El grupo de artistas puertorriqueñas Colectivo Moriviví lucha contra la supresión histórica y reclama narrativas pintando paredes en comunidades locales. Bajo el liderazgo de las artistas Sharon “Chachi” González Colón, Raysa Raquel Rodríguez García y Salomé Cortés, el colectivo entiende el poder del muralismo como una voz en el discurso público. Wana Udobang habló con ellas sobre colaboración, comunidad y censura.
Mural, cortesía de Colectivo Moriviví.
C&AL: ¿Qué intención tuvieron al crear Colectivo Moriviví y por qué era importante que sus líderes fueran mujeres?
Colectivo Moriviví: “Intención” es una palabra muy fuerte. Colectivo Moriviví comenzó como un grupo de estudiantes de la Escuela Especializada Central de Artes Visuales de Puerto Rico, que quería participar en el festival de artes local Santurce es Ley. Al final, quienes hicieron la labor y terminaron el mural fueron todas mujeres jóvenes. Entonces, escogimos cómo llamarnos y pronto nos dimos cuenta del potencial que tenía el muralismo para establecer una relación con la comunidad. Hoy llevamos siete años siendo un colectivo.
Si bien no fue nuestra intención ser, desde nuestra fundación, un colectivo de mujeres, creemos que eso resultó de forma natural de nuestra realidad como mujeres. Es importante destacar el hecho de que éramos todavía muy jóvenes –estábamos creciendo como individuos– y que el colectivo se volvió parte de nuestro proceso de encontrar y practicar nuestro feminismo. Aprendimos que como mujeres atesoramos y necesitamos un espacio para nosotras y hecho por nosotras. Hoy buscamos presentar los problemas y las perspectivas de las mujeres con el fin de contribuir a nuestra memoria colectiva social. También creemos que el arte es una poderosa herramienta de activismo y apoyamos a otros grupos feministas, ya sea por medio de colaboraciones o usándolos como tema de nuestras obras con el fin de contribuir a hacer visibles sus esfuerzos.
C&AL: Ustedes colaboran con comunidades, cuyas voces están presentes en los murales. ¿Podrían hablar sobre algunas de ellas y sobre el impacto de esa interacción en la obra final?
CM: Hay arte para la comunidad y arte con la comunidad. Hacer público el arte y participar en festivales de arte urbano nos permitió ser conscientes de que queríamos fortalecer a nuestras comunidades y evitar ponerlas en riesgo al facilitar, por ejemplo, la gentrificación. Cuando se desarrollan proyectos comunitarios, es clave contribuir al trabajo que ya se está haciendo. Por eso, para canalizar los proyectos, colaboramos con líderes comunitarios u organizaciones locales. Hemos tenido el honor de siempre estar invitadas a esos espacios, y nos esforzamos por facilitar una representación de sus narrativas en el arte. Eso puede darse en talleres, en reuniones comunitarias y, por supuesto, en las sesiones de pintura mural comunitaria.
En Puerto Rico hemos trabajado con diferentes comunidades y organizaciones. La mayor parte de nuestro trabajo se ha realizado con niños, adolescentes y grupos de mujeres. Algunos de nuestros primeros proyectos con miembros de la comunidad fueron colaboraciones con los clubes de niños y niñas de Carolina y Loíza. Ambas eran comunidades locales predominantemente negras, en particular la última. Allí trabajamos con la representación negra y con nuestras raíces. Además, la organización de derechos de las mujeres Coordinadora Paz para la Mujer es hasta hoy una de nuestras aliadas más cercanas.
Involucrar a la comunidad local en el proceso creativo de un mural plantea varios asuntos significativos. En primer lugar, la comunidad tiene un sentido de pertenencia hacia la obra de arte. Por otro lado, las sesiones de pintura sirven como una terapia en que todas las personas pueden disfrutar y aclarar la mente, mientras pintan y juegan con la pintura. Esas sesiones también ayudan a las personas a estar más cerca del otro y a trabajar juntas. Por último, al conceptualizar en conjunto abrimos un espacio que puede ser muy poderoso. En ciertas ocasiones, las personas pueden aprender de los demás sobre su propia historia. También pueden examinar las sensaciones que les producen algunos aspectos de su comunidad. Entonces, es un espacio de libertad de expresión y de expresión creativa. Todos encontramos ahí lo que más nos importa exaltar, representar, denunciar o exponer.
