El arte NFT se ha vendido recientemente por millones, anunciando una nueva era de oportunidades para algunos y de pérdidas para otros. Tash Moore examina lo que un grupo de artistas BIPOC está haciendo al respecto.
Lizzy Aroloye, Alien Girl Loading, de la serie OpenSea. Cortesía de la artista.
Los mundos del arte y las finanzas se han cruzado durante mucho tiempo, y ahora se están fusionando en algo que podría cambiar la dirección del arte negro digital para siempre: las NFT o monedas no fungibles.
Puede sonar a la moneda de un restaurante de atracciones para niños con temática de hongos, pero una NFT es, en realidad, una fusión de la tecnología blockchain con la propiedad rastreable y, por tanto, un nuevo puente entre la creación y la compensación. Mantener la documentación y la autentificación del diseño y el contenido en línea puede ser un obstáculo a la hora de obtener compensaciones, especialmente para los creadores de color y, en particular, para los creadores negros o indígenas. Esto se debe a que, históricamente, los documentos legales de las comunidades negras e indígenas que tienen que ver con la procedencia, los derechos de propiedad intelectual y los seguros no siempre se han respetado, lo que ocasiona que estas comunidades con frecuencia no confíen en los procedimientos oficiales. Blockchain podría cambiar eso.
En la vida real, es poco probable que la gente confunda un póster producido en masa con una pintura única. Sin embargo, en el espacio virtual, el contenido creativo suele depender de que este se comparta y/o se haga viral para darse a conocer. En línea, la propiedad puede ser muy confusa, ya que la obra se reproduce fácilmente, se reconfigura lejos de su presentación original o se copia. Tanto los aficionados como los oportunistas pueden eludir una marca de agua o un sistema de pago, o pueden copiar directamente el diseño con poco riesgo, siempre que no llamen demasiado la atención ni obtengan beneficios económicos. El trabajo codificado, por el contrario, es rastreable, y el propietario registrado está vinculado a la distribución, independientemente de las veces que se descargue, retuitee o comparta sin atribución su obra. Es como una marca de agua financiera permanente que garantiza que una determinada imagen es auténtica.
Hemos reunido algunos recursos para que los lectores puedan seguir tanto el desarrollo de los NFTs como a notables artistas negros que ya dominan este floreciente espacio.
Un recurso excelente es el NFT Roundtable Podcast desarrollado por Umba Daima. Recientemente, este presentó a un artista que trabaja en 3D llamado Andre Oshea, quien siguió lo que ocurría con el espacio de las NFT durante meses antes de sumergirse en él, y pasar de no tener ventas a ganar 4,5 ETH (es decir, unos 8.000 USD en ese momento). Es posible comparar el precio global de ETH en los últimos seis años aquí. Oshea también expone su obra en una galería virtual debido a los costos de exponer físicamente en un clima económico difícil como el que se vive en plena pandemia. Otra artista a la que hay que prestar atención es Nkosi, de Melbourne, Australia, cuya creatividad digital abarca la expresión femenina post-afrocontemporánea en el paisaje virtual.
Laina Denina utilizó Foundation para aceptar ofertas por sus obras con una confianza admirable. Foundation es una plataforma de subastas que les permite a los artistas promocionar sus obras en un plazo de veinticuatro horas. Ver a una artista BAME/BIPOC actuar como su propio intermediario, en un espacio financiero y tecnológico competitivo, es siempre inspirador. Foundation les permite a los compradores configurar la cartera de criptomonedas de su elección, utilizando MetaMask, una utilidad de entrada para los novatos en blockchain, así como para los desarrolladores experimentados. Las NFT suelen enfocarse en el diseño, pero también se han expandido a la música y otros contenidos digitales, lo que le da flexibilidad al mercado. Aquellos creadores no binarios, como Niall Ashley, comparten su vulnerabilidad y su explosiva creatividad sin la limitación de tener que enviar su trabajo a medios de comunicación en línea que no se han puesto al día en cuanto a la diversidad y la inclusión, especialmente en lo que respecta a los contenidos de género. Niall Ashley también hace un gran uso del mercado/galería en línea: Zora.
