C&: ¿Qué experiencias en su nuevo hogar, Holanda, lo marcaron de modo significativo? ¿Y cómo se refleja esto en su arte?
KO: En Holanda hay algo que yo vinculo con la sobriedad. Es como si el estilo de vida y el paisaje no tuvieran lugar para el pensamiento mágico. En mi obra trato de reencantar el paisaje holandés y de introducir rituales afrocaribeños e «ideas mágicas». Así, la obra es un reflejo de mi intento por crear aquí un hogar, crear una idea de hogar.
C&: ¿Qué lo sigue fascinando de Curazao?
KO: Me fascina lo ricas que son nuestra historia y cultura. Es preciso entender que el sistema educativo todavía tiene resabios coloniales. Aprendemos nuestra historia desde la perspectiva holandesa y nuestras tradiciones y relatos se esconden bajo la alfombra. No hablamos de ellos. Por eso, al hacer mi propia investigación redescubro la isla y su historia desde una perspectiva afro. Y para mí, es una perspectiva honesta.
Lo que más me impresiona es cómo nuestros ancestros se las arreglaron para practicar su religión (que estaba prohibida en tiempos coloniales) delante de las narices de los colonizadores y sin que estos se dieran cuenta. Los rituales se volvieron una herramienta de protección y emancipación y subsisten hasta el día de hoy.