C&AL: ¿Qué intención tuvieron al crear Colectivo Moriviví y por qué era importante que sus líderes fueran mujeres?
Colectivo Moriviví: “Intención” es una palabra muy fuerte. Colectivo Moriviví comenzó como un grupo de estudiantes de la Escuela Especializada Central de Artes Visuales de Puerto Rico, que quería participar en el festival de artes local Santurce es Ley. Al final, quienes hicieron la labor y terminaron el mural fueron todas mujeres jóvenes. Entonces, escogimos cómo llamarnos y pronto nos dimos cuenta del potencial que tenía el muralismo para establecer una relación con la comunidad. Hoy llevamos siete años siendo un colectivo.
Si bien no fue nuestra intención ser, desde nuestra fundación, un colectivo de mujeres, creemos que eso resultó de forma natural de nuestra realidad como mujeres. Es importante destacar el hecho de que éramos todavía muy jóvenes –estábamos creciendo como individuos– y que el colectivo se volvió parte de nuestro proceso de encontrar y practicar nuestro feminismo. Aprendimos que como mujeres atesoramos y necesitamos un espacio para nosotras y hecho por nosotras. Hoy buscamos presentar los problemas y las perspectivas de las mujeres con el fin de contribuir a nuestra memoria colectiva social. También creemos que el arte es una poderosa herramienta de activismo y apoyamos a otros grupos feministas, ya sea por medio de colaboraciones o usándolos como tema de nuestras obras con el fin de contribuir a hacer visibles sus esfuerzos.
C&AL: Ustedes colaboran con comunidades, cuyas voces están presentes en los murales. ¿Podrían hablar sobre algunas de ellas y sobre el impacto de esa interacción en la obra final?
CM: Hay arte para la comunidad y arte con la comunidad. Hacer público el arte y participar en festivales de arte urbano nos permitió ser conscientes de que queríamos fortalecer a nuestras comunidades y evitar ponerlas en riesgo al facilitar, por ejemplo, la gentrificación. Cuando se desarrollan proyectos comunitarios, es clave contribuir al trabajo que ya se está haciendo. Por eso, para canalizar los proyectos, colaboramos con líderes comunitarios u organizaciones locales. Hemos tenido el honor de siempre estar invitadas a esos espacios, y nos esforzamos por facilitar una representación de sus narrativas en el arte. Eso puede darse en talleres, en reuniones comunitarias y, por supuesto, en las sesiones de pintura mural comunitaria.
En Puerto Rico hemos trabajado con diferentes comunidades y organizaciones. La mayor parte de nuestro trabajo se ha realizado con niños, adolescentes y grupos de mujeres. Algunos de nuestros primeros proyectos con miembros de la comunidad fueron colaboraciones con los clubes de niños y niñas de Carolina y Loíza. Ambas eran comunidades locales predominantemente negras, en particular la última. Allí trabajamos con la representación negra y con nuestras raíces. Además, la organización de derechos de las mujeres Coordinadora Paz para la Mujer es hasta hoy una de nuestras aliadas más cercanas.
Involucrar a la comunidad local en el proceso creativo de un mural plantea varios asuntos significativos. En primer lugar, la comunidad tiene un sentido de pertenencia hacia la obra de arte. Por otro lado, las sesiones de pintura sirven como una terapia en que todas las personas pueden disfrutar y aclarar la mente, mientras pintan y juegan con la pintura. Esas sesiones también ayudan a las personas a estar más cerca del otro y a trabajar juntas. Por último, al conceptualizar en conjunto abrimos un espacio que puede ser muy poderoso. En ciertas ocasiones, las personas pueden aprender de los demás sobre su propia historia. También pueden examinar las sensaciones que les producen algunos aspectos de su comunidad. Entonces, es un espacio de libertad de expresión y de expresión creativa. Todos encontramos ahí lo que más nos importa exaltar, representar, denunciar o exponer.