El conocimiento indígena americano influyó sobre los europeos de muchas formas, a veces inesperadas, como en el caso del arte de la construcción. La muestra «Pacha, Llaqta, Wasichay: Indigenous Space, Modern Architecture, New Art», en el Museo Whitney de Arte Estadounidense, Nueva York, examina este legado. Brandon Sward visitó la exhibición para Contemporary And (C&) América Latina.
Clarissa Tossin, Ch’u Mayaa, 2017, foto del rodaje. Coreografía/performer: Crystal Sepúlveda; Director de fotografía: Jeremy Glaholt. Originalmente encargado y producido por la Ciudad de Los Angeles, Departamento de Asuntos Culturales para la muestra “Condemned to be Modern” (Condenados a ser modernos) como parte del programa “Pacific Standard Time: LA/LA.” de la fundación Getty. Cortesía de la artista.
Ronny Quevedo, ULAMA-ULE-ALLEY OOP, 2017. Esmalte, lámina de plata, vinilo y lápiz en papel Mylar, 42 × 84 in. (106.7 × 213.4 cm). Colección del artista. Fotografía de Argenis Apolinario. Cortesía del Museo Whitney de Arte Estadounidense, Nueva York.
Livia Corona Benjamín, Mazatlpilli, 2018. Impresión digital de pigmentos, turquesa, jade, coral, ónix, obsidiana, ojo de tigre y hueso animal, 30 × 38 in. (76.2 × 96.5 cm). Colección de la artista. Cortesía del Museo Whitney de Arte Estadounidense, Nueva York.
Claudia Peña Salinas, Cueyatl, 2017. Metal, algodón teñido, y rana de cemento, 24 ½ x 24 x 61 in. Colección de la artista. Cortesía del Museo Whitney de Arte Estadounidense, Nueva York.
Guadalupe Maravilla, Requiem for my border crossing (Collaborative drawing between the undocumented) #12, 2018. Impresión digital, lápiz y tinta, 30 × 90 in. (76.2 × 228.6 cm). Colección del artista. Cortesía del Museo Whitney de Arte Estadounidense, Nueva York.
El período histórico a veces llamado inocentemente Período del Descubrimiento puso a los europeos en contacto con los pueblos indígenas de América, grupos tan radicalmente diferentes que los teólogos dedicaron considerables esfuerzos para determinar si los «indios» tenían o no alma. La narrativa convencional es que los europeos dominaron por completo a todos con los que se fueron encontrando. Sin embargo, los europeos aprendieron y fueron influenciados por diversas formas de conocimiento, entre ellas los modos de construir.
Esta herencia es el tema central de la muestra Pacha, Llaqta, Wasichay: Indigenous Space, Modern Architecture, New Art, en el Museo Whitney de Arte Estadounidense, Nueva York (13 de julio al 30 de septiembre de 2018). Las tres primeras palabras del títulos son términos quechua. El primero significa «tiempo», «espacio», «naturaleza», «mundo»; el segundo, «lugar», «país», «comunidad», y el tercero «construir».
La muestra reúne a siete artistas radicados en Estados Unidos y Puerto Rico que están comenzando o ya han iniciado su carrera y cuya obra aborda las resonancias de la indigenidad en la arquitectura contemporánea. Tomemos algo tan identificado con el estereotipo estadounidense como el basquetbol o el racquetball, «inventados» respectivamente por James Naismith en 1891 y Joseph Sobek en 1950. Estos juegos son superados ampliamente por el ulama, el más antiguo conocido que incluye una pelota de caucho (arqueólogos descubrieron pelotas que se remontan por lo menos a 1600 a. C). Aunque no conocemos las reglas exactas, tenemos registro de campos de juego largos y estrechos (taste) con líneas de tiza, divididos en dos lados por una línea central (analco). Cualquiera que haya ido a un gimnasio estará familiarizado con ese tipo de instalación. En una serie de trabajos que incluye ULAMA-ULE-ALLEY OOP (2017), el artista ecuatoriano Ronny Quevedo muestra lo similares que son estos campos de juego a sus descendientes contemporáneos, y desestabiliza así el supuesto carácter único de la cultura estadounidense.
