“Rosana Paulino: a costura da memória” reúne ciento cuarenta obras que abordan temas como género, posición social de la población negra, racismo, memoria y afectividad. A partir de su propio recorrido la artista lleva a cabo una valiosa reflexión sobre la historia del país.
Rosana Paulino, Tecelãs, 2003. Colección particular. Foto: Isabella Matheus / Pinacoteca.
Rosana Paulino, Parede da Memória, 1994-2015. Archivo de la Pinacoteca del Estado de São Paulo. Donación de la Asociación Pinacoteca Arte e Cultura – APAC, 2016. Foto: Isabella Matheus / Pinacoteca.
Rosana Paulino, Detalle de la obra Assentamento, 2013. Colección particular. Foto: Isabella Matheus / Pinacoteca.
Once fotos de álbumes familiares de la artista, reproducidas en escala pequeña y multiplicadas sobre patuás, amuletos en forma de almohadilla, reciben al visitante en la primera de las tres salas que la muestra Rosana Paulino: a costura da memória ocupa en la Pinacoteca de São Paulo. A medida que el espectador se aproxima a la Parede da Memória (1994-2015), inicio de la muestra y de la carrera de Paulino, la sensación de simetría rectangular de las diecinueve filas y setenta y ocho columnas de delicadas almohadillas, dispuestas una al lado de la otra y apenas separadas entre sí, va cediendo a la riqueza del detalle, a la percepción de una ligera asimetría en medio del orden. De cerca, sobresalen las líneas azules y amarillas de la delicada costura, el conmovedor retoque en acuarela rosa del vestido de la niña, el bigote fino de la figura paterna que posa al lado de la niña con un lazo en su pelo crespo. Las caras de los retratados comienzan a volverse más discernibles y lanzan al espectador cientos de miradas imposibles de evitar. Ojos que no claman por ser vistos ni reclaman un espacio, sino que se imponen, y toman la iniciativa.
En el uso afrorreligioso del patuá, la parte más importante es su contenido, aquello que lleva dentro. En Parede da Memória, Paulino produce una inversión y para el retrato de sus familiares toma la superficie externa, el revés del revés del amuleto. La reproducción en retazos de tela, que repite las fotos y las mezcla como si fueran figuras intercambiables, dota al conjunto de un poderoso efecto de memoria. Haciéndole trampa a los engranajes del tiempo, Paulino interrumpe el descoloramiento que, en el recuerdo de papel, acabaría por desvanecer a los personajes de la familia. La artista también hace cesar el ruinoso desgarramiento de la memoria social inscribiendo a sus familiares en un gesto ancestralización, de visibilidad. Como quien afirma que aquellas personas no caerán en el pozo del anonimato al que fue (y todavía es) condenada gran parte de la población de este país que comparte con ellos el color de la tierra sobre la piel.
Dos fotografías del mosaico de la Parede reaparecen en Bastidores (1997), impresas sobre la tela circular del instrumento de bordado que da nombre a la obra. El título es polisémico porque también remite al telón trasero al que están cosidas muchas mujeres negras en la trama patriarcal y racista del tejido social brasileño. Las mujeres tienen la boca, la garganta, los ojos o la cabeza toscamente suturados, están atravesadas por ásperas líneas de silenciamiento y violencia. Patuás y bastidores que forman una especie de autorretrato en forma de árbol genealógico. Sujetos directamente a la pared, los bastidores también parecen literalizar un objetivo político confesado por la artista: llenar de caras negras el cubo blanco de museos y galerías. Pero no en clave de exotismo, trabajo, esclavización o sexualización de los cuerpos, como puede verse tan abundantemente en la historia de la fotografía y el arte brasileños. Aquí la premisa estética y política es el registro en primera persona… del singular y del plural.