Las NFT tienen un lado oscuro y este es, sobre todo, su enorme huella de carbono, algo que ya se ha debatido en el marco de los debates más amplios sobre blockchain. En Cryptoart.WTF, los artistas tenían la posibilidad de hacerle un seguimiento a su huella de carbono, teniendo en cuenta los megavatios consumidos, con datos adicionales relacionados con los lanzamientos, las exposiciones –especialmente las virtuales–, las ventas y las reventas, pero el creador retiró el sitio de la red a partir de marzo de 2021 debido al doxxing y las amenazas que recibieron los artistas en respuesta a su consumo de energía. La transparencia parece tener un precio.
Estrellas empresariales como Gary Vee advierten de la existencia de burbujas y de la gran posibilidad de que se produzca un desplome o una corrección del mercado. Sin embargo, Vee afirma que pasará el resto de su vida invirtiendo en NFT, antes y después de la estabilización de sus precios. Vaynerchuck predice que las vías y el seguimiento de las ventas pesarán más que la entidad con la que se comercie. En otras palabras, el valor de los datos vinculados a la venta o reventa puede importar más que el diseño o la composición de la pieza comerciable. Con esto en mente, los vídeos de TikTok asesoran a los espectadores sobre cómo comprar y mover criptoarte (la nomenclatura que rodea a las NFT aún no se ha decidido), y Vaynerchuck advierte que los próximos cuarenta y ocho meses serán emocionantes pero costosos para algunos.
Hemos analizado aquí el microimpacto para los creadores cotidianos, así como el macroimpacto en relación con la continua degradación ambiental que está llevando al declive terminal de nuestro mundo. Aunque las NFT pueden nivelar el campo de juego y la accesibilidad del diseño, a muchos les puede preocupar que la falta de material físico implique que se pase por alto el impacto ambiental. Como señala el comentarista de las redes sociales J.R. Yusef, el hecho de que el mercado de las NFT y la criptodivisa no involucren, en general, dinero en efectivo, los hace más accesibles. Históricamente, los consumidores negros y de color han sido aislados y excluidos de los mercados financieros de distintas maneras; entre ellas, las prácticas de préstamo injustas, el aislamiento respecto al mercado del trabajo, la vivienda discriminatoria y el debilitamiento de su crecimiento económico a través de la destrucción de sus distritos comerciales, ya sea de forma oficial (limpieza de barrios marginales) o extraoficial (disturbios). En las comunidades desatendidas, el acceso al mercado puede ser difícil. Es necesario abordar esa exclusión para crear una economía digital más equitativa.
Con tanta expectación y tantas incógnitas, los coleccionistas interesados, pero precavidos, pueden decidir incursionar en lo digital y en lo analógico por igual hasta saber un poco más sobre la evolución de las NFT y sus consecuencias en los próximos años. Parece que los humanos han sido especuladores desde tiempos inmemoriales. Es lógico que las criptomonedas no sólo rehagan los ingresos en materia de diseño, sino que las innovaciones en esta rama de la economía influyan en las ventas y compras en sectores no relacionados, como el inmobiliario. Las empresas de la vida real construyen y mantienen continuamente propiedades virtuales con beneficios y pérdidas tangibles. Los bienes y servicios se entregan ahora en las direcciones físicas de consumidores que pagan con criptodivisas en tiendas online. Especialmente, en nuestro mundo post-COVID, puede ser más rentable, desde el punto de vista financiero, mantener un local cuyo tejado nunca necesita ser reparado o un escaparate virtual que puede estar abierto las veinticuatro horas del día para cualquier persona en cualquier lugar sin que haya personal siempre presente. Estaremos atentos.
Tash Moore: impulsora de Detroit, emprendedora social y activista, que se mueve entre la costa este y la costa oeste de los Estados Unidos, cuya pasión es promover la diversidad y la inclusión. Fue coordinadora del Taller de Escritura C& Critical 2018, en Detroit.