Mientras algunas de estas herencias precolombinas se producen de modo inconsciente o tal vez accidental, otras son bastante intencionales, como las diferentes formas en que renació la arquitectura indígena en el sudoeste de los Estados Unidos. Cuando esta región buscó a comienzos del siglo XX una identidad arquitectónica distinta, los diseñadores volvieron la mirada al pasado y a los grandes edificios construidos por los indígenas de la zona. Esta tendencia alcanzó las cumbres de la arquitectura de la época e influyó a arquitectos tan famosos como Frank Lloyd Wright, cuya Hollyhock House, en East Hollywood, fue parte del revival maya.
Por supuesto, estas construcciones sólo tomaban prestada la estética de las culturas diezmadas por la llegada de los europeos al «Nuevo Mundo». Si muchas de las características de las construcciones mesoamericanas eran adaptaciones específicas a las tecnologías, materiales y creencias de los pueblos indígenas, en las manos de arquitectos como Wright quedaban vacías de significado, al servicio de meros propósitos ornamentales. En el video Ch’u Mayaa, la artista brasileña Clarissa Tossin trabaja con la performer Crystal Sepúlveda para activar la herencia del espacio que ha quedado enterrada. El título de la obra remite al «azul maya», uno de los más resistentes pigmentos de la cerámica maya y a menudo el último que resiste adherido a esos artefactos. Igual que el color, lo indígena persiste en nuestra cultura, por más que no sea reconocido como tal.
Ahora bien, en otros tiempos, estuvimos demasiado deseosos de desenterrar el pasado, cuando el gobierno mexicano trasladó una gigantesca escultura del dios azteca de la lluvia, Tlāloc, al Museo Nacional de Antropología. Así como la arquitectura modernista del edificio se orienta hacia el futuro, la escultura primigenia se orienta al pasado, una metáfora perfecta de la disciplina antropológica, que inicialmente buscaba estudiar científicamente las «culturas primitivas».
De modo similar al caso de la Hollyhock House, aquí vemos otra vez una cultura que se decora con otra a sí misma, ignorando el significado religioso que Tlāloc tenía y aún tiene para los pueblos indígenas. La artista mexicana Claudia Peña Salinas ha investigado la suerte que corrió el monolito de Tlāloc y aportó un trío de esculturas que incluye la obra Cueyatl (2017), una visión de Tlālōcān, el paraíso gobernado juntamente por Tlāloc y Chalchiuhtlicue, la diosa azteca del agua. Los títulos de las piezas son diferentes amalgamas de esos dos nombres, que ella descompone y vuelve unir así como el gobierno mexicano arrancó y transplantó el monumento de Tlāloc.
Pero por supuesto, además del movimiento de las antigüedades por América, también está el movimiento de los cuerpos. Como lamentablemente hemos visto en las noticias, la frontera de México y Estados Unidos es un cuchillo que puede cortar con rapidez los lazos que sostienen las familias. También es capaz de separar a los inmigrantes de sus identidad, desde el momento en que muchos se inventan un personaje con el propósito de cruzar. Ese fue el caso del padre del artista salvadoreño Guadalupe Maravilla. Recientemente éste readoptó su nombre de nacimiento y se puso como apellido el pseudónimo usado por su padre indocumentado. Maravilla compuso una serie de obras en papel tituladas Requiem for a border crossing of my undocumented father (Réquiem por cruce de la frontera de mi padre indocumentado), inspiradas en el códice nahuatl Historia Tolteca Chichimeca, escrito en un momento decisivo del siglo XVI, en que los manuscritos pictóricos cedían poco a poco lugar a los textos alfabéticos.
Igual que el manuscrito nahuatl Historia Tolteca Chichimeca, las piezas que constituyen el Requiem for a border crossing of my undocumented father combinan la línea y la imagen de un modo en que ambas sugieren y desorientan a la vez. Tal vez estos réquiems paternos tengan la intención de ponernos en el lugar de un inmigrante que atraviesa el espacio físico y legal, tratando de descifrar un universo de signos simultáneamente familiares y extraños.
Pacha, Llaqta, Wasichay: Indigenous Space, Modern Architecture, New Art, Museo Whitney de Arte Estadounidense, Nueva York. Del 13 de julio al 30 de septiembre de 2018.
Brandon Sward es un autor que reparte su tiempo entre Chicago, Los Angeles, y Nueva York.
Traducción del inglés de Nicolás Gelormini