Desviándose de las trayectorias artísticas pautadas por inquietudes sociales predefinidas, el artista brasileño Froiid se deja llevar por las artimañas del juego, que él toma como punto de partida para la creación de su obra.
Froiid, Es hora de que el leopardo beba agua, 2020. Foto: Gina Panagiotopoulou.
Froiid, Gran juego, 2014. Foto: Bernardo Biagioni.
Froiid. Foto: Bernardo Biagioni
El visitante desprevenido que llega a la exposición É hora da onça beber agua (Es hora de que el leopardo beba agua) se extraña: cuando entra a esta instalación site specific en el Palacio de las Artes, en Belo Horizonte, es sorprendido por una mesa de billar de gran tamaño (de 13,3 metros, mientras que las mesas profesionales siguen la medida estándar de 3,10 m), y el ruido amplificado de las bolas que encajan ininterrumpidamente en los agujeros, incluso cuando la sala está vacía.
El ambiente de “boteco” (bar popular), tan familiar al brasileño, es reconocido y al mismo tiempo rechazado: por un lado, hay billar; por otro, estamos dentro de una institución. Falta la cerveza, el tipo sin camisa manipulando la tiza en los tacos. Comisariada conjuntamente entre Froiid, el artista, y Gina Panagiotopoulou, la exposición es una de las ganadoras del Premio Décio Noviello 2020. En esta conversación con C&AL, Froiid habla de la influencia de los juegos brasileños en su producción e imaginario, y sobre su idea de lo lúdico como posibilidad de reinvención de reglas y estructuras.
C&AL: El fútbol y el billar son algunas de las modalidades deportivas que practicas en tu producción artística. ¿Por qué el juego –como operación y materialidad– ocupa un lugar tan central en tu producción?
Froiid: Comencé a entender, desde la adolescencia, que le dábamos una importancia absurda al fútbol. Cuando un equipo ganaba o perdía, la gente se burlaba de los demás y se ofendía como si realmente fuera algo personal. Cuando conocí el arte contemporáneo brasileño, comencé a entender la palabra “juego” en el discurso de otros artistas, como Helio Oiticica, que citaba el juego como concepto que transforma la relación entre espectador y obra; o la Internacional Situacionista, que también entiende el juego a partir de las proposiciones de transformación de la ciudad. Todo el tiempo estamos jugando. Un autor que está presente en mis investigaciones es Johan Huizinga, quien, en el libro Homo Ludens, habla de un «círculo mágico»: cuando las personas están jugando, ocurre una suspensión de la realidad, un momento en que otras cosas pueden suceder.
C&AL: En tu obra Grande Jogo (Gran Juego), producida con el grupo MAPA:/, en el contexto de la Copa del mundo de 2014 en Brasil, ¿cómo fue articulado ese “círculo mágico”?
Froiid: Se organizó un partido de fútbol y se montó una cancha en Belo Horizonte, en una región donde ya había ocurrido una ocupación con una historia muy fuerte –una disputa que sigue hasta el día de hoy entre el mercado inmobiliario (un centro comercial con estética futurista) y los movimientos sociales. La cancha se montó siguiendo la propuesta del situacionista danés Asger Jorn, que creó el fútbol de tres lados, en el cual, no dos sino tres equipos deben enfrentarse en un campo de formato hexagonal, y sin juez; una figura que, para él, representaba la parcialidad de los medios y del Estado en la lucha de clases. El juego debía realizarse de manera que los equipos negociaran entre sí las reglas, sin interferencia externa. Entonces, pensé que podríamos hacer una Copa del Mundo con el campo de Asger Jorn y que todas las relaciones políticas del período de la Copa se reflejaran en la historia de esas arquitecturas. El juego (se puede ver el paso del tiempo en el video de registro) no tenía tiempo de duración establecidos, el límite era el agotamiento de los jugadores.
C&AL: En la exposición Onde a coruja dorme (Donde el búho duerme) (2019), retomas los “petelecos” (juegos de mesa donde se representan canchas de fútbol, generalmente montadas sobre tablas de menos de un metro, en las que los participantes utilizan los dedos para impulsar una pieza hasta la llegada del gol en el campo del adversario). ¿De qué manera las canchas aquí son metáforas de las relaciones?
