Conversación con

Amanda Carneiro: Curadurías que operan fuera de los sistemas dominantes

Amanda Carneiro nos habla sobre eventos históricos, como el Festac ‘77 en Lagos, donde se promovieron diálogos transformadores que imaginaron un mundo radicalmente nuevo. La curadora brasilera también destaca la importancia de producciones artísticas que operan por fuera de los sistemas dominantes, compartiendo algunos momentos emocionantes que presenció en Venecia.

C&AL: Mozambique forma parte de tu trayectoria académica y has desarrollado investigaciones sobre espacios artísticos como la Festac ‘77. En esta nota, siento curiosidad sobre lo que esos espacios te han enseñado y qué otras referencias utilizas al imaginar exposiciones y cómo tu idea de “museo” como lugar de visibilidad y cognoscibilidad cambió en estos últimos tiempos, teniendo en cuenta la tarea recurrente de deconstruir narrativas coloniales dentro de esos espacios a través del arte y de la investigación.

AC: Gracias a las investigaciones y al período que viví en Mozambique aprendí cuánto se puede producir en contextos de disputas al imaginar un mundo radicalmente nuevo. Artistas como Bertina Lopes y Malangatana Ngwenya crearon obras que mezclan tradición y contemporaneidad, muchas veces de modo interdisciplinario, en diálogo con la poesía o la danza y ejemplifican esa visión. El Festac ‘77, a su vez, representa una utopía real que promueve diálogos entre personas, países, comunidades artísticas e intelectuales de África y de la diáspora. Fue un encuentro de lo que entonces se llamaba Tercer Mundo, que plantó semillas en muchos territorios y sigue dando sus frutos, que todavía deben apreciarse e investigarse mejor. Más que un espacio de resistencia considero que el Festac ‘77 es el mayor evento cultural de re-existencia, cuya gramática de la radicalidad no estaba sujeta a las reglas del juego impuestas hegemónicamente, sino que incorporaba la diferencia, la contradicción y la disidencia como motores de transformación.

C&AL: Y en relación con la 60ª Exposición de Arte Internacional de la Bienal de Venecia en 2024, de la que trabajaste como organizadora artística, ¿con qué te has confrontado y qué es lo que más te emociona de la curaduría a partir de una perspectiva del hemisferio Sur?

AC: Participar del equipo curatorial de la Bienal de Venecia fue un gran proceso de aprendizaje, no sólo sobre arte sino también sobre el sistema que lo exhibe. Toda exposición comprende lo que es presentado y las innumerables historias que dejan sus rastros e indicios detrás de lo que se ve, yendo más allá de la propia exhibición: encuentros con personas que trabajaron, apoyaron, visitaron, criticaron y se emocionaron; todas importantes y con las que pude reflexionar.

Hubo encuentros entre artistas que me llegaron a lo profundo, tal vez porque no me los  imaginaba produciéndose tan cerca de mí. Puedo citar como ejemplo a la propia Bertina Lopes con Rubem Valentim. Ambos estuvieron en Roma en el mismo período produciendo tótems como tema de sus pinturas aunque no sabemos si llegaron a conocerse. O ver a Aref Rayess con Kay WalkingStick, produciendo paisajes en registros tan distintos como bellos.

También hubo encuentro personales, como Anna Maria Maiolino, que volvió a Italia para producir sus innumerables toneladas de arcilla que, instaladas tan cerca de las esculturas de Leilah Babirye, terminaron por llamarle la atención. O la experiencia de Mahkus, el colectivo de artistas Huni Kuin que salieron de la aldea Chico Curumim para pasar tres meses pintando un mural con jóvenes artistas de la universidad, que tuvieron su experiencia con arte transformado.

O también el reencuentro del artista Daniel Otero con su amigo de larga data  Kiluanji Kia Henda, que compartieron una sesión del Arsenale. Además de eso, fue emocionante ver las instalaciones tomar forma, como las de Bouchra Khalili o de Wangshui, que antes sólo eran proyectos e imágenes. Y el programa de performance con Joshua Serafin, Gunes Terkol y tantas otras, que desafío brillantemente el carácter, a veces tan estático, de una exposición de siete meses. Podría citar muchos otros encuentros que resultaron, al final, del contacto con los trabajos de arte con los que conviví tantas veces sin verlos en vivo, y que me emocionó encontrarlos personalmente como si estuviera reencontrando a una vieja amiga. Formar parte de un evento de esa magnitud, con los desafíos que forzosamente impone, fue una confrontación que hizo resonar en mí cuestiones para toda la vida. Entretanto, hay una aspecto que ha llamado mi atención, sobre todo en el período posterior a la apertura: la forma como todos esos diálogos son percibidos. Todo ha sido muy fructífero y me ha enseñado bastante.

Este texto se produjo con el apoyo de Salta Art.

Amanda Carneiro es la organizadora artística del 60º Salón Internacional de Arte, co-editora de la revista Afterall y curadora del Museo de Arte de San Pablo. Recientemente, co-organizó las exposiciones y catálogos de Carmézia Emiliano, Madalena Santos Reinbolt y Abdias Nascimento, en el MASP. Es licenciada y magíster en Historia Social  de la Universidad de San Pablo donde cursa el doctorado en Historia Social e investiga el Segundo Festival Mundial de Arte y Cultura Negra y Africana, conocido como Festac ‘77. Carneiro ha colaborado con el curador Adriano Pedroso, la organizadora artística Sofia Gotti, la arquitecta Juliana Ziebel y el  Estúdio Campo, responsable de la identidad visual de la 60a Bienal de Venecia.

Sheila Ramirez es una diseñadora e investigadora cubano-angoleña que explora cosmologías ancestrales tejidas en nuestros armarios a través de archivos y musicalidades de África y el Caribe.

Traducción: Nicolás Gelormini.

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