Queremos dejar la cuestión del fin de lo contemporáneo
como se deja una huella, un testamento;
en la esperanza de que alcance su identificación
y que quede para nosotros como un memento
una base mnémica y una dirección
para continuar caminando con un otro,
esta gramática del tiempo,
en el movimiento de precedencia,
hacia la eclosión de decoloniales mundos de significado.
C&: EN 2017, usted coordinó un taller sobre el “Fin de lo contemporáneo” y la decolonización del tiempo. ¿Desde qué perspectiva cuestiona los regímenes temporales centrados en Occidente?
Rolando Vázquez: Uno de los problemas esenciales de lo contemporáneo es su temporalidad, que ha implicado la negación de pasados múltiples, de historias y ha estado involucrada en la colonialidad, en la borradura de otros mundos de significado. En el taller no examinamos la noción de “post-contemporáneo”, sino más bien la posibilidad de desplazarnos hacia adelante y concluir lo contemporáneo, abrir la multiplicidad de historias que han sido reprimidas por lo contemporáneo, reprimidas por su poder normativo y su control sobre los campos de legibilidad.
C&: También otros investigadores hablan del “fin de lo contemporáneo”. Pero ¿dónde exactamente estamos ahora?
RV: Algunos críticos de la temporalidad moderna han mostrado que al “otro” se le negado un espacio en el presente. Pensadores como Johannes Fabian abogan por una diversificación del presente, de modo que se vuelva un espacio donde puedan coexistir diferentes experiencias y estéticas. Esa es, de hecho, una estrategia muy valiosa. Sin embargo, desde la perspectiva decolonial queremos desafiar la constitución misma de lo “contemporáneo” y su noción de presente como campo de legibilidad y reconocimiento.
Ser consciente de la división moderno/colonial y de la herida colonial significa subrayar la importancia de superar la normatividad de los espacios dominantes, de modo que las historias que han sido silenciadas puedan encontrar un espacio donde volver a emerger, un espacio de dignificación. La herida colonial como postura geo-genealógica nos da una posicionalidad que se distingue de la que impera en lo contemporáneo. En el taller exploramos la fuerza normativa que tiene lo contemporáneo. Vimos, por ejemplo, la paradoja de algunos artistas que efectivamente son aceptados en espacios dominantes contemporáneos, y sin emnargo el significado más profundo de sus obras pasa desapercibido. En este caso, la obra tiende a reducirse a la “superficialidad” específica y a la legibilidad de lo contemporáneo. Fabián Barba habló sobre estas tensiones en un sistema que dice ser extremadamente abierto pero no deja de excluir experiencias. No es que simplemente enunciamos el fin de lo contemporáneo en un nivel discursivo sino que…
C&: …¿se interrogan cómo ponerlo en práctica?
RV: El “fin de lo contemporáneo” debe enfrentar las prácticas particulares y mecanismos de poder con los que lo contemporáneo se ha establecido a sí mismo como campo y subestima y margina de modo sistemático otros movimientos hacia lo real, movimientos que no pertenecen a la genealogía occidental de percepción y recepción.
C&: El término “decolonial” es muy frecuente en estos días pero a menudo se lo usa con poca claridad. Muchas instituciones parecen pensar que es tiempo de hablar sobre la decolonización de sus colecciones y programas. Yo soy escéptico en cuanto al alcance real en sistemas e instituciones. Después de todo, ¿qué pasará cuando se acabe el apoyo y financiamiento de esos abordajes críticos? ¿Qué ocurrirá cuando la moda pase?
RV: Ese es otro problema que abordamos. Nos preocupa que lo decolonial se esté volviendo una moda, el términos a veces se usa como sinónimo de deconstrucción, otras se derrumba en lo postcolonial. En muchos estudios ya no hay distinción alguna. Nosotros hemos estado introduciendo de modo sistemático las distintas cuestiones que la decolonialidad aporta mediante continuas investigaciones en ese campo y mediante las actividades de nuestros grupos aquí en Europa: el Black European Body Politics curado por Alanna Lockward y la Decolonial Summer School coordinada por Walter Mignolo y por mí. Son espacios en los que nos convertimos en un colectivo que no obedece las barreras disciplinarias o institucionales sino que comparte un ethos decolonial. Juntos cubrimos un amplio espectro de pensamiento encarnado y experiencia que nos da bastante certeza en nuestras prácticas estéticas e intelectuales.
Cada uno de nosotros tiene diferentes estrategias de dar nuevo sentido a los significados y simbolismos hegemónicos. También vemos la necesidad de desarrollar no sólo estrategias de cuestionamiento sino también espacios autónomos. Estuvimos muy agradecidos cuando Berno Odo nos invitó a crear este taller en MaerzMusik, festival de música contemporáne en Berlín. El taller se convirtió para nosotros en un espacio autónomo.
