En sus performances, la brasileña Rose Mara Kielela, que actualmente vive en Angola, aborda la cuestión de la no pertenencia, «un elemento muy profundo en la estructura psicológica de los afrodescendientes en todo el mundo». Theresa Sigmund conversó con la artista para Contemporary And (C&) América Latina.
Rose Mara Kielela, Narcissus Performance, 2017. Foto: Lubanzadyo Mpemba Bula.
Rose Mara Kielela, A margem da margem, 2017. Foto: Lubanzadyo Mpemba Bula.
C&AL: Su trabajo en video A margem da margem (El margen del margen) (2017) participó recientemente de la Bienal de Dakar. ¿Podría hablarnos de su trayectoria artística y de cómo llegó a esa performance?
Rose Mara Kielela: A pesar de que me gradué en danza, tuve un proceso de formación muy diverso, lo que me hizo comprender los lazos entre los diversos lenguajes artísticos. Y desde mis primeros estudios creativos en danza contemporánea, investigué los procesos de generación de imágenes: en primer lugar, el proceso fisiológico del mirar y cómo el movimiento corporal está vinculado con el movimiento ocular; después, hice la intersección con el teatro de sombras y las proyecciones de imágenes sobre el cuerpo, hasta llegar al video en sí. Por otro lado, para investigar la corporalidad de las manifestaciones culturales afrobrasileñas, a lo largo de mi carrera fui trascendiendo la danza y concebí el movimiento como un todo palpitante y comunicante que atraviesa y es atravesado por la música, la acción escénica, los accesorios y que siempre está empapado de nuestra biografía. Esa percepción me hizo comprender mi quehacer artístico como un acto de performance multidimensional, como bien lo conceptualizó el antropólogo argentino Alejandro Frigerio.
C&AL: ¿Cuándo y cómo adquirió conciencia de las condiciones sociales de la mujer negra en Brasil?
RMK: La estructura racial del Brasil es compleja y ha heredado los valores del racismo asimilacionista portugués, según el cual cuanto más próxima está una persona al fenotipo caucásico mejor será tratada en los diferentes ambientes. Ahora bien, el racismo atraviesa todos los ámbitos e instituciones, y en las familias multirraciales opera la misma lógica, allí, en la mayoría de los casos, el hijo más oscuro enfrentará dentro del propio hogar discriminaciones negativas. Cabe resaltar que el hijo más oscuro de la familia es a veces una persona negra clara y por eso también sufrirá daños psicológicos graves. Esa trama compleja genera en los afrodescendientes un profundo proceso de negación de su condición, proceso que se manifiesta en el acto de «atenuar» los rasgos negroides de su cuerpo, de intentar llegar lo más cerca posible del cuerpo blanco y no aceptar la propia negritud. En Brasil, muchos afrodescendientes acostumbran decir: «Cuando me percibí como negro», pero yo no creo que la cosa funcione así. Nos percibimos como negros desde nuestros primeros contactos familiares y sociales y esa realidad es tan dolorosa que optamos por negar lo que nos pasa, pero el saberse negro está ahí en los cabellos rizados, en el al autoodio, en la baja autoestima, etc.
La conciencia de ser mujer y estar en «desventaja» me vino desde la infancia, porque fui criada en una familia de tradición cristiana, en la que la separación entre cosas de chicos y cosas de chicas siempre fue muy fuerte. Entonces, en mi caso siempre tuve una fina percepción del lugar que ocupaba en la sociedad. Ahora bien en la universidad adquirí una consciencia crítica de mi condición, por todos los conflictos que tuve en el ambiente universitario pero también porque estuve cerca de personas que estaban ligadas al movimiento negro de São Paulo. Fue entonces cuando logré percibir que «mi problema» no era personal sino social. Fue entonces, aproximadamente a los veintiún años, que racionalicé la articulación entre esas dos cuestiones: la de ser negra y la de ser mujer, y entonces busqué saber más sobre el tema.
C&: ¿De qué modo el cuerpo performático la ayuda a moverse por las historias de la negritud y la condición femenina?