Froiid: En la misma época en que pensamos Grande jogo, trabajé como profesor en San Tomé y Príncipe, y allí construí algunos petelecos con los niños. Cuando volví a Brasil, junto con el con el MAPA:/. tomamos este juego como base, pero nos propusimos la deconstrucción de los modelos del fútbol tradicional: así, retiramos o añadimos elementos gráficos, desarrollamos otros formatos de cancha que posibilitaran otras formas de jugar, y donde los participantes crearan las reglas. También ofrecíamos algunas reglas, pero bastante vagas, “se juega así, se gana así”. Pero, la verdad, es que no existe una forma de ganar, porque eso no es lo que importa. La idea era construir otro tipo de lenguaje, algo que te hiciera perder el control del juego. Y es que, ¿qué control es ese que parece que la gente tiene? ¿Control de qué? Peteleco es eso, ponemos el juego dentro de la galería y lo guiamos, pero juegas de la manera que quieras. Para finalizar ese proyecto, fue realizada la exposición Onde a coruja dorme (Donde el búho duerme). Tiene ese título que remite a la cultura popular, ya que en Brasil (donde el búho duerme) significa aquel punto de la viga (de una portería de fútbol) donde el arquero no consigue agarrar la pelota.
C&AL: É hora da onça beber água (Es hora de que el leopardo beba agua), tu obra expuesta en Belo Horizonte en este momento, remite a un momento decisivo, peligroso. Hay aquí una referencia a una estética muy popular y reconocible, que es la del “boteco”, pero introduciendo elementos de extrañamiento, como el propio tamaño de la mesa y el ruido incesante de las bolas. ¿Puedes hablar sobre eso?
Froiid: La obra construida para esta exposición consiste en una mesa de billar de 13.3 metros, con 14 huecos y 30 bolas. Cada vez que una bola entra en el agujero, el sonido es amplificado por micrófonos y altavoces. Además, se presentan dos videos, que consisten en el registro de la obra siendo activada por los funcionarios del Palacio de las Artes, donde ocurre la muestra: tres empleados de mantenimiento juegan billar hasta que no queda ninguna bola sobre la mesa, lo que dura una hora y media. Las paredes de la galería fueron pintadas en colores rojo y verde, que remiten a las pinturas de los comercios y bares populares, y cumplen una funcionalidad, la de preservar las paredes contra la acción ordinaria de los clientes, que colocan los pies, ensuciando la superficie.
Llevar esta funcionalidad al cubo blanco, al espacio de la galería, también es interesante. Finalmente, se clavan pizarras de tiza en las paredes, para que los jugadores marquen sus puntajes. La mesa de billar es parte del imaginario de cualquier brasileño: en las periferias se usa una mesita vieja, desregulada, manchada, con el paño rasgado, pero es un juego que ves tanto en el boteco como en un contexto mega profesional, como son los campeonatos internacionales, clase A. Ese extrañamiento, entre una estética y experiencia familiar –la mesa, la pintura, el sonido de la bola cayendo en el agujero– y una ampliación y desplazamiento de esos elementos es justamente lo que me interesa.
C&AL: Y estas otras posibilidades de mundo, ¿te interesan más como ejercicios imaginativos que como crítica?
Froiid: Sí, no es un trabajo direccionado. Cuando hablo de perder el control, también se trata de esto: cuando trabajas con un pentagrama, conduces el trabajo para llegar a un punto. No trabajo así: arrojo el punto a un universo de posibilidades, no me preocupa tener un punto final que defender. Aunque estas cuestiones también pasan evidentemente por mi producción, dado que trabajo con juegos que hablan sobre mi relación con el mundo –que también es política y emerge de una determinada perspectiva que ejercito y de las posibilidades que tengo.
Lorena Vicini es investigadora y gestora cultural. Actualmente es gerente de comunicación del Instituto Inhotim (Brasil), doctoranda en la Kunsthochschule Kassel e investigadora en Documenta Studies. Coordinó el proyecto «Episódios do Sul» (Episodios del Sur) y la Conferencia internacional » “Ecos do Atlântico Sul” (Ecos del Atlántico Sur), del Goethe-Institut, São Paulo.
Traducción del portugués de Catalina Arango