C&: Volvamos a la definición de decolonial.
RV: Bueno, no creo que pueda dar una definición pero puedo explicar de dónde viene el término y qué significa para mí. El esquema modernidad/colonialidad se originó en el pensamiento latinoamericano. El filósofo Enrique Dussel, por ejemplo, explicó que el concepto de Europa tal como lo entendemos no puede existir sin las colonias. Así ayudó a situar el inicio de la modernidad en el comienzo de los tiempos coloniales, fechado simbólicamente en 1492. Era la época en que Europa se concebía a sí misma como el centro del mundo. Esto significa que las condiciones para que Europa se convirtiera en el modelo de civilización no pueden separarse de la expansión colonial. Europa se constituyó a sí misma negando al otro. Lo decolonial es una respuesta a esto.
La mayoría del pensamiento crítico occidental es intramoderno. Lo decolonial aporta una crítica desde afuera. Walter Mignolo ha mostrado que no hay modernidad sin colonialidad, no hay Renacimiento sin esclavitud, que Occidente ha controlado el lugar de enunciación y toda representación del mundo. No hay historia de progreso o desarrollo de la civilización sin la historia de la esclavitud, de la extracción, de la dominación. En el plano económico, la Europa que se volvió el centro del mundo no puede ser separada de la plantación. Por eso es fundamental para nosotros que se vea que la colonialidad no es una aberración de la modernidad sino su fondo constitutivo.
C&: ¿Hay una perspectiva feminista?
RV: El feminismo decolonial ha sido fundamental para el desarrollo de nuestro campo. Maria Lugones muestra cómo el poder del sistema moderno colonial no es sólo sobre territorios y recursos, sino también sobre nuestros cuerpos. Y hay muchas otras voces. Catherine Walsh, por ejemplo, está haciendo un trabajo increíble en el campo de la transformación pedagógica. Todos esos recorridos de pensamiento y acción a menudos son ignorados cada vez que, por ejemplo, un museo utiliza lo decolonial sin hacer referencia a las décadas de trabajo que hay detrás.
C&: ¿Para usted cuándo concluye la modernidad? ¿O todavía continúa?
RV: La modernidad todavía continúa. En nuestro campo, el concepto de modernidad se usa de un modo particular. Y esto lleva a algunos malentendidos cuando los pensadores críticos europeos lo leen. Nosotros usamos el término para nombrar el proyecto occidental de civilización. Es un nombre que Occidente se dio a sí mismo. Queremos develar la modernidad como un concepto importante para situar el proyecto occidental de civilización y hacer visible su poder sobre la vida, sobre la vida de la gente y de la tierra.
C&: ¿Es por eso que evitan el uso del adjetivo?
RV: La cuestión para nosotros no es el modernismo, ni el hecho de ser o no moderno. La modernidad ha significado el control del mundo por la genealogía occidental de pensamiento, de poder, de estética, de subjetividad, de toda esa clase de cosas… La modernidad controla el discurso sobre sí misma, el discurso visual, sonoro, textual… Produce un sistema de representación que se constituye él sí mismo como realidad. Y, algo importante, vela su violencia, borra sus entramados con la colonialidad. Esto se vuelve tangible en el producto, la mercancía, ¿correcto? La mercancía exhibe su marca, su cualidad de cool pero oculta el proceso de explotación, de destrucción que hay detrás. No quieres ver la gente que está sufriendo para producir tu ropa o el despojo de tierra y los monocultivos que hacen disminuir las especies y los bosques pero son necesarios para la producción de algodón. Entonces, el discurso tiene la función de borrar la borradura, de negar la negación. Es lo que yo llamo la doble negación de la modernidad. Decolonialidad implica el proceso de degradar la modernidad, es decir, de bajar a la modernidad de la hybris de su autorrepresentación.
C&: ¿Cómo la investigación decolonial puede apuntar en nuevas direcciones?
Las metodologías occidentales trabajan sobre la representación de la realidad. Una línea de cuestionamiento que sólo reproduce de modo mimético el orden social e histórico dominante. En cambio, la investigación decolonial pregunta por lo que se ha perdido: por lo que ha sido explotado, extraído, negado en su dignidad, en su existencia. Cuestiones todas que no provienen de una perspectiva eurocéntrica sino de la perspectiva de aquellos que han vivido en la colonialidad. Así, el término colonialidad ya señala un giro epistémico. Siguiendo a Adolfo Aban Achinte, consideramos lo decolonial como un movimiento de re-existencia. Y ahí es donde distinguimos la aesthesis decolonial de lo contemporáneo. La aesthesis decolonial aparece bajo el signo del retorno: retorno de recorridos reprimidos, de las historias y vidas y experiencias de gente a la que no se le permitió ser mundo, volverse realidad histórica del mundo.