C&AL: Gran parte de su trabajo está dedicado a luchar contra la supresión histórica en Puerto Rico a través de narrativas visuales y de la imaginación colectiva. ¿Qué inspiró eso?
CM: Nuestra realidad como colonia es esta: tenemos una historia abruptamente sacudida y un discurso social transmutado con el fin de que encaje y trabaje en pro de los intereses de nuestros colonizadores. Hay muchas cosas sobre las que se ha decidido que deben no ser consideradas históricamente importantes, o no ser reconocidas abiertamente como parte de nuestra cultura. La escuela no nos da acceso a esa historia. Así, el arte es una forma de contraatacar. El arte nos ayuda a juntar las piezas y a encontrar narrativas para nuestra vida, que reflejen mejor la macrorealidad que, muchas veces, nos lleva de vuelta a nuestro trauma colectivo como pueblos colonizados.
C&AL: El trabajo del Colectivo también ha sido blanco de la censura y el rechazo. ¿Qué impacto tuvo eso en sus labores?
CM: Enfrentar un desacuerdo, un rechazo o un acto de censura significa que estamos haciendo público algo relevante para nuestro discurso social. Eso produce una atención necesaria en torno a nuestros temas: la raza, el cuerpo de la mujer, nuestra realidad colonial. Preferimos eso a hacer arte que solo pueda ser considerado bello. Además de esto, para nosotros es importante documentar todo. Así contamos con una narrativa aún más poderosa.
C&AL: Si se mira la escena artística del Caribe latino, ¿cuál es la importancia de un colectivo liderado por mujeres como el de ustedes?
CM: Como en cualquier otro campo, en el arte las mujeres estuvieron privadas de su voz y espacio por mucho tiempo. Por eso hay tantos grupos dirigidos por mujeres. Hoy estamos diciendo lo que hemos debido callar durante mucho tiempo.
Lo mejor es que no solo los muralistas y otros grupos de artistas están haciendo todas estas cosas. Desde diferentes campos, estamos conectando nuestros proyectos, colaborando y apoyándonos por medio de una red de “happenings” por el cambio. Es una especie de ecosistema que busca establecer relaciones, en lugar de jerarquías.
Es importante decir que consideramos que, hoy como antes, muchas iniciativas lideradas por mujeres se enfocan más en el trabajo comunitario, y en construir comunidad, que sus contrapartes masculinas. Creemos que es porque sentimos colectivamente la necesidad de crear esos espacios y nutrir a nuestra comunidad. Lo mismo puede decirse de cualquier otro grupo que deba sufrir por cuenta del sistema hetero-patriarcal-supremacista-blanco en que vivimos en el mundo entero. Todos esos “otros” estamos buscando a nuestros aliados para trabajar y luchar para cambiar ese sistema.
C&AL: Su trabajo también busca democratizar el arte al llevar las conversaciones de la comunidad a un público más amplio. Esto podría verse también como una retirada de los sistemas artísticos elitistas. ¿Cree que eso influirá en otros artistas de Puerto Rico y el Caribe?
CM: Ojalá el mundo del arte esté entendiendo que para seguir siendo relevantes y útiles tenemos que salir de las galerías y museos. El arte no sirve solo para ser contemplado, sino que debe formar parte de las cosas. Si estamos aislados, no vamos a poder hacer nada. El arte está hecho para compartirse, y no todo el mundo se siente bienvenido en un museo o puede pagarlo. El arte, a largo plazo, se convierte en una lente que nos permite ver nuestra sociedad, y también es parte de la historia que conocerán las generaciones futuras. Esa historia debe incluir más que solo a quienes están en el poder. Esperamos que otros puedan ver eso en nuestra práctica y se sientan inspirados a recorrer ese camino en nuestra sociedad.
C&AL: ¿Cómo ven el futuro para Colectivo Moriviví?
CM: Queremos abrir nuestra casa taller. En un espacio así podríamos formar nuevos miembros para que nuestra práctica perdure. Ese es nuestro objetivo a largo plazo. Y si bien la pandemia del coronavirus ha afectado decisivamente nuestras capacidades, seguimos buscando formas de servir a la comunidad. En el futuro cercano, vemos posible hacer más Talleres de arte como terapia y presentar nuevas formas de hacer arte comunitario aplicando medidas de distanciamiento.
Wana Udobang es una narradora y artista que trabaja en la intersección de la escritura, la poesía, el performance y el cine.
Traducción del inglés de Camilo Jiménez Santofimio