Brasil es el país que más esclavos tuvo en América. Un grupo de artistas, curadores e investigadores visitaron Ghana en búsqueda de historia.
Escena callejera, Brazil Road, Días de Estudio en Accra, abril de 2016. Cortesía de la 32a Bienal de São Paulo.
El artista Serge Attukwei Clottey en su estudio de Labadi, Días de Estudios en Accra, abril de 2016. Foto: Gabi Ngcobo. Cortesía de la 32a Bienal de São Paulo.
Días de estudio en Accra, abril de 2016. Thiago de Paula Souza (derecha), docente e investigador del Museu Afro Brazil, con la artista Dineo Seshee Bopape (izquierda), Días de Estudio en Accra, abril de 2016. Cortesía de la 32a Bienal de São Paulo.
Para esta pieza sugeriría como banda sonora Alright de Kendrick Lamar.
Imaginemos lo conflictivo que puede ser para los jóvenes brasileños negros crear su identidad cuando crecen rodeados por una mayoría de referencias negativas sobre la negritud.
Brasil recibió más esclavos que cualquier otro país en América: alrededor del cuarenta por ciento de la gente forzada a dejar el continente africano entre los siglos XVI y XIX fue traído aquí. Fuimos el último país del hemisferio sur en abolir la esclavitud y somos, después de Nigeria, el país con mayor población negra del mundo. El tráfico humano creó una compleja y espantosa red que se extendió casi por cuatro siglos y tuvo enorme influencia en la formación de la sociedad brasileña y en muchos de sus aspectos culturales.
La historia oficial brasileña todavía silencia el liderazgo negro en las luchas por la abolición. Y los libros de texto reproducen ampliamente a los hombres y mujeres esclavizados sólo en posición de sumisión, deshumanizados e ignoran las numerosas rebeliones que se produjeron especialmente a lo largo del siglo XIX. Como resultado de estas rebeliones surgió lo que se convertiría en uno de los momentos más icónicos de todo el período esclavista: la deportación a África occidental de antiguos esclavos. Este retorno se dio sobre todo entre esclavos africanos y nacidos en Brasil que vivían en Bahía, donde se produjeron los principales levantamientos. En ese período la región tenía un considerable número de musulmanes negros, esclavos y libres, que participaron en distintas rebeliones. En 1835 tuvo lugar el alzamiento de los Malê, que terminó en duros castigos para los involucrados y la deportación para los esclavos liberados. Lo mismo ocurrió a muchos que no necesariamente habían participado en las rebeliones, pero fueron vistos como una amenaza para el Imperio.
El artista Serge Attukwei Clottey en su estudio de Labadi, Días de Estudios en Acra, abril de 2016. Foto: Gabi Ngcobo. Cortesía de la 32a Bienal de São Paulo.
Fue en esos momentos de tensión que se envió a los primero grupos de esclavos liberados a Acra, la capital de Ghana, y se los asentó en Jamestown, uno de los sectores más antiguos de la ciudad. Dadas sus habilidades técnicas pudieron involucrarse en diversas actividades como joyería, construcción, agricultura e incluso el tráfico humano que se practicaba ampliamente en la región. Esto probaba una vez más la compleja red social que se había formado en torno al tráfico transatlántico de esclavos. Con poco dominio de los lenguajes locales, ese grupo a menudo usaba la expresión “tá bom, tá bom” (“está bien”, en portugués) cuando tenían dificultades para comunicarse. Por esa razón los otros residentes los llamaron la gente “Tabom”.
En abril, como parte de la 32a Bienal de São Paulo, 2017, un grupo de artistas, curadores e investigadores desarrolló los llamados Días de Estudios en Acra. La consigna inicial fue buscar recuerdos, posibles continuidades y huellas dejadas por los Tabom y hacer frente a los fantasmas coloniales que rondan por el barrio de Jamestown.
Entre seminarios, paseos por Labadi y una visita al Mercado de Makola, tuvimos un encuentro con un grupo de artistas locales en la Brazil House, situada en la Brazil Road de Jamestown. La casa es parte de un complejo arquitectónico construido por los Tabom. Después de los trabajos de renovación de 2005, que coincidieron con una visita del entonces presidente brasileño Luís Inácio Lula da Silva, ahora funciona como una especie de centro cultural. Rodean el edificio las ruinas de lo que alguna vez fueron plazas públicas donde se vendía a los esclavos. Resultó muy claro cómo esos espacios que alguna vez fueron fundamentales para la economía local ahora están completamente abandonados, casi como un intento por borrar un período del que nadie está orgulloso. Los fantasmas estaban allí, pero no los Tabom.
Días de estudio en Acra, abril de 2016. Thiago de Paula Souza (derecha), docente e investigador del Museu Afro Brazil, con la artista Dineo Seshee Bopape (izquierda), Días de Estudio en Acra, abril de 2016. Cortesía de la 32a Bienal de São Paulo.
Después de su llegada, los Tabom recibieron ciertos privilegios y participaron de diversas actividades políticas y comerciales que los ayudaron a construir su propia red de influencia. Esto les aseguró algún tipo de prestigio en la sociedad de Ghana y poco a poco fueron abandonando esa región que había sido la primera en acogerlos.
Aunque yo contaba con que eran mayoría en Ghana, la presencia de la gente negra en las calles de Acra me sorprendió. El haber crecido en Brasil y el estar acostumbrado a ver hombres y mujeres negros en tareas domésticas o asumiendo papeles en la base de la pirámide social tuvo un efecto nocivo en mi imaginación. Por eso fue una sorpresa encontrar ahí jóvenes artistas negros, curadores negros e investigadores negros. Al final, me di cuenta de que los fantasmas coloniales estaban muy vivos dentro de mí, y que las cosas aún estaban muy lejos del “tá bom”.
Thiago de Paula Souza vive en São Paulo y es docente del Museu Afro Brazil. Su investigación actual se enfoca en relaciones raciales, arte africano y afrobrasileño, y en la representación del arte africano y de la diáspora africana en regiones de habla alemana.
Traducción de Nicolás Gelormini