C&AL: ¿Qué significa hacer arte con temática afro en Venezuela?
FP: Yo vendí mucha obra antes, con el tema de Disney, pero gente que me apoyó, ahora ya ni me saluda. Quieren que uno hable de danza, de música. Aquí hablar de esclavitud no es fácil. Por eso intento no ser leído como resentido y cuento la historia con un guiño. No voy a cambiar la historia, solo estoy diciendo lo que pasó. En Venezuela hay que tener cuidado en cómo decir las cosas. Para mí es más fácil vender afuera. Aquí no me toman muy en cuenta, aunque hay curadores, artistas, que me ayudan. En Venezuela está difícil. Los museos están en malas condiciones, cierran por falta de recursos.
“El guiño”. En el cuadro, de fondo negro, unos labios rojos sonríen con dientes blancos, dientes dorados. Jonathan Square, crítico de arte y profesor, escribe: “Francisco tiene un abordaje respetuoso y a la vez irreverente de la historia afroindígena venezolana. Homenajea su herencia cultural a la vez que la interroga con un humor oscuro. La sonrisa con el diente de oro es una referencia a la iconografía racista, pero Francisco le cambia el significado convirtiéndola en la sonrisa pícara del cimarrón”. La pieza fue adquirida por el Museo MOCADA, de Brooklyn.
C&AL: Basquiat es una presencia importante en su obra ¿Cómo es su diálogo con artistas de la diáspora?
FP: Yo siempre estoy pegándomele al zapato a gente que sabe. Me obsesioné con Basquiat y quería usar su corona, intervenirla, así que le escribí a Al Díaz, su colaborador en la época de Samo. A Al le encantó la idea y me dejó usar la corona. También le escribo a otros artistas, a José Bedia, cubano. Colaboro con una plataforma, Africanah, y por allí descubro la escena: artistas brasileños, caribeños. Umar Rashid, afroestadounidense, es buen amigo. Aprendo conversando con la gente.
A 30 km al este de Caracas está Barlovento. Durante la colonia, allí prosperaron las plantaciones de cacao. Allí eran traídos esclavizados desde el Congo y Angola. Allí, esos esclavizados huían para formar cumbes, palenques. En Barlovento nació el abuelo Pinto. Francisco, el pintor, no sabe mucho más de él.
El cimarrón que sonríe es un emoji redondo, negro, con boca roja, que Pinto usa para marcar las fachadas de museos y galerías privadas: “que sepan que por aquí pasó el cimarrón”.
El cimarrón también es el personaje de una serie de collages en los que mezcla referencias del cómic y los archivos coloniales.
“El cimarrón, en la selva, huido, se convierte en un ciborg, un súper hombre”, dice Pinto.
Pinto también dice que creó esa serie después de leer sobre las mutilaciones del rey belga Leopold en el Congo.