¿Quién piensa en el arte cuando se está luchando por existir en el mundo? ¿Para qué sirve la curaduría en un momento de dolor? Nuestra columnista Keyna Eleison recuerda su participación en la última Bienal Internacional de Arte de Bolivia y reflexiona sobre los recientes acontecimientos en el país.
Ilustración: Edson Ikê
La noche es una casa, la noche es una añoranza, la noche es un momento, la noche es un lugar, la noche es libre. La noche es una palabra. Casa es una palabra. Añoranza es una palabra. Momento es una palabra. Libre. ¿Libre?
Y yo, oscura como la noche, fui invitada para ser una de las curadoras de la 10ª SIART, la Bienal Internacional de Arte de Bolivia, que tuvo lugar en las ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, entre noviembre de 2018 y abril de 2019. Artistas de toda América Latina, de Colombia, Uruguay, Venezuela, Argentina y Brasil entre otros, expusieron sus trabajos.
Dirigir una bienal es un ejercicio complejo e intenso que no se puede hacer solo. No se trata solamente de investigar diferencias, observar gesto, experimentar gustos, sentir olores y colores diferentes. Allí sentí algo que no había imaginado: ¡cómo la negritud boliviana es una posibilidad de potencia! Dentro de ese estado plurinacional, tenemos una nación afroboliviana de presencia histórica innegable y que hay valorizar y divulgar más.
Hay un pensamiento negro en un país que se postula plurinacional, es decir que es imprescindible percibir la población afroboliviana como parte integrante de la cultura nacional. En este sentido, hay toda una historia a la que no es fácil acceder. Pero existe el impulso de reconocimiento e intercambio, y haber podido participar de ese movimiento compartiendo experiencias fue algo que abrió mis ojos y mis oídos.
Vecinos con historias compartidas
Los orígenes de la noche, ese fue el título de la Bienal, el tema, el norte de la exposición, extraído de la percepción de líneas de pensamientos presentes en algunos de los trabajos expuestos. Una Bienal que incluyó obras de artistas de países vecinos que comparten la selva más grande del mundo. Países con enormes diversidades poblacionales, ecosistemas, colores, sabores, lenguas y pueblos diversos. Países que comparten entre sí una historia de colonización europea cuya base de desarrollo fue la esclavización de las naciones africanas. Países que comparten el dolor y la inteligencia de este cuerpo mío.
Los contornos no son sencillos: la nación afroboliviana pertenece a esta tierra. Y esta pertenencia debe ser considerada una posesión principal. Es tanta la complejidad, pero, en mi lugar de extranjera, aun así, de a poco entendí códigos locales, percibí la importancia de profundizar este tema y encontré alianzas para continuar.
Pensar como curadora en un estado plurinacional aportó varias cuestiones. Hoy, meses después, puedo ver la wiphala, esa bandera multicolor de origen andino, símbolo de resistencia y libertad, flameando con la población afroboliviana. Puedo, desde lo alto de La Paz, esta ciudad tan mágica que nos abraza con la perspectiva de los pájaros, mirar para arriba y ver mis pies en el suelo. Y, cuando olvido, algo me lo recuerda: ¡Negra! Así es mi inteligencia y mi estrategia para estar en el mundo!
Lágrimas expuestas
Y ahora, de repente, otro golpe. ¿Quién piensa en arte cuando se está luchando por existir en el mundo? ¿Para qué sirve una curaduría en un momento de dolor? ¿Cómo se cargan las lágrimas en un texto, o incluso en una galería o en un museo? Derriban todo. Wiphala incendiada, rasgada y quemada. ¿Cuáles son sus pueblos, su lenguaje, su episteme? Como curadora puedo ver el dibujo de este momento. Ya sucedió y la gente parece haberlo olvidado. Estoy aquí esperando que la plurinacionalidad se levante.
Keyna Eleison es curadora, graduada en Filosofía y magíster en Historia del Arte. Narradora, cantante, cronista ancestral y especialista en educación por el arte, relato de historias, obtención de conocimiento de forma oral y herencia Griot y chamánica. Escribe regularmente la columna “Para ojos que pueden ver” en C& América Latina.