RMK: Entiendo la creación artística como un acto autobiográfico que conecta la vivencia personal del artista con las vivencias de su comunidad, y es en esa relación entre el yo y el mundo que ocurre el arte. Empecé mi trabajo creativo muy joven y creo que maduré junto con mi trabajo. En el Brasil en que nací no se discutían abiertamente las cuestiones raciales, como sucede hoy, ni las teorías feministas se discutían tanto. Cuando fui a la universidad, todavía las cuotas raciales estaban en pleno debate y hoy, quince años más tarde, las cosas han cambiado mucho. Y fue ese cambio del país en su conjunto y el acceso que tuve al mundo de las artes lo que me hizo adquirir consciencia crítica de mi lugar en la sociedad brasileña. Y lo mismo pasó con mi trabajo de creación, inicialmente tenía como tema las sensaciones de «no pertenencia», de «necesidad de sostenimiento de la memoria para para la construcción del yo» –temas que atraviesan la percepción sensible de la situación de los afrodescendientes en Brasil– hasta llegar a ser un discurso directo, consciente y crítico sobre la situación de la mujer negra en el mundo, como puede verse en A margem da margem.
Mi experiencia en la universidad estuvo llena de referencias europeas y estadounidenses. Durante el proceso de desarrollo de mi trabajo, fui investigando pensadores más próximos a mis temas y ahora incluyo en mi trabajo esas visiones del mundo. El poema A margem da margem, por ejemplo, tiene una estrecha relación con la «zona del no ser», definida por Frantz Fanon como zona psíquica donde se ve encerrada ante la blanquitud normativa la persona negra que toma consciencia de su condición social. En el caso de la mujer negra es un proceso doblemente violento, ya que la cuestión de la raza se suma a la cuestión de género y, como afirma Bell Hooks, al ser el par opuesto de una sociedad patriarcal y racista, la mujer negra se vuelve el blanco de la precarización social más cruel y violenta.
C&: Usted afirma que siempre lidió con la sensación de no pertenecer a Brasil. Ahora está viviendo en Angola. ¿Podría hablar sobre le modo en que los dos lugares influyen en su trabajo artístico y si hay diferencia entre su «estar en el mundo» en esos lugares?
RMK: La cuestión de la «no pertenencia» es un elemento muy profundo en la estructura psicológica de los afrodescendientes en todo el mundo. Y en las Américas se relaciona de forma directa con el proceso histórico de esclavización pues, como explica explica Neusa Santos Sousa, el negro de la Diáspora es violentado cotidianamente por el doble mandamiento de tratar de alcanzar el ideal del yo del sujeto blanco y de rechazar, anular, negar la presencia del cuerpo negro. La persona negra de la Diáspora no pertenece al propio cuerpo, y así no pertenece a la propia forma que torna posible su existencia, al mismo tiempo que percibe que sus derechos de ciudadano son constantemente violados en el territorio donde nació (por ejemplo, los hijos de los africanos que a pesar de haber nacido en Portugal no tienen la ciudadanía portuguesa). En consecuencia, la no pertenencia del afrodescendiente se da en el ámbito existencial y territorial.
Mi caso particular es muy curioso. En Brasil hay muchas manifestaciones culturales que hacen referencia a aspectos de una posible cultura angoleña precolonial, pero que en Angola ya están casi totalmente extinguidos. Angola es un país recién salido de una guerra civil, fue poco lo que quedó del patrimonio cultural inmaterial en la vida cotidiana. En este momento, se están reconstruyendo los procesos culturales e identitarios, que son dinámicos. Por otro lado, el sepultamiento de la cultura local causado por la guerra dejó como única referencia la estructura cultural colonial. Es decir, en Angola el colonialismo sigue muy presente social y culturalmente.
Hay países africanos como Senegal, Benín o Ghana, donde se reconoce la relación intrínseca entre África y la Diáspora, y los afrodescendientes de las Américas son vistos como hermanos, pero ese no es el caso de Angola. Aquí soy más una extranjera como cualquier otra. Y seguramente estas cuestiones serán abordadas en próximos trabajos, pues en este momento estoy siendo bombardeada por un montón de información que viene de todos lados y me hace repensar la cuestiones raciales que he vivenciado en mis andanzas. Seguramente haber recorrido el triángulo Brasil, Portugal (antes de venir aquí viví en Portugal un año y medio) y Angola es una experiencia de vida que va a producir muchos trabajos.
Rose Mara Kielela es licenciada en Danza de la Universidad del Estado de Paraná, y ha participado en diversos proyectos, dentro y fuera de Brasil, vinculados a las manifestaciones culturales afrobrasileñas. Después de vivir en Lisboa se mudó a Angola, donde continúa con sus investigaciones sobre la relación entre imagen y movimiento. Es cofundadora del grupo de performance Agô Performances Negras al que todavía pertenece.
Theresa Sigmund, autora de la entrevista, es investigadora independiente en el área de cultura. Es editora/coordinadora de la revista Contemporary And (C&). Vive y trabaja en Berlín.
Traducción del inglés de Nicolás Gelormini