México

La Escuela del Fogón: la cocina como espacio de transformación social

La Escuela del Fogón explora la intersección entre la comida, la política y los movimientos sociales. Este proyecto dinámico combina arte, cocina y comunidad destacando la importancia de la cocina en el activismo y creando un archivo único de experiencias culinarias vinculadas al cambio social.

C& América Latina: ¿Cuáles son las ideas alrededor y sobre el fogón? ¿Cómo lo definirías para quienes no lo conocen?

Dea López: Me gusta mucho que me preguntes por que en Co.merr nos hemos enfrentado a la necesidad de traducir al inglés y si bien, fogón es un fuego grande, no sólo es eso, es un espacio, es un momento, es una estructura que puede ser bastante vernácula en su manera de construir. Es la idea de prender un fuego y esto tiene que ver con dar calor, acercarse, es una estructura de comunidad, por eso puede tener cualquier forma, dos ladrillos y palma seca o cualquier otra.

Es un sistema de acompañarse y un pretexto para estar sentados en un lugar y platicar mucho y a partir de ahí prender los fuegos: iniciar ideas, iniciar movimientos, compartir preocupaciones. También está la idea implícita de quemar, de transformar.

Al final dejamos el término en español y colocamos una nota al pie para compartir todas estas ideas que acompañan al fogón.

C&AL: ¿Por qué usar la idea de escuela para nombrar este proyecto, por qué sumarla a la idea de fogón?

DL: En el oficio de la cocina se aprenden muchas cosas. Me sorprende la cantidad de refranes. La transmisión de conocimiento dentro de la cocina es como una escuela y en este proyecto sumamos un análisis de las metodologías de las protestas. Trabajamos desde la desmaterialización de la práctica artística, pero en este caso decidimos expandir un archivo, que fue una manera de contagiar las maneras de generar cambios, sobre todo entre muchas infancias, lo que volvió a la exposición algo lúdico y se generó un programa público con la presencia del fogón.

Se dieron talleres, se compartieron conocimientos de todo tipo, porque en la cocina –al igual que en las luchas– hay metodologías en las que está presente la oralidad, los afectos funcionan y son completamente vigentes, se enseña haciendo. Esto es lo que concibo como la escuela, muy relacionado con mi práctica, ya que soy cocinera de oficio, no soy chef ni nada de eso. La cocina es un espacio de compartir y aprender.

C&AL: Relacionado con el concepto de escuela, usaron para este proyecto algo llamado la economía del fogón. Dos grandes campos del conocimiento y el comportamiento humano juntos en esta idea, ¿qué es para ustedes?

DL: He tratado de pensar la economía en términos afectivos, de tiempo, cómo hacer que un sistema sea redituable y sostenible y en el sentido de cómo se sostiene un fogón. Cómo, por ejemplo, en el caso de Cherán, se sostiene un espacio en donde tienes que dar de comer a todo un pueblo durante meses y meses: se trata de una economía en donde el trueque es válido, donde la donación es válida, donde las tareas se reparten. Cómo se logró dar de comer a tantes niñes en el programa de los Black Panthers, si no había ni un centavo ni apoyo de instancias públicas. Te das cuenta de que se trata de poner tiempo, esfuerzo, cuidado en las mesas, dar y saber que también recibes, no dinero ni bienes materiales sino el bienestar de la gente y eso es un sistema de economía.

Existen alternativas de organización en donde se reparten las labores, las obligaciones y todes obtienen beneficios al respecto y eso sostiene estas estructuras, como el juego de la pirinola en donde todos ponen.

Se abren otros canales, como la siembra, la cooperación, y también por eso nos enfocamos en talleres de siembra para las infancias. Ahí hay una inicio de economía bien punk en el que se dan cuenta de que, si siembran, se alimentan y de que se pueden desprender un poco de las reglas del mercado. Se nos olvida lo punk que puede ser sembrar alimentos.

C&AL: ¿Cómo recibieron las infancias que asistieron, las distintas actividades que se propusieron en el museo?

