El artista indígena Jaider Esbell tuvo su primer encuentro con el arte a través de las historias que su abuelo le contaba sobre la cosmología macuxi. En una entrevista, habla de su interés en ofrecer una mayor comprensión de los universos indígenas y blancos a través del arte.
Jaider Esbell, Una conversación sobre las entidades intergalácticas para decidir el futuro universal de la humanidad, 2021. Foto: Filipe Berndt / Galeria Millan
Vista de la exposición "Raku," presentación: Ruku - Jaider Esbell. Foto: Filipe Berndt / Millan Gallery.
C&AL: ¿Podrías contarnos un poco sobre la historia del pueblo makuxi y cómo surgió el arte en tu vida?
Jaider Esbell: los makuxi son una nación indígena del tronco lingüístico karib, que conviven con otros pueblos, aún hoy, en la región del Circun-Roraima, y que tiene su Centro Cosmológico en el Monte Roraima. Por lo tanto, son un pueblo transfronterizo distribuido más allá de Roraima, en el extremo norte de Brasil, en Guyana y en Venezuela. En Brasil, tienen una población de más de 30 mil personas. Hoy los makuxi viven en diferentes contextos sociales, culturales y políticos. Recientemente, celebraron la demarcación y homologación de parte de su territorio ancestral, resultado de una lucha que librearon durante más de cuatro décadas. Se trata de la tierra indígena Raposa Serra do Sol, el lugar donde nací y crecí. Somos los hijos y nietos del Demiurgo Makumaimî, una de nuestras “deidades”. Los Makuxi tienen una cosmología compleja. Incluso en la primera infancia recibí de mi abuelo parte de esa “mitología” y, es desde ese momento, que considero que me encontré con la idea de arte.
C&AL: ¿Cómo se cruzan la literatura y las artes visuales en tu producción?
JE: Mi gente tiene tradición oral, somos unos narradores excelsos. Nuestros mayores siempre han dibujado en las piedras como una forma de integrar las potencias de los signos para generar comunicación. Hemos estado caminando en el mundo desde tiempos inmemoriales. Para nosotros, tanto el arte como la literatura, e incluso las artes visuales, integran un solo cuerpo de medios, que aplicamos en nuestra dinámica de paso por el mundo, tanto en nuestra propia relación interna, como pueblo, como en nuestra relación con pueblos vecinos de otras etnias. La introducción de la grafía a nuestro idioma no nos hizo dejar de contar historias. Con esta, encontramos una forma más de seguir narrando e ilustrando. Como artista makuxi, busco ejercer estas habilidades.
C&AL: En obras como “Pata Ewa’n – O coração do mundo” (Parta Ewa’n – El coroazón del mundo), “A árvore de todos os saberes” (El árbol de todos los saberes) y “Conhecimento e dignidade” (Conocimiento y dignidad) vemos presente la cosmología makuxi. ¿Cómo articulas el mundo indígena y el mundo blanco en tu producción?
JE: Mis abuelos eran esclavos en las granjas de los invasores, así que nací en dos mundos, literalmente. Me doy cuenta de que aparte de las presiones e imposiciones del mundo blanco sobre mi mundo ancestral, es decir, el mundo indígena; hay un doble interés entre estos mundos. Con mi obra de arte, creo que puedo ayudarles a ambos a esta comprensión mínima. Las artes pueden acercar mundos, eso para mí es un hecho. Mi investigación también me lleva a creer que, incluso aparentemente fusionados, estos mundos no se confunden o se funden. Dado que tengo acceso a ambos mundos, busco construir una conciencia de que “naturalmente” estoy siendo educado por ambos para ser cada vez más un vehículo, un medio, un canal de disfrute y distinción.
Jaider Esbell, Maikan y Tukui (Raposas e Beija-flores), 2020. Foto: Filipe Berndt / Galeria Millan
Las artes pueden acercar mundos, eso para mí es un hecho.
