Identidades desobedientes

Habitando dos universos

La artista visual Sallisa Rosa parte de su trayectoria personal para investigar los imaginarios indígenas en contextos urbanos, sugiriendo así prácticas decoloniales en los museos.

Habiendo crecido en centros urbanos, Sallia Rosa se ha acostumbrado a habitar ambos universos, y a menudo a incomodar en ambos. En algunas de sus obras, como la serie Identidade é Ficção (La identidad es ficción) (2019), se vale de la parodia para hablar de los estereotipos con los que se representa a los pueblos originarios. En una de las fotos, está a punto de tirar un teléfono móvil a una olla; en otra, aparece junto a un dinosaurio artificial, como si viviera en un pasado ya extinguido. En esta serie, también se fotografía con las manos pintadas de rosa intenso sosteniendo la fruta pequi, imagen que remite a la tradición indígena de pintarse el cuerpo y las manos con la tinta negra del jenipapo. “Es una provocación sobre la idea de que estas tradiciones no se pueden adaptar. Si no encuentras jenipapo, pues lo haces con lo que haya”, añade la artista.

Decolonización institucional

Otro aspecto de la obra de Sallisa Rosa es la problematización de los espacios artísticos. Incluso en el momento actual, en el que la decolonización de las instituciones es un tema tan presente, no siempre es claro cómo tratar una tradición como la indígena en la que no existe una palabra equivalente a la noción de arte, y mucho menos la reducción de este concepto a un objeto. Este fue uno de los retos a los que se enfrentó el equipo curatorial de Dja guata porã: Rio de Janeiro indígena, celebrado en el Museo de Arte de Río (MAR) en 2017 (Sandra Benites, José Ribamar Bessa, Pablo Lafuente y Clarissa Diniz). Fue en este colectivo, concebido junto a grupos indígenas de la ciudad –entre ellos antiguos miembros de la Aldea de Maracanã– donde Sallisa Rosa debutó como artista visual con su obra Oca do Futuro (Casa indígena del futuro), resultado de una investigación sobre las versiones contemporáneas de las casas indígenas. Esta instalación consistía en una pequeña habitación cerrada con una hamaca instalada en su interior; el título se anunciaba con un cartel LED futurista de baja tecnología, una estética que se convertiría en característica de su obra, y la arquitectura evocaba las construcciones de cemento habituales de los contextos urbanos.

En el proyecto que llevó a cabo al año siguiente, durante el programa Bolsa Pampulha 2018/19 en Belo Horizonte, que consistió en la plantación de un huerto de yuca en el que participaron más de 100 voluntarios convocados con la ayuda del Comité Estatal de Apoyo a las Causas Indígenas de Minas Gerais, los desafíos resultaron en un desacuerdo con el Museo de Arte de Pampulha (MAP), al que se incorporaría la obra. La sugerencia de Sallisa Rosa fue donar su propio huerto, hecho en un terreno vecino al Museo, en ese momento sin uso, y no hacer una fotografía con el registro de la acción, como se había propuesto. “La solución que encontramos fue donar la metodología del trabajo, ya que surgió un impasse sobre si donar el huerto o la yuca”.

Pensamiento fronterizo

La experiencia con las tradiciones alimenticias de los pueblos indígenas la desarrolló en otra residencia celebrada el año pasado en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro (MAM-RJ). Esta vez, la intención de la artista fue cuestionar aspectos ignorados cuando se habla de decolonizar los museos, como es la comida. “En la cocina, la influencia de la colonización es muy clara. Desde los alimentos procedentes de la agroindustria hasta los empleados que comen comida rápida, pasando por el lugar donde comen”. En Passando pela Peneira (Pasando por el colador), desarrolló prácticas que piensan la cocina como un espacio social y un lugar de intercambio de conocimientos y rituales cercanos a las tradiciones indígenas. Una de ellas fue un picnic con los empleados de Aterro do Flamengo, donde cada uno debía llevar una comida y contar lo que había cocinado.

El pensamiento fronterizo, concepto creado por el teórico argentino Walter D. Mignolo, como forma de evitar “el fundamentalismo tanto occidental como no occidental”, es una buena forma de entender las declaraciones de Sallisa Rosa como artista y la manera en que se presenta al mundo –especialmente en un momento de aniquilación indígena en el país, en el que se ha cuestionado el criterio de autodefinición defendido por Eduardo Viveiros de Castro. La famosa frase del antropólogo “En Brasil, todos son indios, excepto los que no lo son” parece resonar con la respuesta de la artista a las políticas de olvido de estas comunidades. Asumir una subjetividad múltiple frente al intento de eliminar las diferencias es un acto esencialmente político. O, como ella lo define, “la forma en que me represento es también un tipo de activismo”.

 

Nathalia Lavigne es periodista, curadora e investigadora. Tiene un máster en Teoría Crítica y Estudios Culturales por Birkbeck, Universidad de Londres, y es candidata doctoral en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo. Actualmente es investigadora visitante en la Universidad Humboldt, Berlín, donde tiene una beca del DAAD (Servicio Alemán de Intercambio Académico).

 

Traducción del portugués de Catalina Arango

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