Roselin Rodríguez Espinosa, curadora cubana, reflexiona sobre las protestas populares contra el gobierno de la isla y sobre el papel que han tenido las y los artistas.
Ilustración: Edson Ikê
C&AL: ¿Cómo describirías lo que está sucediendo en estos meses en Cuba?
Roselin Rodríguez Espinosa: Lo que ha ocurrido los últimos días en Cuba ha sido el cisma impostergable de una crisis progresiva de por lo menos treinta años. Los levantamientos extendidos en toda la isla evidencian la desesperación de un pueblo que ya no tiene cómo inventar la vida. Si el “caimán dormido” ha despertado es porque su gente ya no puede más. Se trata de un quiebre, además, en el orden simbólico, que contribuye de forma irreversible a desmontar lo que, a nivel global, hemos concebido de un modo romántico como revolución, socialismo y resistencia anticapitalista, ideas muy atesoradas por cierta izquierda nostálgica. Como ha dicho Hilda Landrove: “En Cuba nos quitamos el ropaje del silencio. ¿Ahora qué va a hacer la izquierda con las palabras?”
Lo sucedido no se puede entender si dejamos de lado las transformaciones en la subjetividad de los cubanos con el creciente acceso a Internet y el contacto, aun intermitente, con el mundo exterior. Tampoco está separado de los estallidos sociales recientes que han tenido lugar en varios países latinoamericanos. Las movilizaciones sociales están marcando un nuevo ritmo de los tiempos, y con los hechos de estos meses yo quisiera pensar que Cuba ha podido entrar finalmente en ese tiempo de los cambios y las renovaciones.
C&AL: ¿Cómo está reaccionando la comunidad de artistas de la isla a estos eventos?
RRE: Habría que partir de reconocer que importantes comunidades de artistas están en la base que impulsó lo que llegaron a ser las manifestaciones en julio y agosto. El espacio de disenso se ha estado conformando los últimos años desde la estética, la escritura, las acciones en el espacio público y el periodismo independiente, en suma, desde una voz diferenciada y confrontada a la cultura oficial del país. Entre las organizaciones y trabajos colectivos destacan el movimiento San Isidro y el 27 N, o incluso años atrás la Bienal 00 (#00bienal), una contestación crítica a la Bienal de la Habana en 2017, el Instituto de Artivismo Hannah Arendt, dirigido por la artista Tania Bruguera, y la revista digital El Estornudo.
En ese tejido de complicidades ha sido incansable los últimos años la labor de una variedad de artistas, escritores y periodistas como Luis Manuel Otero, Maikel Osorbo, Anameli Ramos, Mónica Baró, Carla Gloria Colomé, Carlos Manuel Álvarez, Hamlet Lavastida, Julio Llópiz-Casal y Camila Lebón, por mencionar algunos nombres. Varios de ellos siguen encarcelados a raíz de las manifestaciones de estos días. Su labor ha abierto un camino para la renovación política que ha puesto al frente la necesidad de una revuelta primero en pensamiento, en la estética y en el discurso.
C&AL: ¿Qué esperanzas o expectativas tienes sobre el futuro de la isla?
RRE: Los levantamientos son algo con lo que, podría asegurar, todos los cubanos dentro y fuera de la isla hemos fantaseado alguna vez con diversos grados de temor y entusiasmo. Pero no sabíamos cómo, cuándo y ni siquiera si íbamos a verlos suceder algún día. Algo se rompió para nosotros en pleno entusiasmo histórico y eso que se desprendió sólo era un cascarón inútil. Las expectativas que puedo tener van de lo más elemental a lo más complejo. Lo urgente es que se creen las condiciones básicas para hacer la vida vivible en la isla, que los cubanos no tengan que lanzarse al mar buscando una nueva tierra donde vivir o atravesar el continente americano a pie y en caravanas hacia el norte. Eso mínimo parece imposible con el actual gobierno del país que no es más que una prótesis del mismo sistema que no reconoce su decrepitud. Por otro lado, y esto es lo complejo, tendría que poderse entender a cabalidad lo que puede significar la contundente frase “Patria y vida” y que el diálogo, la flexibilidad y el movimiento no son sinónimos de abismo (aunque implique deshacerse de los ideales con que se ha crecido), sino todo lo contrario, es ya la única posibilidad de subsistir.
Roselin Rodríguez Espinosa nació en la Habana y es curadora e historiadora del arte. Maestra en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México y Licenciada en Ciencias del Arte y Gestión Cultural por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Sus reseñas y ensayos han aparecido en medios como Campo de Relámpagos, Revista de la Universidad, Horizontal, La Tempestad y Cubo Blanco de Excélsior. Desde 2017, es Coordinadora Curatorial en el Museo Universitario Arte contemporáneo (MUAC/UNAM).