C&: Como curadora usted lanzó el festival Videobrasil en 1983, justo después que terminara la dictadura militar. ¿Podría contarnos cómo nació todo y cómo evolucionó a lo largo de tres décadas?
Solange Farkas: En Brasil, la relación entre imágenes en movimiento y la escena de las artes plásticas tiene su historia singular y Videobrasil, con sus treinta años de existencia, ha cumplido un papel clave en ese recorrido. Como medio, el video apareció por primera vez en los años sesenta, pero sólo en la década siguiente fue absorbido por la producción artística brasileña, en obras experimentales. En ese mismo período, en el campo del cine, el movimiento brasileño conocido como Cinema Novo, introdujo parámetros de producción totalmente nuevos. Con el lema Una idea en la cabeza y una cámara en la mano, el movimiento, cuya figura icónica fue el realizador Glauber Rocha, influyó a toda una generación de nuevos creadores que se enfocaron en el imaginario y la realidad del país y en cuestiones políticas y sociales durante el apogeo de la dictadura militar. En ese contexto, la convergencia de imágenes en movimiento –particularmente el video– y las artes plásticas todavía era algo tentativo. El festival Videobrasil surgió en 1983, en una época en que Brasil estaba bajo la mano de hierro del régimen militar que restringía y controlaba las manifestaciones culturales y el acceso a ellas, especialmente cuando se trataba de formas alternativas de expresión.
En su fase temprana, el festival tuvo fuertes lazos con los desarrollos tecnológicos en video, que comenzaban a dar sus frutos aunque estuvieran inicialmente limitados a los canales de televisión y las compañías productoras. En este sentido, fuimos el primero y por mucho tiempo fuimos el único espacio en el país para la exhibición de producciones de video; una plataforma para fomentar la producción y la difusión de obras de artistas jóvenes. En los años ochenta el festival presentó videos influidos por el cine y el lenguaje documental, pero también hizo lugar a la experimentación incluyendo producciones que buscaban innovar en la estética televisiva. Esas obras pregonaban discursos anti-establishment y trataban de interferir en los procesos de producción e invadir la televisión, que era la “cara de la dictadura”, como decía la gente entonces.
En los años noventa, época de nuestra segunda fase, el arte electrónico se estableció en los festivales y muestras nacionales e internacionales pero el video siguió de algún modo conservando distancia respecto a los circuitos de arte más tradicionales, las galerías y museos. Con la incorporación de nuevos medios se intensificó la experimentación estética y formal. En esta segunda fase, el festival se hizo internacional. El énfasis curatorial de la muestra competitiva viró hacia el sur geopolítico, incluyendo países de Latinoamérica, el Caribe, África, Medio Oriente, Europa Oriental, el sur y el sureste de Asia y Oceanía. En el mismo período la muestra competitiva fue acompañada por otras exhibiciones que se fueron manteniendo regularmente, y también muestra de artistas reconocidos en la escena internacional como Nam June Pik, Bill Viola y Giani Toti.