Abriendo sus escritos y cuadernos, la artista brasileña Rebeca Carapiá habla del racismo ambiental y del derecho a la muerte de la escultura.
Vista de la exposición “Como colocar ar nas palavras” (Cómo poner aire en las palabras), 2020. Rebeca Carapiá. Foto: cortesía de la artista.
Notebook 1, Screen 8, 2019. Copper on canvas. Rebeca Carapiá. Photo: courtesy of the artist.
C&AL: ¿Cómo comenzó la investigación Como colocar ar nas palabras (Cómo poner el aire en palabras) y qué relación tuvo en ella la escultura y el dibujo en tu primera exposición individual?
Rebeca Carapiá: Al principio, sucedió como un ejercicio radical de imaginación que extiende, rompe y quiebra la palabra normativa y lineal. Desde 2017, tenía deseo de decir algo sobre el cuerpo lésbico y periférico, para encontrar una manera de pensar la multiplicidad de feminidades ancladas en la escritura, en el lenguaje, en el cuerpo y en el territorio –el lugar donde comienza mi conflicto. ¿Por qué explicar lo explicado? ¿Por qué narrar y describir la diferencia, si ya existe? ¿Cómo se encuentra este cuerpo en el gesto y el lenguaje dentro del territorio periférico? En esta reflexión y ejercicio diario con mis cuadernos, las palabras se retorcían, se desenredaban y se abrían en líneas, dibujo, hierro y cobre: como una escritura para hablar de la diferencia sin explicarla. En mi primera exposición individual, que tuvo lugar en octubre de 2020, en la Galería Leme en São Paulo, abrimos estos cuadernos y difundimos estas palabras llenas de aire como un gran texto.
C&AL: Como escultora, una de las reflexiones que planteas con esta obra tiene que ver con lo que has venido llamando la “deconstrucción de las geografías de lo femenino”. ¿Es posible destruir estas geografías?
RC: En una de las entradas de mi diario de herrumbre, me pregunté: “¿Qué nos puede dar la mano de la escultura? Pensé: ahora que tanta gente me pide cuerpos, aquí está el mío, una malla para habitar un cuerpo femenino”. Cuando pienso en lo femenino, lo veo como un objeto o como esta fina malla insertada dentro de un cuerpo domesticado y organizado para que quepa. Mientras me dedico a pensar, desarrollar y organizar técnicas para destruir lo femenino, trabajo actualmente en una especie de curso práctico-inmersivo llamado “Técnicas para matar lo femenino”. Creo que al crear memorias radicales con gestos y acciones que se les niegan a estos cuerpos, podemos empezar a pensar en deconstrucciones de estas geografías. Hablo de gestos y acciones dentro y fuera de los espacios negados al movimiento y a la acción de estas existencias que pretendo rescatar, incluyendo espacios como la historia tradicional de la escultura en metal.
C&AL: Otro punto fundamental de tu investigación se refiere a la forma en que practicas el rechazo a la representación figurativa a través de la abstracción. ¿Por qué utilizas esta estrategia y cómo se relaciona con la espiritualidad?
RC: La espiritualidad es la vida encantada que está en lo cotidiano, en las pequeñas cosas: entra por la ventana, sale por la puerta y camina entre las cosas. Como el ritual que está dentro y no fuera: en el ejercicio de hacer, en la convivencia, en la creación, en las oraciones, en los mensajes recibidos. Me conecto con lo invisible caminando por la calle o golpeando el martillo en el yunque. No hay línea que nos separe, estamos girando en de la misma espiral: ser, hacer, forjar y cantar, en el vendaval y también en la calma. El lenguaje abstracto es una herramienta que, junto con lo que puedo ver y sentir, me ayuda a crear una forma; es donde puedo organizar todo lo que está disperso para contar lo que sé y lo que no sé, escapando de la literalidad que se espera de un cuerpo como el mío en el mundo.
Caderno 1 (Cuaderno 1), Lienzo 8, 2019. Cobre sobre lienzo. Rebeca Carapiá. Foto: cortesía de la artista.
C&AL: El lienzo de algodón preparado para pintar, la nobleza del cobre y la dureza del hierro: estas materialidades se encuentran y entran en tu investigación, una investigación que involucra al barrio obrero del Uruguai, en la Cidade Baixa, en Salvador. ¿Cómo ocurre esto? ¿Y cómo late este territorio en otra de tus investigaciones llamada “Um barco feito para afundar” (Un barco hecho para hundirse)?
RC: ¿Cuántas preguntas hay dentro de un territorio? El encuentro con las materialidades con las que trabajo es una reacción a la experiencia vivida desde y con el lugar. El cobre del lienzo tiene una relación directa con la región de la Baixa do Fiscal y con mis recuerdos de infancia, cuando recogíamos el cobre de los motores quemados para venderlo. El hierro macizo tiene que ver con la cerrajería de mi padre y la convivencia con los constructores de estribos que estructuran buena parte de la ciudad. Parte de la Península de Itapagipan es una marea enterrada, un territorio iniciado como un polo industrial que envenenó y mató una de las cuencas de la ensenada de Tanheiros, que hoy es el lugar llamado Uruguai, donde nací, crecí y que hasta ahora sigo descubriendo. En mi Diário de Ferrugem (Diario de herrumbre), iniciado en 2020, junto con el inicio de la pandemia de la COVID-19 y el periodo de inundaciones en el barrio de Uruguai, cuento la experiencia con la escultura y hablo de la vida cotidiana y de nuestros recuerdos colectivos. Entre ellos, recojo uno de cuando mi hermano y yo hacíamos pequeños barcos de metal para navegar en la marea, barcos que siempre acababan en el fondo de nuestra casa inundada. En Como colocar ar nas palavras estaba pensando desde encima del territorio, ahora estoy pensando debajo de él.
C&AL: La obra escultórica al relacionar el cuerpo y las memorias del hierro, conlleva su propia performatividad. ¿Qué tiene que ver esto con lo que has llamado “el derecho a morir de la escultura”?
RC: Elijo un fragmento de mi Diário de Ferrugem que creo que responde bien a esta pregunta: “Estos días hablamos de la muerte o, más bien, del derecho a la muerte; después de todo, pensamos que habitar demasiado este tiempo sería insoportable. Nos imaginamos que la herrumbre vive en la superficie del hierro, que está viva como la piel, donde respira oxígeno y reacciona. El cuerpo-materia-hierro, que vive y muere en su tiempo lento, crea gruesas capas que hablan de travesías. La herrumbre es el derecho de la escultura a morir”.
Diane Lima es escritora, curadora independiente y una de las principales voces feministas negras del arte brasileño contemporáneo. Es co-curadora de Frestas – Tercera Trienal de Artes do SESC. Vive entre São Paulo y Salvador.