Gê Viana vive en São Luís de Maranhão, pero siempre vuelve al poblado de Centro do Dete, donde nació, para convivir con sus parientes y la naturaleza. Gran parte de su arte proviene de esta fuente revisitada que reaparece en fotomontajes, collages, grafitis, performances, instalaciones, así como en intervenciones urbanas y rurales. Nominada para el Premio Pipa, en 2019 y 2020, la artista lleva a las calles y galerías su confrontación con los rastros persistentes de la colonización.
C&AL: Ya mencionaste en otras entrevistas que el descubrimiento de tu ascendencia indígena se dio a través de una investigación artística. ¿Podrías hablar de tu posición frente a este origen? ¿Es inagotable esta fuente en tu arte?
Gê Viana: La palabra «descubrimiento», que usas, lleva el peso de la colonización, de ese falso descubrimiento de un Brasil “Pindorama” (término tupí-guaraní para referirse a un mundo mítico y paradisíaco). Hay generaciones de tatarabuelos y bisabuelos indígenas cuyas identidades han sido reprimidas pero no borradas. Cuando encontramos algún vestigio de esto, es un proceso de filtrar cada detalle, volver a montarlo y abrazarlo. La investigación vino a afirmar lo que siempre he sido. Cuando mi abuelo paizim contaba historias de capelobo (entidad folclórica de origen indígena), él construía parte de mí en ese ser. Durante la investigación, me desplazé detrás de la cámara para retratar a personas de diversos orígenes, en un proceso de construcción delicado. No salgo de la casa con una cámara diciendo “hoy voy a fotografiar a alguien”, los caminos recorridos se remontan a mi historia. Pensar en el final, en el agotamiento de esta fuente, es imaginar una extinción de nuestras identidades.