Minia Biabiany (1988) ha convertido la costumbre del trabajo manual en uno de los motores de su trabajo artístico. Esto es extensión de su bagaje familiar: «Mi infancia fue influida por mis padres, quienes son personas que, si necesitan algo, siempre van a contemplar la posibilidad de hacerlo ellos mismos». Originaria de la isla de Guadalupe, en el Caribe francófono, Biabiany es egresada de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de Lyon, y precisamente su obra tiene como telón de fondo la relación colonial que existe entre la metrópoli y el territorio de ultramar.
La correspondencia que la artista establece entre su constante cuestionamiento de la realidad, sus propias raíces y el mundo que habita, es política y poética, y se apoya siempre en lo material, lo táctil. «A mi padre y a mi madre les gusta construir sus cosas, y eso impactó mucho mi relación con el trabajo y con la materia”, dice Biabiany. “Me gusta hacer las cosas yo también con las manos”.
C&AL: ¿Qué papel juegan los archipiélagos, las islas y el mar en tu identidad guadalupense y como artista?
Minia Biabiany: Lo que me viene a la mente es la figura del barco, que en nuestra identidad caribeña es fundamental. Nuestros ancestros fueron traídas y traídos en barco. Este territorio está fragmentado y unido por el mar y eso ha funcionado como un modelo cambiante, en donde no hay una sola perspectiva. Desde el territorio guadalupense, donde sea que estés, en cualquier isla del archipiélago, puedes ver otra isla, nunca estás en la situación de la isla aislada.
Esto ha impactado mucho en mi percepción del espacio y la manera que tengo de pensar una instalación y el desplazamiento del espectador al interior de la instalación. Me gusta organizar la mirada, pensar en su coreografía. La manera de organizar los elementos dentro de las instalaciones está ligada a la forma del archipiélago. En mi trabajo me interesa jugar con la precepción del espacio y con la manera que tenemos de recibir lo que experimentamos a través de los sentidos, del cuerpo.