DL: De entrada se nos acostumbra a que en los museos no se toca, no se grita, no se habla y tienes que tener una actitud de recibir el arte. En el mundo del arte estamos con un chip bastante tajante de cómo debe de ser el espacio museístico y de repente tener un fogón en medio del espacio blanco, con salas con cristales gigantes y temperaturas controladas, un espacio frío, en donde se puede manchar, es cálido, puedes llegar a pedir leña para cocinar y de repente las salas del museo están oliendo a chile y las infancias están corriendo pero si les pides atención lo entienden y les puedes pedir que pelen [vegetales] , se arma una comedera y sobró y le tocó hasta al guardia. Es una dinámica muy distinta.

Tuvimos talleres de cocina y de siembra para infancias y fueron muy bien recibidos, gran parte del programa público de la exposición estuvo dirigido a infancias y siempre estuvo lleno de niños y niñas. Terminó siendo un buen pretexto para hablarles de anarquía a las infancias y lo tomaron con mucho amor porque había juego, había comida y plantas.

C&AL: En el texto de presentación se afirma que para cocinar como para protestar hay que poner el cuerpo, ¿cómo llegan a esta conclusión?

DL: No hay modo de que no pongas el cuerpo en la cocina y en la protesta. En el esfuerzo que implica, pones el cuerpo. Desde las huelgas de hambre hasta el uso del fogón, es poner el cuerpo porque ya nada más importa. La idea de acuerpar un espacio, acuerpar una situación es bastante poderosa, el poder del cuerpo, de saber que algo duele y de que aún así se está, de que es una misión tan importante que no hay otra forma más que poner lo que eres tú como cuerpo es algo que admiro mucho.

Y no se puede cocinar sin poner el cuerpo. Cocinar impacta en el cuerpo y la estructura del fogón que construimos fue pensada para ello. Como curadora de arte sé que normalmente en mi profesión no nos ensuciamos, no colgamos cuadros porque para eso hay un museógrafo, no hacemos la obra porque por eso hay un artista, somos la incógnita. Sin embargo, en el arte como práctica social hay que ensuciarse, está claro.

C&AL: ¿Es la Escuela del Fogón el inicio de un archivo de las luchas sociales a través de la cocina?

DL: Esta idea viene de mi pensamiento feminista, se trata de un archivo muy femenino, inicia en la fortaleza de la cocina y lo que sostiene lo doméstico. En esta premisa llevada a lo familiar y luego a un movimiento, hay que entender la figura de lo político dentro de lo doméstico. Los movimientos que nos presentan los guerrilleros en donde Ellos son los héroes, encapuchados con armas, son imágenes muy fuertes, violentas, cuando en realidad la columna vertebral del movimiento es otra.

Sostener un movimiento seis meses, diez meses, mucho tiempo es algo de un día por vez y ahí está la comida diaria, el desayuno, están las cotidianidades, la política de la cotidianidad, ahí empieza este archivo.

Ahora con el equipo de Co.merr estuvimos discutiendo que estaría en la muestra. Tuvimos que tener claro qué movimientos incluiríamos en este primer momento y esto tiene que ver con historizar esta clase de procesos vinculados con lo doméstico. De pronto los criterios de los archivos tienen que ver con los objetos, qué crees que es importante guardar y lo que nos interesa mucho en esta detonación es que este archivo se compone tanto de elementos orales como otros objetos raros, elementos que cuentan historias que no son tomadas en cuenta.

En el caso de los movimientos contados a través de la cocina hay elementos que están desperdigados. Cuando logras conjuntarlos puedes mapear. Ahora tenemos quince movimientos registrados y dos metodologías de protesta. Una de las ideas de este archivo es tener diferentes formas de lectura de los movimientos, desde el ecofeminismo hasta los proyectos dedicados a infancias. Queremos que esto se pueda leer de muchas formas. Hay mucha gente investigando sobre estos temas y eso nos ayuda a compartir esta práctica del archivo porque nosotros no podemos hacer todo el archivo, eso es bastante soberbio. Por el momento vamos a trabajar en un proyecto editorial y la exposición puede imprimirse completa con una impresora semi profesional y con papel de saldos de una papelería y el archivo es de uso libre.

Heriberto Paredes Coronel (Tlaxcala, 1983), fotógrafo y periodista independiente mexicano, dedicado a documentar procesos organizativos en comunidades indígenas, búsqueda de personas desaparecidas y temas medioambientales en México. Ha colaborado con medios de comunicación nacionales e internacionales y ha dirigido cortos documentales. 

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