C& América Latina: ¿Qué papel juegan Panalandia y Mente Pública en la actual industria cinematográfica panameña?
Said Isaac: Pienso que ambos espacios cumplen un papel muy importante. En el caso de Panalandia, nuestro trabajo consistió en cambiar la percepción negativa que tiene la gente del cine panameño de modo que se pudiera valorar ese cine de otra manera. Es fácil criticar una obra audiovisual, pero para apreciarla es necesario comprender las circunstancias en que fue hecha. Creo que –dado el modo en que se lo representa– muchos de nosotros tenemos la impresión de que hacer cine es algo para aquellos que tienen dinero y recursos. Pero en nuestro caso las cosas no son así. Aquí, la persona que filma en determinado barrio, con toda probablidad, es de ese barrio y está muy involucrado o afectado por los temas de la historia que se está contando. Por eso pienso que hacer crecer esa consciencia ha sido un logro.
Otro aspecto positivo en este sentido es que hay más gente que se siente inspirada para crear. Eso es importante porque a veces sucede que, por ejemplo, los aspirantes a directores lo único que hacen es esperar que los contrate un productor extranjero, y eso se opone a la aspiración de crear. Hoy en día hay muchos realizadores que lograron iniciar su carrera en Panalandia y ahora están escalando a circuitos más amplios, más comerciales. Esos, pienso, son pasos importantes que no se habrían dado si no existiera Panalandia.
Nuestra productora, Mente Pública, es un buen ejemplo de cuál ha sido nuestra prédica. Una de nuestras primeras y más exitosas películas, Kenke, fue una producción de bajo costo, que en su carrera de éxito llegó a ser transmitida por HBO. Éramos un grupo de amigos que se juntó y no tenía mucho más que una cámara barata DSLR y un equipo de actores sin experiencia. Entonces, pienso que esta clase de ejemplos muestran que, mucho más importante que equipos de última generación, la clave es en realidad qué estas diciendo y por qué. Es algo que permitió a otros productores y directores pensar: “Si ellos pueden hacerlo, yo también”.
C&AL: ¿Hay temas específicos que usted busca al momento de decidir qué película producirá?
SI: Ciertamente. Nunca he sido un productor que produzca una película sólo por la película; todos los proyectos que elijo producir deben tener algo que me movilice, algo que se conecte conmigo y algo con lo que sienta que puedo contribuir. Actualmente, por ejemplo, estoy produciendo tres documentales Baba de Harry Oglivie, Cuscú de Risseth Yanguez y Dadjira De (Nuestra Casa) de Iván Jaripio, que exploran temáticas en torno a la identidad, las experiencias marginalizadas, la injusticia social y el racismo institucional en Panamá. No siempre la gente está dispuesta a comprometerse con dicursos de tal densidad, pero siento que es nuestro deber hablar sobre esos temas porque, en fin, debemos hacerlo y porque ya estamos inmersos cotidianamente en esas historias.
Cuando pensamos una película , [en Mente Publica] siempre pensamos cómo puede resultar una historia universal: una historia con la que cualquiera pueda identificarse en cualquier parte del mundo. Obviamente, siempre es un desafío pero, para mí, las películas interesantes son aquellas que me permiten sumergirme en el contexto cultural en el que ocurren. Eso, y por supuesto también la historia, es lo que vuelve a una película mucho más interesante. En este sentido, pienso que cuanto más local es una película en términos de riqueza cultural, más global puede volverse.