Dos muestras exploran distintos aspectos de la obra del artista y resaltan su importancia para el arte brasileño. Por medio de la combinación de un repertorio afroamerindio y procedimientos europeos, la obra de Valentim persigue la idea de una soberanía nacional brasileña, que se refleja en el valor de los conocimientos ancestrales, sobre todo los negro-africanos.
Rubem Valentim, Emblema, 1978, acrílico sobre tela. Foto: difusión.
Rubem Valentim, Emblema 5, 1969. Óleo sobre aglomerado. Colección de la Pinacoteca del Estado de São Paulo, Brasil. Compra del Gobierno del Estado de São Paulo, 1976. Foto: Isabella Matheus.
Rubem Valentim, Poema Visual, 1984. Acrílico sobre tela. Foto: difusión.
Relevo Emblema n. 4, 1977. Acrílico sobre madera. Colección del Museo de Arte Moderno de Bahía, Brasil. Foto: Andrew Kemp.
Tal vez alguien suponga que el escultor, grabador y pintor autodidacta Rubem Valentim (1922-1991) es hoy un artista desconocido, pero una breve búsqueda en Internet revela la gran presencia e influencia de la realidad visual que él creó. Hay menciones suyas en sitios que anuncian alguna obra “rara”, en páginas de galerías de arte, en relecturas de sus obras en clases de arte de las escuela primaria, en las versiones de sus trabajos hechos de aguja y tela, en esculturas o relieves de cola plástica y gliter en páginas de artesanía, en la información sobre exposiciones, en citas de sus textos además de innumerables alusiones a su biografía en páginas de Brasil y del exterior.
Su nombre y su obra a aparecen en el ENEM, el Examen Nacional de Enseñanza Media, de 2017, que, teniendo en cuenta el debate sobre la diversidad cultural brasileña, contenía una pregunta que relacionaba la imagen Emblema 78 (en la cual se puede ver el hacha de dos hojas de Xangô, el orixá del fuego de la cultura yoruba) con el Modernismo nacional.
Se interesó por indagar el misticismo, la espiritualidad, la cultura popular (pero no lo folclórico ni el consumo turístico), el arte africano, el candomblé, el umbanda y las prácticas populares.
Arte “genuinamente brasileño”
Según el crítico Mário Pedrosa (1900-1981), Rubem Valentim es antropófago dado que supo combinar el repertorio estético afro-amerindio-brasileño con procedimientos europeos. Esa configuración nueva le permitió defender un arte “genuinamente brasileño” al abogar por el valor de una poética estructurada sobre esas referencias cruzadas. Transcurridos veintisiete años desde su fallecimiento, la vasta obra del artista hace de su nombre una instancia cada vez más obligatoria para quien quiera entender los desdoblamientos del encuentro entre las tradiciones culturales afrobrasileñas y el pensamiento abstracto, constructivo-geométrico, que se difundió en Brasil a partir de la década de 1950.
Por otro lado, a diferencia de los artistas del Concretismo, Valentim rechazó los “juegos ópticos” que, según él, tanto atraían a los adeptos paulistas de esa corriente. Se interesó por indagar el misticismo, la espiritualidad, la cultura popular (pero no lo folclórico ni el consumo turístico), el arte africano, el candomblé, el umbanda y las prácticas populares. Para decirlo con sus palabras: indagar “el sentir brasileño”. A la vez, su poética apunta como una flecha a la idea de soberanía nacional que se refleja en el valor de los conocimientos ancestrales, sobre todo negro-africanos, adecuados para cambiar la posición de Brasil en el mundo.
Perspectiva afrocentrada
Valentim fue también un artista que miraba con respeto su propia historia de vida en Bahía, estado donde nació y trabajo en los inicios de su carrera, entre 1949 y 1956. Hoy resulta evidente que también su experiencia europea fue fundamental para el fortalecimiento de la perspectiva afrocentrada, que comenzó a aparecer en su obra desde los inicios de la década del cincuenta, pero que adquirió fuerza en el período europeo (1963-1966), cuando el artista, que veía con preocupación y criticaba la subalternidad recurrente en la postura de los artistas brasileños vinculados a la tradición europea, visitó colecciones de arte africano, como la del Museo Británico de Londres.
