Autora de una tesis sobre la participación africana en las primeras seis ediciones de la Bienal de São Paulo, la curadora e investigadora Luciara Ribeiro habla sobre la importancia de mirar los archivos y sus lagunas, con el fin de pensar contranarrativas artísticas y revisiones históricas que cuestionen la colonización del pensamiento.
A la izquierda: Fotografía de la exhibición de Sudáfrica durante la IV Bienal de São Paulo. Salón de la Unión de Sudáfrica. Fotógrafo desconocido. Imagen cortesía de Wanda Svevo Historical Archives. A la derecha: VI Bienal de São Paulo. Nigeria Hall, 1961. Fotografia de Athayde de Barros. Imagen cortesía de Wanda Svevo Historical Archives.
En 2019, Luciara Ribeiro defendió su tesis “Modernismos Africanos nas Bienais de São Paulo (1951-1961)” [Modernismos Africanos en las Bienales de São Paulo (1951-1961)], sobre la participación de las delegaciones africanas en la Bienal en los primeros diez años de la muestra, de 1951 a 1961, resultado de una investigación en el Acervo Histórico Wanda Svevo. En una entrevista con Contemporary And América Latina, Ribeiro habla sobre la importancia de revisar los discursos hegemónicos que permean las artes y las élites artísticas brasileñas.
C&AL: en tu tesis “Modernismos Africanos nas Bienais de São Paulo (1951-1961)” [Modernismos Africanos en las Bienales de São Paulo (1951-1961)] tu elección por analizar la presencia de artistas africanos en la Bienal de São Paulo se justifica por coincidir con los procesos de independencia en África y por el inicio de un pensamiento que incentivaba las relaciones Sur-Sur. ¿Cómo reverberaron estos factores en la constitución de una bienal que se definía como una muestra internacional, sin una preocupación por definirse como un evento del Sur?
Luciara Ribeiro: Comencé la investigación tratando de entender cómo se dio la internacionalización de la Bienal y lo que ella entendía por “internacional”, en las artes en los años 1950. Yo quería saber cómo las producciones africanas habían sido incluidas, ya que no encontré mención a ellas en la bibliografía dedicada a la historia de la Bienal. Las seis ediciones de la Bienal que estudié fueron organizadas por el Museo de Arte Moderno de São Paulo y fueron conocidas como las «Bienales modernas», lo que coincidía con mi interés por los modernismos y por la formación de sistemas artísticos que seguían la línea de la internacionalización. En este periodo, Ciccillo Matarazzo se interesaba –aunque no de forma comprometida– por presentar la Bienal como un evento que partía de una ciudad del Sur, y que podía convertirse en un polo de circulación para las artes, como lo fueron los países europeos y los Estados Unidos. Pero su interés se limitaba al Sur como territorio, sin incluir otras características para el debate, como las relaciones sociales y raciales y las contranarrativas artísticas. Creo que los factores que contribuyeron a esa particularidad de la Bienal fueron los discursos hegemónicos que impregnaron, y, de cierto modo, todavía impregnan, las artes y las élites artísticas brasileñas, y que tienen más deseo de igualar al Norte que de redefinirlo.
V São Paulo Biennial. Arabia Saudita hall. Evento grabado con trabajos de Salah Abdel Kerin, 1959. Trabajos descatados: The Fish; Motherhood; Twins, 1959. Fotografía de Athayde de Barros. Imagen cortesía de Wanda Svevo Historical Archives.
C&AL: En América Latina y del Sur, la creación de bienales que propusieran una alternativa al discurso cultural hegemónico del hemisferio Norte ya era un proceso que sucedía desde los años 1960, pero, en Brasil, esto se dio más tarde. ¿Por qué la Bienal de São Paulo no buscó presentarse en una perspectiva ideológica como una bienal del Sur?
LR: Esa fue una pregunta que rondó mi investigación. ¿Qué pasó con la Bienal de São Paulo que la hizo mantener la mirada más hacia el Norte que hacia el Sur? Creo que tiene una relación con el proceso social, racial y artístico brasileño. Aunque la Bienal de São Paulo estaba en un territorio del Sur, su organización se llevó a cabo a partir de las elecciones de una élite artística paulista que se entendía como más cercana a Europa que a un Sur geopolítico. Esto revela las desigualdades brasileñas. Si miramos la historia de la Bienal de São Paulo, veremos que esta nunca tuvo una curaduría general de autoría negra o indígena, sea de brasileños o extranjeros. En sus ediciones, los artistas no blancos siempre han sido minoritarios. Estos datos revelan que la Bienal, como exposición, se democratizó sólo en la gratuidad del ingreso, pero no realizó un cambio estructural que redefiniera sus criterios organizativos de base. Creo que, si hubiera un cambio de postura, la perspectiva ideológica, que todavía está pautada por cierto eurocentrismo y por la blancura, cambiaría, y eso alteraría la forma como la Bienal mira hacia el Sur.
