C&AL: ¿Cómo se vincula el papel de la naturaleza con tu interés de hablar de una sociedad y cultura atravesadas por un sistema colonial?
MB: La naturaleza podría leerse como un cliché caribeño de lo tropical, pero en realidad tiene una agresividad constante y lenta, que penetra cualquier material orgánico. El sistema colonial en específico está construido desde un modelo de asimilación y no un modelo de integración. Este modelo pasa por un proceso de deshumanización del hombre, de la mujer, del ser humano, y pasa por la fuerza y la violencia física en el sistema de plantación, pero también por una violencia mental que transmite de manera sutil, que no es menos violenta. Este tipo de violencia la sigo observando en Guadalupe hoy.
Uno de los aspectos más llamativos del sistema colonial es que la gente ya no está conectada con su territorio, no conoce su flora y su fauna, su poder de sanación, sus fuerzas. El hecho de trabajar con objetos visualmente poéticos me permite, también, hablar de temas políticos sin entrar en la agresividad o en una situación frontal. Creo que la relación que tengo con la naturaleza pasa por un proceso de observación que se nutre de otros procesos.
La naturaleza tiene este papel porque es una fuente de fuerza y una fuente de respuestas. La naturaleza juega un papel de soporte para hablar del tema de la contaminación de los suelos, por ejemplo, en Guadalupe. Gracias al monocultivo de plátano se usó un pesticida y contaminó el suelo, los ríos, el mar, los peces y obviamente a los humanos y su comida. Lo mismo pasa en Martinica. Es una contaminación que se hizo gracias a que el Estado francés dio las autorizaciones, sabiendo perfectamente que estaba intoxicando a una población entera a niveles muy grandes.
El árbol de plátano para mí es esa figura de cómo el colonialismo francés está operando en nuestros cuerpos hoy, pero también con esta planta me interesa hablar de la sanación. A partir de la flor de plátano se puede sanar al útero. Para mí, es una posibilidad de hablar de sanación, de hablar de la relación que tenemos con la sexualidad, porque la contaminación de los suelos toca a lo más íntimo, a los órganos sexuales de la población, ataca a los cerebros de los niños, es un gran escándalo ecológico y humano.