C&AL: Su obra está atravesada por la idea de justicia social. ¿Qué opina sobre el poder del arte para apoyar la protesta social e impulsar transformaciones?
SP: El arte es un puente y una herramienta en el movimiento por la justicia social. Crecí como niña negra en una comunidad de clase baja, hija de una madre soltera inmigrante que obtuvo la ciudadanía. Así tenía experiencias y opiniones que yo decidí compartir y no tenía miedo de mostrar a través de mi arte. Quien crezca en un lugar como Washington D.C., verá a su alrededor injusticia. Usé el arte para atravesar los problemas que otras personas de mi comunidad y yo experimentamos y de los que fuimos testigos. Tal vez fui más valiente en mis años tempranos pero cuando pienso sobre la razón porque me apasionan el activismo y el arte, pienso en primer lugar sobre cómo me hicieron sentir de joven. Me hicieron sentir capaz. La creación artística amplificó mi voz de activista. Me dio un propósito y reforzó mi creencia de que alguien como yo podría hacer transformaciones en su comunidad y el mundo.
C&AL: Uno de sus proyectos fotográficos se inspira en el archivo familiar, particularmente en fotos suyas de niña. ¿Podría hablarnos más sobre este trabajo?
SP: La sensación de nostalgia permanente es una de las características que comparto con los millennials. Comencé una serie fotográfica donde recreaba imágenes extraídas de mis propios álbumes de infancia. Quería capturar el tiempo que había pasado entre mi yo infantil y la mujer que soy ahora. El escenario de esas imágenes era mi barrio natal de Washington D.C. y el acto de volver a los mismos lugares veinte años después fue surrealista y me movilizó emocionalmente durante todo el proceso. Pienso que la historia puede decir mucho sobre el futuro y cuanto más reflexiono sobre el proyecto, me doy cuenta de que sentía que necesitaba volver para orientar y aliviar a mi yo infantil.