos, y la ciudad se ha movido y creado muchas nuevas posibilidades. Llegaron nuevos aires que se sienten a muchos niveles. Pero todavía son muchos los lastres y las dificultades.
C&AL: Exposiciones en La Tertulia, como Cali 71 (2016), han examinado la historia reciente de la ciudad. ¿Nos puede contar algo más al respecto?
AM: Aquel fue un momento fascinante y muy contradictorio también. Por un lado, la ciudad invirtió en grandes proyectos urbanos, y se presentó una ciudad moderna, con grandes infraestructuras de concreto: la actual sede de La Tertulia, la nueva sede de la universidad, el aeropuerto, el hotel interncontinental. Y el estadio deportivo Coliseo El Pueblo, construido para los Juegos Panamericanos de 1971, y que es un edificio icónico con un techo de concreto y curvo, futurista.
Por otro lado, los estudiantes se rebelaron al proyecto de la Universidad del Valle, sobre todo por la influencia norteamericana, y se declararon en una huelga que fue suprimida violentamente. Gran parte del año se vivió en estado de sitio, y la guerra fría se vivió de una manera muy fuerte en una ciudad donde los Estados Unidos entraron de modo muy fuerte con grandes inversiones y contratos.
C&AL: ¿De qué forma ha intentado el Museo acercarse a los acuerdos de paz, un tema muy importante y complicado del presente de Colombia?
AM: El acuerdo de paz fue sorprendentemente rechazado por la mayoría de los colombianos en el referéndum de 2016. Eso simplemente muestra que hubo y hay fallas en la comunicación de su contenido significativo. Vivimos en un mundo que carece de empatía y compromiso. Aquí, los artistas y los pensadores pueden ayudar con sus diversos enfoques. En el caso de Carretera al mar fue muy importante el intercambio con artistas y activistas de otros países de América Latina. Sabemos muy poco los unos de los otros, si bien nos afectan problemas muy similares, y tenemos mucho por hacer en común.
Alejandro Martín nació 1975 en Bogotá y creció en Cali. Después de estudiar en Bogotá y España Matemática y Filosofía regresó a Cali en 2014 como curador del Museo La Tertulia, en Cali. Formó parte del equipo curatorial de “Waterweavers: The River in Contemporary Colombian Visual and Material Culture”, en el Bard Graduate Center (Nueva York, 2014), “Viaje al fondo de Cuervo”, en la Biblioteca Nacional (Bogotá, 2012) y “Malicia indígena”, en el Museo de Arte Moderno de Medellín (2011). Se ha desempeñado además como editor de varios libros de arte. En 2019 será el director artístico del Salón Nacional de Artistas, en Colombia.
Ole Schulz, periodista alemán radicado en Berlín, realizó la entrevista.