Inspirada por la escritora Conceição Evaristo, la instalación del colectivo brasilero Irmandade Vilanismo crea un pacto simbólico en torno a la vida. El grupo, formado por diez artistas negros y periféricos, ocupa el espacio de la Bienal como si fuera un atelier y un manifiesto por la dignidad, la tierra y contra las expectativas racistas.
Vilanismo, Cortejo negro, 2024. Foto: Rodrigo Zaim
Vilanismo, No sé qué juramentos fraternales hicieron los chicos, instalación para la 36ª Bienal de San Pablo – No todo viajero recorre caminos. De la humanidad como práctica, 2025. Foto: Levi Fanan / Fundación Bienal de San Pablo
Entre las mujeres, casi todas tuvieron la menstruación al mismo tiempo, por primera vez. Jugábamos a que íbamos a mezclar nuestras reglas y sellar nuestra hermandad con nuestra sangre íntima. No sé qué juramentos fraternales hicieron los varones. ¡Ah, sí! Dorvi siempre repetía que entre ellos tenían el pacto de no morir. .- “A gente combinamos de não morrer” (Nosotros quedamos en no morir), en Olhos d’Água, de Conceição Evaristo
Así, después de pasar algún tiempo pensando cómo nombrar ese espacio de grandes dimensiones dentro del aún más grande pabellón de la Bienal, Carinhoso lee el pasaje del cuento A gente combinamos de não morrer, de Conceição Evaristo, e inmediatamente nos sentimos todos incluidos en esas palabras. Fue una sugerencia de Rafa Black. La frase “ No sé qué juramentos fraternales hicieron los chicos”, ya se destacaba en la edición del libro que tenía. Un recordatorio personal que resonó en cada uno de nosotros. Un pacto de sangre. De la ausencia de sangre. Nosotros no sangraremos. El juramento-secreto que ahora nombra la instalación de la Irmandade Vilanismo en la 36ª Bienal de San Pablo.
Somos 10: Carinhoso, Daniel Ramos, Denis Moreira, Diego Crux, Guto Oca, Rafa Black, Ramo, Renan Teles, Robson Marques y Rodrigo Zaim. Entre los conjuros que compartimos, en el misterio, en el aprendizaje durante la caminata conjunta, pasos lado a lado que respetan la singularidad de cada ritmo propio, algunas brújulas nos guían: escapar de las expectativas (por ejemplo, de estimación de vida, de lo que se produce creativamente siendo personas racializadas y periféricas o de cómo comportarse cuando se tiene piel negra y un cuerpo masculino); no reproducir los vicios de un sistema de arte excluyente; fomentar comunidades de intercambio y de trabajo colectivo más allá de los límites de la hermandad; reivindicar los derechos a la tierra, a la vivienda, al atelier, todos tan deseables para las personas negras desaventajadas social y económicamente.
Fue partiendo especialmente desde este último punto que proyectamos la ocupación actual de la 36a Bienal de San Pablo. Más que una metáfora, un simulacro, el espacio se manifiesta como una promesa, una convocatoria a reconocer la necesidad de poder utilizar espacios que garanticen dignidad para crear nuestras obras y manifestar la polisemia de técnicas, materialidades y temas que nos interesan, sea en acciones en grupo, sea en nuestras enunciaciones subjetivas individuales. Así, es posible también abrir espacio para otras personas que, en cierto modo, se identifican con nosotros en la resonancia de esos deseos que compartimos.
En los últimos años ocupamos temporalmente la Funarte y el Edificio Tebas, en el centro de San Pablo. Como el hip-hop, esa región es punto de encuentro para artistas venidos de las periferias y las ciudades-dormitorio. Esos atelieres difundieron nuestra producción, pero la inestabilidad nos fuerza a un nomadismo urgente que no es enteramente nuestra elección. Llegamos, limpiamos, mejoramos, cuidamos y nos vamos siempre trabajando colectivamente, inventando modos de existencia y levantando las bases de futuros refugios de acogida.
La metáfora de una sede en construcción se entrelaza con la presencia de la estantería de lienzos que, junto con la mapoteca, servirá de infraestructura para la Irmandade después de la Bienal. La parodia de un atelier en exposición se convierte en el propio atelier: materialización del deseo y de la imaginación de un espacio futuro que aspiramos tener.
En ese atelier presentamos archivos en formato de video, fotos, bosquejos, dibujos de plantas, libros y materiales de investigación y estudio por todo el espacio, registros en audio y fotos de familiares de los miembro, pequeños “álbumes de familia” con fotografías de todos los villanos y también de nuestra comunidad en las más diversas articulaciones y conspiraciones de la Irmandade, desde exposiciones y acciones, pasando por reformas y limpiezas, hasta fiestas y asados. Obviamente, artistas que somos, también presentamos obras propiamente dichas. Con una selección plural en temas y materialidades, que hemos llamado curadoTRETA, mostramos producción textual, dibujo, pintura, paneles de LED, piezas sonoras, videos, esculturas en concreto y madera, fotografías sobre diferentes soportes así como medios no convencionales.
Con la voluntad de mantener vivo el ambiente, desarrollamos un programa público de charlas, talleres e intercambio de conocimiento, al que llamamos Acadêmicos do Vilanismo, un juego semántico que tensiona una jerarquía de saberes que tiende a dar más valor al conocimiento académico, de la universidad, que a los saberes de las calles, de las escuelas de samba, de los terreiros, del hip-hop, de los quilombos, de las favelas. Sin hacer listas, nos unimos en un quilombo y compartimos secretos técnicos, del sistema de las artes, de nuestras vivencias.
A través de la actuación con nuestra comunidad, otra conspiración que haremos será el Cortejo Negro, sumado a la lectura de Contramanifesto junto a las personas que nos acompañan. Haremos un recorrido en las cercanías del Parque do Ibirapuera, con sus monumentos colonizantes, y nos internaremos en el parque hasta terminar en el edificio de la Fundación Bienal. El día elegido para la acción es el 15 de noviembre, fecha en que se festeja la República, proclamada en 1889, poco más de un año después de la pseudoabolición de la esclavitud.
Más que una obra exhibida, Os meninos não sei que juras fraternas fizeram (No sé qué juramentos fraternales hicieron los chicos), la instalación del Vilanismo en la 36ª Bienal de San Pablo y todas las articulaciones de la Hermandad son conjuros de futuro y manifestaciones de imaginación y deseo de vida digna, tierra fértil y ambiente seguro para nosotros y nuestras comunidades. Más que una obra expuesta, es un llamado a que los discursos aliados escapen de las palabras, alcancen la materialidad y nos ayuden a seguir creando nuestros espacios físicos y simbólicos de disputa y acogida.
Diego Crux: Cuasiartista nacido y criado en los bordes, en Parada de Taipas, hoy vive en el centro. Trabaja, entre otras cosas, con las artes en diferentes lugares. Nieto de Rosa y Esmeraldo, es del color que recuerda la memoria. Investiga los llamados, las vivencias colectivas, la representación, la identidad y los límites, incógnitas y contradicciones de esos cruces.
Traducción: Nicolas Gelormini