C&AL: El color es un elemento llamativo en su trabajo. ¿De dónde viene tu paleta de colores? ¿Qué tan importante es el color para ti?
JE: La energía de los colores me alimenta el alma. Mi alma está completamente coloreada, porque así es como mi abuelo ancestral makunaimî me lo muestra. Somos de un linaje que tiene en la transformación las bases de nuestra forma. Por lo tanto, los colores son como el sonido de nuestra música, nuestra plataforma para existir y proporcionar existencia. Hemos estado en otras épocas en total oscuridad y fueron los fragmentos de luz los que nos guiaron en la travesía. Cuando sobrevivimos a los tiempos oscuros, los colores que nos mantenían vivos se expandieron vertiginosamente. No sabemos cómo vivir en un mundo pastel, o gris, o negro o blanco. Preferimos el colorido.
C&AL: En tu reciente exposición en la Galería Millan, te vuelcas sobre el árbol de pajé en tu trabajo. ¿Qué significa el árbol de pajé y por qué decidiste trabajar con él como lema?
JE: Para nosotros, el artista y el pajé, al principio, son la misma persona o ser. No hacemos distinción entre sus funciones. Con el avance del pensamiento colonial eurocéntrico entre nosotros, comenzamos a caer en las trampas de encontrar que hay distinción entre sus funciones. Con la noción de arte a nuestro favor, podemos, como pueblos indígenas, vislumbrar la posibilidad de traducción, o de acercamiento a nuestra propia naturaleza. Ahora bien, si me preguntas si soy, entonces, artista y pajé, digo que no, aunque sé que al manipular públicamente los efectos de jenipapo, hablo al mismo tiempo de todo.
C&AL: ¿Cómo ves el arte indígena contemporáneo? ¿Qué camino hay que seguir para que el arte indígena tenga más espacio?
JE: El arte indígena contemporáneo ha ido construyendo su espacio, en su propio tiempo, porque, como dije, es un sistema plural propio. Creo que hemos construido, en las últimas dos décadas, un viaje fabuloso, aunque todavía no se ve exactamente por falta de traducción, comprensión, racismo y discriminación entre otros conceptos erróneos de relación. La traducción es un espacio que nos interesa mucho. No pensamos en los «espacios del arte» como espacios a alcanzar, ya ocupados. Cuando digo que tenemos nuestros propios sistemas de arte, y están donde deberían estar, que son nuestras comunidades, tal vez me refiero a que esta es una invitación para el otro, el “Blanco”, a entrar en nuestro universo por la puerta principal. Y, para decir esto, todavía tenemos que salir de nuestras casas para entrar ceremoniosamente en el blanco “espacio del arte”, y decir que también tenemos qué mostrar, pero a nuestra manera, con nuestros protocolos.
Jaider Isbell, It Was Amazon, 2016. Cortesia do artista.
C&AL: En tu serie “Era uma vez Amazônia” (Era una vez Amazonía) llamas la atención sobre las diferentes prácticas que están destruyendo la selva. Para ti, ser un artista, ¿es también una forma de activismo político?
JE: Tengo toda la certeza de que lo es. Si los artistas indígenas no piensan y actúan de esta manera, probablemente repitan el error del colonizador. Si no tenemos la noción clara de que necesitamos detener la destrucción de la fuente de la vida, no solo por nuestro propio bien, sino también por el bien general de todas las formas de vida, sin distinción, entonces no estamos haciendo artivismo. Esto sería y es, tal vez, revanchismo, ilusión, intento de venganza, desorden socio-cosmo-político, apartheid inverso, otra forma de locura y obsesión.
Jaider Esbell es productor cultural, curador, escritor y artista de origen macuxi.
Camila Gonzatto escribe sobre cine, literatura y artes visuales para varias revistas y publicaciones académicas. Es miembro del equipo editorial de Contemporary And América Latina.
Traducción del portugués de Catalina Arango