El borramiento de la cultura indígena, a lo largo de los siglos de colonización, resultó en la pérdida del conocimiento de prácticas tradicionales. En Brasil, los pueblos originarios rescatan objetos de arte y piezas arqueológicas con el fin de preservar su historia y su memoria.
Cacique Sotero, fundador del Museu de Kanindé, el primer museo indígena de Ceará. Foto: Alexandre Oliveira Gomes. Archivo Museo de Kanindé.
En Brasil, los pueblos indígenas iniciaron procesos de organización de acervos y museos a partir de la década de 1980. El primer museo indígena del país fue el Magüta, fundado por el pueblo tikuna, en el Amazonas, en 1990, seguido por el Museo del Kanindé, inaugurado en Ceará, en 1995. En el 2020, estos museos completan respectivamente 30 y 25 años. Sin embargo, esa historia de lucha y existencia/resistencia todavía es poco conocida cuando se abordan los procesos de patrimonio, arte y curaduría en Brasil.
Según Suzenalson Santos, coordinador del Museo Indígena Kanindé, desde la llegada de los portugueses hasta épocas más recientes, esconder la identidad indígena era una forma de sobrevivencia. Los pueblos originarios eran amenazados constantemente por aquellos que querían apropiarse de sus tierras. Era necesario, entonces, negar los orígenes indígenas para seguir vivos. Era necesario no pintarse, no bailar, no hablar la propia lengua. Era necesario olvidar las costumbres y los antepasados. Fue a partir de la movilización indígena, en la década de 1980, que las identidades originarias comenzaron a afirmarse y la museología de base comunitaria surgió como una herramienta posible para la construcción de una narrativa contrahegemónica que reafirmara las subjetividades indígenas.
Pérdida de conocimiento tradicional
Benício Pitaguary, artista plástico y articulador del Museo Indígena Pitaguary, también ubicado en Ceará, apunta que el borramiento de la cultura indígena, a lo largo de siglos de colonización, llevó a que muchos indígenas perdieran el conocimiento de sus prácticas tradicionales. “Muchos ya no tenían ningún registro de la cultura corporal, no sabían pintarse ni hacer la tinta, a pesar de tener todos los materiales: el jenipapo, el urucú y el toá, que es un barro», relata Pitaguary.
«Antes, si usted hablaba la lengua, moría. Imagínese que tuviera alguna pintura en el cuerpo que durara 15 días… No pintarse era una manera de demostrar que no se era indígena. Era necesario asumir una cultura blanca», destaca Pitaguary. «La gente utilizaba mucho la pintura corporal. Esta fue silenciada y la estamos trayendo de vuelta. Quien se pintaba, moría; hoy, tenemos que hacer lo contrario. Tenemos que pintarnos», concluye.
Pinturas corporales y performances
Benício Pitaguary integra también performances en su trabajo y realiza pinturas en eventos y espacios de arte en cuerpos vivos. Formado en geografía por la Universidad Federal de Ceará, vuelca su investigación académica a las pinturas corporales indígenas. Como profesor, dicta talleres sobre las técnicas de los antepasados, principalmente, entre los más jóvenes. “El principal desafío es sacarle a la gente de la cabeza la idea de que sólo las personas blancas hacen arte», dice. “Para nosotros, el arte está muy conectado a lo sagrado». Es una concepción diferente a la del blanco. En nuestro museo, queremos traer esa manera de expresar cosmovisiones diferentes», concluye.
Arte y arqueología
Tanto como los espacios de arte, los museos indígenas son también lugares de educación y diálogo entre los saberes y las experiencias de los más viejos y los de las nuevas generaciones. «Hemos hecho un trabajo de aproximación de educación indígena sobre la identidad de las personas, a través de los objetos que existen en el museo», cuenta Santos. Según dice, el Museo Indígena Kanindé es formado no sólo por objetos de arte, sino también por piezas arqueológicas, como semillas y plumas, que hacen parte de la ritualística del pueblo kanindé. “Son piezas directamente ligadas a la formación de la cultura material e inmaterial del pueblo kanindé», observa.
Otra dimensión importante de los museos indígenas es su relación con el territorio y las fiestas tradicionales. «El museo es una de las primeras iniciativas de la educación diferenciada en el territorio». También fue una de las primeras experiencias gestadas a partir de un horizonte semántico indígena, creado para contar la historia del pueblo kanindé. El cacique Sotero, creador del museo, comenzó a reunir las piezas justamente para que el pueblo kanindé no olvidara quién era», recuerda João Paulo Vieira Neto, historiador y asesor de la Red Indígena de Memoria y Museología Social.
Museología propia
Los pueblos indígenas vienen elaborando una museología propia como herramienta de afirmación de sus identidades étnicas; de preservación histórica y ambiental; y de resistencia política y cultural. A mediados del 2011, investigadores indigenistas y activistas organizaron la Red Indígena de Memoria y Museología Social, que reúne diversos pueblos y funciona en núcleos dispersos en diversos estados brasileños. Actualmente, organizan el Encuentro de Gestores de Museos Indígenas y el Fórum de Museos Indígenas de Brasil.
Miriane Peregrino es autora del proyecto «¡Literatura Comunica!», en el que desarrolla trabajos de incentivo a la lectura y las artes visuales, en espacios populares desde 2013. Tiene un doctorado en Ciencia de la Literatura por la Universidad Federal de Río de Janeiro, con un intercambio en la Universidad Agostinho Neto, en Angola. Actualmente, es investigadora practicante en la Universidad de Mannheim, en Alemania.
Traducción del portugués de Catalina Arango Correa