C&AL: Algo interesante que planteas tiene que ver con la invitación que la Bienal, en su primera edición, le hizo a Egipto y a Sudáfrica (en la época de la Unión Sudafricana), y señalas que ese interés posiblemente se deba al hecho de que ambos países ya eran independientes y fueron los primeros países africanos que tuvieron escuelas de bellas artes que seguían modelos de enseñanza europea. ¿Qué revela esto sobre el interés en Brasil por estos países en ese periodo?
LR: en 1950, año en que Ciccillo Matarazzo comenzó a organizar la primera Bienal, sólo cuatro países africanos eran independientes: Sudáfrica, Egipto, Etiopía y Liberia. De estos, solo Sudáfrica y Egipto tenían oficinas diplomáticas en Brasil, y dado que la Bienal era mediada por el Ministerio de Relaciones Exteriores, sólo esos dos países fueron invitados. En mi opinión, el interés de Brasil por esos dos países era sobre todo el de crear vínculos económicos. En este proceso, algunas cuestiones ideológicas y políticas, aparentemente, se contraponían. En el caso de Sudáfrica, que ya estaba bajo el régimen oficial del Apartheid, Brasil continuó siendo uno de sus principales socios, incluso mientras aquí prevalecía oficialmente la defensa por la democracia racial. La relación con los dos países, por parte de la Bienal de São Paulo, también estuvo marcada por relaciones con la población étnico-racial blanca y de origen europeo, característica que también define a las élites artísticas brasileñas. Sin embargo, cabe mencionar que la aceptación de estos países no fue inmediata. El anuncio de la participación de Egipto, como primer país africano durante la Segunda Bienal de San Pablo, revelaba cierta preocupación y temor por parte de Matarazzo por que las obras procedentes de ese país fueran, en sus palabras, «verdaderamente modernas». Sólo después de un viaje de Mário Pedrosa al país, Matarazzo pareció sentir confianza en aceptarlas. Esto revela que, aunque ambos países fueran invitados, el hecho de que estuvieran fuera del territorio europeo y norteamericano era un motivo de desconfianza sobre del valor artístico de sus obras.
Luciara Ribeiro. Fotografía: Ricardo Miyada.
Creo que mi investigación trae contribuciones relevantes para que miremos y activemos los archivos artísticos. Es necesario que les hagamos preguntas, veamos sus lagunas, pensemos en nuevas estrategias sobre cómo contar narrativas para las artes.
C&AL: En el sexto capítulo sobre la Bienal (1961), destacas que la actuación de Mario Pedrosa, como director, fue importante para la participación de Nigeria y Costa de Marfil, al tiempo que señalas una visión esencialista del crítico sobre estos países, cuando define su arte como «de culturas menos pulidas.” ¿Qué revela esta mirada sobre la lectura de estas culturas, incluso entre pensadores atentos a la democratización del arte como él?
LR: Pedrosa fue un gran crítico, investigador y gestor de las artes que demostró su preocupación y compromiso por hacer de las artes un campo más participativo. Sin embargo, hacerle esta crítica es un ejercicio que nos ayuda a revisar la historia para no reproducir ideologías y valores que ya no coinciden con este momento. Por ejemplo, el discurso de Pedrosa en la 6ª Bienal revela un pensamiento jerárquico, evolutivo y primitivista sobre las producciones africanas. Este modelo de pensamiento ya no puede ser tolerado ni reproducido en la actualidad. Revisar críticamente a agentes como Pedrosa contribuye a la formación de un campo de investigación más riguroso, comprometido y atento.
C&AL: ¿De qué manera crees que tu investigación reverbera actualmente en el movimiento de Black Lives Matter y en otros movimientos de decolonización institucional?
LR: Creo que mi investigación trae contribuciones relevantes para que miremos y activemos los archivos artísticos. Es necesario que les hagamos preguntas, veamos sus lagunas, pensemos en nuevas estrategias sobre cómo contar narrativas para las artes. La investigación es una contribución, pero el cambio real sólo vendrá cuando todos se comprometan. Tanto las instituciones (museos, galerías, universidades), como los agentes (curadores, gestores culturales, críticos, historiadores del arte) necesitan revisar sus políticas, sus elecciones, sus clases, sus racialidades, sus géneros, sus territorialidades, etc. Si no existe tal compromiso, nunca romperemos el círculo vicioso de la exclusión y la colonización.
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Nathalia Lavigne es periodista, investigadora y curadora, maestra en Teoría Crítica y Estudios Culturales por Birkbeck, Universidad de Londres, y doctoranda de la Facultad de arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAUUSP).
Traducción del inglés de Catalina Arango Correa