Biografía, biología, historia
La exposición reúne un conjunto de ciento cuarenta obras de la artista paulista en un recorrido que va de 1993 a 2018. Según el texto de la presentación, que firman los curadores Valeria Piccoli y Pedro Nery, en las tres salas se destacan «tres aspectos principales de la obra de la artista: la dimensión autobiográfica, el interés por la biología y los trabajos centrados en la historia». La división es más didáctica que conceptual. A decir verdad, en las obras de Paulino los temas se entremezclando y adoptan soluciones originales, soportes y procedimientos creativos, dentro de una poética claramente autoral e irreductible a bloques temáticos. Reflexiones sobre género, posición social de la población negra, racismo científico, ejercicios de clasificación (entomológica, botánica y humana) como instrumentos de poder, memoria y afectividad, reescritura de la historia del arte, del país y de sí… son algunos de los focos de interés que se cruzan con frecuencia y dan testimonio de la solidez y perdurabilidad de las investigaciones de Paulino.
Y a la vez confirman la versatilidad técnica de la artista, que pasa con elegancia del grabado a la fotografía, de la costura y la escultura al diseño y la impresión.
Hay obras de formato pequeño, como la Rainha (2006), una figura de terracota con las cuencas oculares vacías, pechos de Artemisa negra y vigilantes ojos de vidrio esparcidos por todo el bajo vientre; e instalaciones de mayor escala, como Tecelãs (2003), en la que mujeres-insecto, fuera de las colmenas de loza, se dispersan por la sala retorciéndose para salir de los capullos que ellas mismas tejen con hilos que sacan de dentro de sí. Metamorfosis, reconstrucción, devenir mujer: conceptos que superan diferencias de lenguaje y de perspectiva para plasmarse también en otras obras de Paulino, como la impactante Assentamento (2013).
La instalación reelabora en tamaño humano el Tríptico somatológico identificado como Mina Bari (1856), un conjunto de fotografías de frente, perfil y espalda de una mujer esclava que tomó en Brasil Augusto Stahl por encargo del científico Louis Agassiz. El alma escindida de la Diáspora negra se corporiza en la incomodidad del rostro de la mujer, cuyo nombre no fue registrado, y en la costura descuidada que intenta remendar partes de su cuerpo. Corazón, raíces y feto cosidos a la imagen enorme reafirman la humanidad que le fue negada en el estudio fotográfico, pero que tampoco se reconstruye por completo. Assentamento señala un movimiento importante en la carrera de Paulino: a los retratos familiares que marcaban las primeras obras de la artista se les fueron sumando fotografías de hombres y mujeres esclavos, en un movimiento de re-enraizamiento en un linaje, en una historia. Una reactivación del pasado con ansias de interrupción del trauma en el presente, superponiendo yo y nosotros, ayer y hoy, «estoria» personal e historia nacional.
Artista clave para entender el país
Rosana Paulino es una artista intérprete del Brasil. Ella analiza el país desde un lugar de enunciación singular: la experiencia corporizada de la mujer negra. Actuando como una hilandera que sutura la historia del país, expone el reverso de su cara oficial, desnuda las estructuras que están operando. Con tal lente de contacto, su obra ayuda a ver de manera más apropiada nuestra propia vida cotidiana. Parafraseando a Gilberto Gil, como si, en manos de la artista, la aguja de lo real fuera bordando punto por punto nuestro día a día.
Paulino es también profesora e inspiración para artistas de su generación y de generaciones posteriores. Se oyen ecos de sus trabajos en los capullos de Como construir cidades? (2012) de Sidney Amaral, en las estructuras móviles y performáticas de Lídia Lisboa, en la delicadeza que Janaína Barros imprime a la aguja. Rosana Paulino es licenciada en grabado y doctora de la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de São Paulo, se especializó en el London Print Studio, dio cursos en importantes universidades, participó de muestras colectivas e individuales en el país y en el exterior y tiene trabajos en colecciones de museos nacionales y extranjeros. En suma, una artista clave e ineludible en el escenario contemporáneo del arte brasileño. ¿Cómo se explica haber tenido que esperar tanto para ver una muestra de una artista de semejante magnitud en un museo digno de ella?
Hélio Menezes es antropólogo y curador. Entre sus trabajos recientes, se destacan la curaduría de la exposición “Histórias Afro-Atlânticas” (MASP e Instituto Tomie Ohtake, 2018) y de la muestra de performances “E eu não sou uma mulher?” (Instituto Tomie Ohtake, 2018).
Traducción del portugués de Nicolás Gelormini