Nacido en una familia pobre, Valentim comenzó a pintar desde pequeño. En 1946 se recibió de odontólogo en la Universidad Federal de Bahía (UFBA), y ejerció la profesión dos años, pero la abandonó para seguir la carrera artística y cuando comenzó a asistir a la Escuela de Bellas Artes se dedicó a la pintura de modo sistemático. También en 1946 conoció al grupo bahiano de pintores modernistas con el que más tarde realizaría sus primeras exposiciones. Tras romper con ellos, pero sin dejar de reconocer jamás el peso que Bahía ejercía sobre él, Valentim se mudó a Río de Janeiro, donde fue bien recibido por el medio artístico, participó de exposiciones y ganó premios como el que después lo llevaría a Roma.
Intolerancia religiosa
A pesar de la amplia difusión de su obra en Internet, desde 2012 no había exposiciones individuales del artista, lo que denota la falta de reconocimiento de su importancia para el arte brasileño. En abril de 2017, el curador Marcus de Lontra Costa rompió con ese silencio curatorial y montó la muestra Rubem Valentim: Construção e fé, exhibida inicialmente en la Caixa Cultural de Brasilia, ciudad donde tiene su sede el Instituto Rubem Valentim, que el artista mismo ideó en vida pero convertido en realidad recién en 2017. Allí es donde está su famosa obra Fachada em mármore branco da Secretaria Estadual da Fazenda (1960).
La misma exposición pasó entre octubre y diciembre de 2018 por la Caixa Cultural da Sé en São Paulo. Centrada en la obra producida a partir de 1970, la muestra, con más de sesenta trabajos pertenecientes a distintas colecciones particulares, aborda sobre todo la temática religiosa que caracteriza la poética del artista. En la entrada, un conjunto de canciones dedicadas a Xangô recuerda la importancia que el símbolo de ese orixá tiene en la obra de Valentim, pero también evoca el problema de la intolerancia religiosa, un tema que, con el ascenso de la extrema derecha en Brasil en 2018, se transforma en una cuestión pública y absolutamente actual.
Muestras complementarias
A su vez, para la muestra Rubem Valentim: Construções Afro-atlânticas, el MASP (Museo de Arte de São Paulo) eligió el período que va de 1950 a 1970. La exhibición (14 de noviembre de 2018 a 10 de marzo de 2019), curada por Fernando Oliva, cierra el año de programación dedicado a las Historias Afro-atlánticas. Allí se exhiben noventa y dos obras del comienzo de la carrera de Valentim, momento en el que ya aparece la relación entre la geometría y lo sagrado de carácter afrobrasileño, conexión también presente en la madurez del artista cuando éste sale de la tela para ocupar el espacio con esculturas y relieves en madera policromada. Miradas en conjunto, las dos exposiciones cubren prácticamente toda la trayectoria de Valentim.
Con mayor impulso, dado que dispone de más recursos que los puestos a disposición en la Caixa Cultural, el MASP reúne obras de colecciones particulares y públicas. En un importante ejercicio de investigación, algunas obras están acompañadas de breves textos críticos que profundizan las referencias al candomblé, un campo todavía poco explorado quizás justamente por la falta de estudios profundos pero también por los preconceptos que envuelven la religiosidad afrobrasileña. Por otra parte, el catálogo constituye una de las mayores contribuciones al estudio y la difusión de la obra del artista, con textos críticos y documentos inéditos de su proceso creador. Según Bené Fonteles (1953-), también artista y amigo personal de Valentim, fue éste quien editó los catálogos de sus exposiciones durante las décadas del sesenta y del setenta.
Estas dos grandes muestras contribuyen a afirmar un Rubem Valentim, negro, nordestino, constructor inquieto y no constructivista. Cada una a su manera resalta que, cuando se habla de la obra de Valentim, no se debe disociar la conjugación de lo sagrado y lo político, pues de ese modo se fragmentaría la poética del artista. Valentim nunca ocultó su desagrado por cualquier forma de subalternidad cultural. En su trabajo confluyen el respeto por la cultura afrobrasileña, el valor de la espiritualidad como sustrato de la expresión artística y una noción singular de la política como soberanía cultural.
Alexandre Araujo Bispo es antropólogo, crítico, curador independiente y docente.
Traducción del portugués de Nicolás Gelormini