A través de su alter ego ficticio Marcue, la artista multimedia ugandesa Immy Mali explora realidades personales y poscoloniales.
Immy Mali, Kasonko the portal, 2018. Edición digital. La morada de los recuerdos. Al jugar kasongo, ascendimos de clase, compramos tierra y construimos casas, nos volvimos propietarios y desalojamos a los vecinos.
Contemporary And: Usted le ha escrito sesenta y seis cartas muy íntimas a una persona llamada Marcue. Me parece valiente que haya decidido hacerlas públicas. ¡Gracias! ¿Puede contarnos quién es Marcue y por qué le empezó a escribir?
Immy Mali: Gracias a usted. Empecé a escribir esas cartas en un momento en que no estaba muy segura sobre qué rumbo darles a mis instalaciones y, en general, a mi práctica artística. Me atraían los temas relacionados con la memoria y la infancia, y los materiales que elegía representaban precariedad: metal oxidado, pelos, vidrios rotos, cuchillas de afeitar. Muchas de esas obras tenían un vínculo con mis experiencias de infancia y así, en un intento por entender dónde se originaba esa imaginería morbosa de mi infancia, comencé a escribirle a mi yo más joven, Marcue. Mi esperanza era que ese monólogo, que a menudo parece un diálogo, pudiera develar una infancia que se reflejaba en objetos precarios.
C&: En su primera carta, usted le escribe a Marcue: “Espero que podamos ser buenas amigas”. Esa línea me conmovió porque parece hablar de un deseo profundo de hacer las paces con el pasado, como una terapia de trauma. ¿Podría hablar de ese proceso?
IM: Bueno, yo no lo llamaría necesariamente una terapia de trauma. Las cartas, no obstante, sí me permitieron observarme a mí misma y a los demás como nunca antes. Tomaron forma, principalmente, cuando estaba fuera de Uganda. Entonces, tal vez fueron una manera de aferrarme a un pedazo de “hogar”. Cuando veo un gato pasar, quiero preguntarle a Marcue por Nancy, mi gata de infancia que se escapó junto con el gato gordo de mis vecinos. Cuando escucho Für Elise de Beethoven, pienso en el heladero que recorría las calles estrechas de mi pueblo natal con una nevera en la bicicleta. Los objetos cotidianos —las pelotas, las tazas, las alfombras, los sonidos— despiertan un recuerdo y, en consecuencia, el deseo de escribir, de mantener una conversación. Marcue parecía al principio una idea loca, pero cobró aliento a medida que la locura empezó a tener sentido. Hoy, cuando le escribo a Marcue, la trato como un ser completamente independiente que un día me mandará cajas con las respuestas a cada una de las cartas que le he escrito.
C&: Hay una tensión entre las múltiples preguntas que usted le hace a Marcue y el hecho de que nosotros, los lectores, no podemos conocer las respuestas. Por medio de los ecos de un pasado silenciado, usted, con su voz liberada y liberadora, también nos hace recordar estructuras coloniales. ¿Hasta qué punto cumplen un rol esas estructuras de poder y saber en su obra?
IM: Me gusta pensar que mis instalaciones, mis obras sonoras y mis dibujos son sus respuestas. Claro que es un poco extraño que sea yo quien hace las obras de arte, pero así lo entiendo. En el proceso de escribir esas cartas y de analizar cosas tan simples como unas rimas y unos juegos infantiles, me doy cuenta de que desde muy temprana edad la educación esculpe nuestra forma de pensar. Las cartas lentamente revelan verdades existentes, desde dogmas religiosos hasta la eliminación de la identidad por medio de un sistema educativo que satanizó y castigó a muchos niños porque hablaban en su lengua nativa. El ir y venir entre Immy y Marcue nos conduce a un lugar cargado de actualidad e historia que a veces no sé muy bien cómo manejar.
C&: Ngūgī wa Thiong’o recuerda la importancia de entender la lengua como una cultura y de valorarla como memoria colectiva, mientras que Moses Serubiri habla de repatriar la lengua. En algunas cartas, usted pasa del inglés a su lengua materna, el lugbara.
IM: En una conversación que tuve con Moses hace tiempos, le dije que habría querido poder hablar con acento lugbara, porque así no tendría que explicarle a nadie por qué mi inglés suena “bien”, como suelen decir. La lengua es, en definitiva, un bastión de la identidad y la cultura de cualquier persona. Yo hablo cuatro idiomas: luganda, inglés, un poco de lusoga y esa lengua que mis parientes en mi ciudad natal Arua llaman kampala-lugbara. Entonces, intentar escribir y producir obras sonoras en esos idiomas me abre un espacio para reaprender, desaprender y expresar lo que no puede expresarse en inglés. Hay sonidos y entonaciones que sencillamente están más allá de los límites de lo que el inglés tiene por ofrecer. ¿Usted ha pensado en un idioma y luego ha tenido que expresar esos pensamientos en otro idioma? Eso es, más o menos, lo que sucede en mi proceso de escritura.
C&: En su video By Shoe I Love You (2018), dos niños juegan con las manos. En Because you play…we live (2020), unos niños animados juegan frente a unas pinturas antiguas. ¿Qué representa el carácter lúdico de su obra y qué le gusta de eso?
IM: El juego es un espacio donde los niños tienen el control, con frecuencia fuera del mundo de los adultos. Cuando un niño se pone a jugar es como si fuera al trabajo. Esa idea es vital para mí en mi intento de ponerme en contacto con Marcue. Algunos juegos, a la vez, imitan el mundo y las responsabilidades de los adultos, como en el juego de comprar y poseer tierra en Kasongo. El parque infantil para mí también fue un lugar del que me tenían que proteger cuando era niña para que no me lastimara la pierna izquierda, que me quedó paralizada cuando tenía siete años por un accidente médico. Quizás es el anhelo de jugar lo que me lleva una y otra vez a eso.
C&: Para C&, usted ha creado videos animados y piezas sonoras. En Dreams in my head, es posible dar un vistazo al álbum fotográfico de infancia de Marcue. ¿Cómo se comunican entre sí las diferentes dimensiones de una exhibición online?
IM: Todas las dimensiones son Marcue: sus respuestas a las cartas. El álbum fotográfico es un intento de retratarla a ella mediante la imaginería borrosa de los recuerdos. Esos recuerdos se disparan con frecuencia por objetos que Marcue posiblemente usó y, así, son lentes para verla más claramente. La pieza sonora y todas las animaciones tienen su origen en las cartas. Entonces, la exhibición online es una forma de hacer converger los diferentes medios del proyecto.
La experiencia multidimensional de Letters to my Childhood es presentada en seis capítulos en el marco de C& Commissions. Explore la obra de arte aquí.
Immy Mali vive y trabaja en Kampala. Su obra gira en torno a las nociones de presencia y ausencia, a recuerdos personales de infancia yuxtapuestos a narrativas actuales, personales y colectivas, en Uganda y en el exterior. En la obra de Mali, la memoria es una herramienta para describir el paisaje social (cultural y religioso), político y económico de Uganda, sin ocultar las influencias poscoloniales e imperiales británicas en la formación de identidades. Por medio de una variedad de medios, que incluyen el texto, el video, el sonido, la escultura, la instalación y la animación, su obra busca revelar las complejidades y los entrelazamientos entre la memoria y la existencia en una Uganda neo/poscolonial.
Entrevista por Theresa Sigmund.
Traducción del inglés de Camilo Jiménez Santofimio