En busca de una liberación de la geografía mental colonial, el festival propone nuevas formas de ver y concebir el mundo que, sin embargo, aún no están históricamente disponibles para nosotros.
Conjunto de esculturas de hierro de la serie 'Cómo poner aire en las palabras', de Rebeca Carapiá. Foto: Julia Thompson. Cortesía Valongo Festival Internacional de la Imagen.
Estudios de la naturaleza muerta, Adriano Machado. Foto: Marina Lima. Cortesía Valongo Festival Internacional de la Imagen.
Sauna Lésbica, Malú Avelar. Foto: Marina Lima. Cortesía Valongo Festival Internacional de la Imagen.
Instalación Horizon, Eric Magassa. Foto Julia Thompson. Cortesía Valongo Festival Internacional de la Imagen.
Fue como un consejo de despedida, que escuché por primera vez en la voz de la hermana de mi madre, mi madrina Darlúcia: “Lo mejor del viaje es la demora”. Partiendo rumbo a lo desconocido, poco a poco me fui dando cuenta de que esas palabras, debido a la fuerza simultáneamente ancestral y circunstancial que portan, estaban siendo activadas para transmitir el conocimiento incorporado y común, preservado a lo largo de muchos años en mi propia familia. Esa fuerza de evocación colectiva se perpetúa tanto por la transmisión temporal, al atravesar generaciones, como por la experiencia espacial en nuestros desplazamientos y encuentros en el aquí y ahora.
A partir de los estudios del cantor, compositor y especialista en literatura Tiganá Santana sobre la traducción del libro Cosmologia africana dos bantu-kongo: princípios de vida e vivência, del escritor, profesor y guía espiritual congoleño Bunseki Fu-Kiau, y de las reflexiones sobre los “performances de la oralitura”, de la profesora Leda Maria Martins, logré comprender ese dicho de mi tía, cargado de ritmo y poesía, como una palabra-frecuencia: las ondas y radiaciones impregnadas en el acto de proferir la frase reafirman la creencia en su poder de realización. De este modo, la experiencia manifestada en el lenguaje sólo podrá ser realizada y decodificada por aquellxs que comparten determinada forma de ser y vivir culturalmente: según Fu-Kiau, la comprensión sólo es posible para aquellxs que pueden “experimentar y sentir la belleza de la radiación [n’niènzi a minienie].”
Formas de expresión disidentes
Habiendo pasado más de un año desde el episodio mencionado arriba, puedo decir que lo que ese idioma me dio, además de la comprensión de que es necesario quedarse sin respuestas, fue un conjunto de reflexiones que me llevaron al nombre – Lo mejor del viaje es la demora – del Valongo Festival Internacional de la Imagen 2019. Realizado el pasado noviembre en la ciudad de Santos, estado de São Paulo, el festival partió de la encrucijada curatorial: conocimiento incorporado y común, múltiples dimensiones temporales, el desplazamiento como coreografía y ejercicio de lenguaje.
Tomando en consideración la búsqueda por liberarnos de una geografía mental colonial, la idea era traer, como provocación, el intento de imaginar formas de ver y concebir el mundo que todavía no están históricamente disponibles para nosotros. Se trataba de desafiar los principios universales de la racionalidad, entender cómo la errancia, la deriva y la desorientación pueden generar la creación de desvíos en las normas de los lenguajes, de manera que sea posible encontrarnos con formas de expresión disidentes, sobre todo partiendo de las diversas identidades itinerantes que forjamos cuando estamos en permanente estado de desplazamiento.
Programa de residencia artística
Dialogando con las instalaciones portuarias del centro histórico de Santos para espacializar las imágenes, palabras, sonidos y cuerpos en sus ruinas, calles, muelles y monumentos, más de treinta artistas e investigadores abordaron el potencial visionario de imágenes creadas a partir de nuestro conocimiento incorporado y común. La investigación, realizada en el contexto del programa de residencia artística del festival, culminó con tres obras site specific.
La primera de ella, de Eric Magassa, artista franco-sueco de familia senegalesa y malí, explora, a través de esculturas, pinturas, videos y fotografías, en una paleta de colores vibrantes y elementos pictóricos abstracto, relaciones en torno a las memorias locales y atlánticas, debate el papel de Suecia en la colonización y plantea cómo los artefactos africanos coleccionados por museos etnográficos fueron apropiados y violados dentro de la lógica de la racionalidad moderna occidental.
Por su parte, la artista Malú Avelar propone el proyecto de imaginación política Sauna Lésbica. La instalación parte de la creación de un espacio conceptual y político imaginario que se organiza a partir de negociaciones colectivas y propositivas para pensar, a través del arte contemporáneo, las lesbianidades, el cuidado de sí, y es a la vez un punto de encuentro y celebración de los cuerpos disidentes en sus diversas formas de expresión.
Recorriendo su experiencia con la herrería y materiales como el cobre y el hierro, la artista Rebeca Carapiá presenta la seria Como colocar ar nas palavras. A través de una instalación compuesta por dibujos y esculturas de gran dimensión, la artista viene creando toda una cosmología en torno a los conflictos de las normas del lenguaje y del cuerpo, y lleva a cabo así una deconstrucción de las feminidades para crear otros modos de hablar de la diferencia sin explicarla.
Cuerpos políticos
En esta política de exhibición de un nosotros, participaron también del festival artistas e investigadores como Rasheedah Phillips y Anta Helena Recke, además de los seleccionados en una convocatoria abierta, entre otros, Davi Pontes, Iagor Peres, Juliana dos Santos, Adriano Machado, Luana Vitra e Ventura Profana.
Diane Lima es curadora independiente e investigadora. Magíster en Comunicación y Semiótica de la PUC-SP, su trabajo se concentra en experimentar prácticas curatoriales multidisciplinarias desde una perspectiva decolonial.
Traducción del inglés de Nicolás Gelormini