Conversación con

D’Andrade & Walla Capelobo: quilombismo astral

En su trabajo conjunto para la Akademie der Künste de Berlín, las artistas crearon un quilombo astral impregnado de las teorías de Abdias do Nascimento, Édouard Glissant, Stuart Hall y Octavia Butler. La instalación incorpora objetos y acciones poéticas para hablar sobre opacidad, colonialismo, crisis climáticas, resistencias y afro-transfeminismo.

La instalación está construida como si fuese una casa, un hogar, una sala de descanso con una estructura hecha de madera y red de metal, material que hace alusión a las favelas, los gallineros y los quilombos. Está dividida en tres espacios. El primero contiene los elementos con que se inició el proyecto multimedia Ultra-Poesía: los paisajes sonoros (en cassette, vinilo y online) grabados por artistas cuir y diaspóricas de América Latina, con pensamientos y sonidos en torno al complejo de colonialismo, crisis climáticas, resistencia y afro-transfeminismo.

“Dejamos que las cosas vivieran en el caos, no presentamos un mundo lineal, una experiencia de cohesión sino cosas vistas a través de la opacidad que genera el caos”, explica Capelobo en referencia a las cualidades sónicas de los paisajes sonoros que emiten sonidos abstractos. “Un aspecto muy interesante de la teoría de Glissant es esa idea de derecho a la opacidad. Y es muy importante el concepto de quilombo, porque todas las personas líderes de quilombos que conocí viven una cosmología sin mucho interés por presentar al mundo lo que hacen de modo interno. La propia actividad del quilombo era un gran ejemplo del derecho a la opacidad, de cómo eso puede ser revolucionario y activismo político, porque, dentro de su invisibilidad, habían conseguido generar una cantidad significativa de movimiento y dar cauce a un enorme descontento en el imperio colonial de Brasil.”

La investigación y el desarrollo del abordaje teórico del proyecto Ultra-Poesía tienen como base el conocimiento oral y la manifestación vocal de la cultura y la narración. En el mismo espacio están las cerámicas de Walla Capelobo, que representan setas y hongos, organismos que, como se sabe, crean una micorriza que se conecta con determinadas plantas para transferir agua, nitrógeno, carbono y otros minerales.

El segundo espacio contiene una producción en vivo de un espacio digital que representa un mundo postapocalíptico. A través de la IA, el visitante ve imágenes en constante producción y reproducción, que señalan la continua degradación medioambiental. También está la posibilidad de verla, lo que sugiere que tanto el individuo como el colectivo son agentes de esa historia.

El tercer espacio contiene un videojuego desarrollado por D’Andrade, con el mismo paisaje postapocalíptico. Pero en este caso, todavía hay vida en este mundo: un panda marrón asiático, actualmente en vías de extinción. En el juego, los edificios están en ruinas, dominados por la naturaleza, en un reposo poético. El jugador puede viajar con el panda por la naturaleza entre hongos gigantes. No hay destino ni dirección. En esa dimensión, el objetivo va en contra de las fuerzas neoliberales y es simplemente la oportunidad de contemplar. “Y uno se queda allí hasta que logra interactuar con el animal y entonces uno se pregunta qué es lo que lo hace desear”, explica D’Andrade. “De este modo, la instalación trabaja con muchas cuestiones sobre el deseo, sobre qué significa desear, también desear lo artificial. ¿Qué significa desear tener cosas artificiales? ¿Por qué queremos flores de plástico? O ¿por qué ponemos una flor en un florero y lo metemos en la casa? ¿Por qué la flor no está en el jardín?” En el mismo espacio hay plantas artificiales y cerámicas que evocan seres suprahumanos que muestran influencia de las historias de ciencia ficción de la escritora estadounidense Octavia Butler.

La instalación incorpora de diversas maneras la idea de Stuart Hall (una de las referencias de las artistas), según la cual el sujeto posmoderno es un sujeto fragmentado, transformado sin cesar por las dinámicas de los sistemas culturales. En este sentido, la obra contiene una temporalidad infinita y circular a través del uso de diferentes tecnologías, un video de IA que está en constante producción y la omnipresencia de un sentimiento comunitario abierto a las configuraciones que se pueden reinventar durante cinco siglos más.

“Es la idea de una memoria sobreviviente, de prácticas sobrevivientes. Así como la práctica quilombola es una práctica que ya ha sobrevivido quinientos años”, explica D’Andrade. “Pero sobre todo, el hecho de hablar de amor es muy interesante porque fue un modo de quebrar un poco la estructura dura, racional del trabajo, y volverla una estructura más poética. Entonces, ¿cómo será amar dentro de quinientos años? Si nuestras relaciones afectivas ya están siendo atravesadas por tecnologías, celulares, aplicativos, experiencias, que pueden ser nuestros amigos, pueden ser nuestros amantes. También hay un aspecto devocional, la idea de que las máquinas actuales pasan por el mismo proceso devocional y, principalmente, esclavista, por el cual pasaron las personas negras al comienzo del capitalismo primitivo, colonial.”

En A Thousand Years Loving You, entonces, los mil años hacen referencia a una reconfiguración quilombola del tiempo: la modernidad no comenzó con el final de la invasión colonial, como sugiere el pensamiento occidental, sino con su inicio. Se resalta así que la opresión que define el presente comenzó hace quinientos años, a la vez que se recuerda que donde hay opresión hay resistencia y que, para que la resistencia sea milenaria, tiene que haber comunidad y amor.

Broken Machines & Wild Imaginings puede visitarse en la Akademie der Künste en Berlín, Alemania, hasta el 9 de julio.

Will Furtado es artista, escritora y editora adjunta de Contemporary And América Latina.

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