La curadora independiente Fabiana Lopes investiga sobre la producción de artistas afrodescendientes en Brasil. C& habló con ella.
Michelle Mattiuzzi, Merci Beaucoup, Blanco (Muchas gracias, Blanco), performance, 2012. Foto: Hirosuke Kitamura. Cortesía del artista
Peter de Brito, Autorretrato. 2005, C-Print. Cortesía del artista.
C&: ¿Cómo describiría el panorama artístico de Brasil?
Fabiana Lopes: Brasil tiene las dimensiones de un continente, hay mucha diversidad. Pero curiosamente, la producción artística contemporánea a la que solemos acceder a través de muestras en instituciones, galerías comerciales y bienales no refleja esa variedad. Por el contrario, lo que normalmente se ve es una muestra bastante estrecha. A pesar de que la escena artística brasilera está experimentando un boom, su producción pasa por un filtro de poder. Si tenemos en cuenta que este país tiene la mayor población negra fuera de África, no puede ser casual que en el mainstream apenas se vean obras de artistas negros. Lo que pasa en el mundo del arte es un reflejo de la sociedad, donde el sujeto negro tiene un lugar definido: un lugar de servicio (de preferencia, doméstico) e invisibilidad. Otra característica de la sociedad brasilera que es que la raza es un tabú. Es el elefante que todos ven pero del que nadie quiera hablar. Y por eso no son bienvenidos los debates sobre temas raciales.
Esto probablemente explique por qué causó tanto revuelo el proyecto de Oscar Murillo, que en septiembre de 2014 participó de una residencia de diez días en Río de Janeiro. Inquietado por el ambiente con que se topó –ciudadanos negros en situaciones muy desfavorecidas– el artista adoptó una estrategia de supervivencia y desafío. Se puso el delantal blanco y se sumó al personal del servicio en el lugar de la residencia. Realizó actividades domésticas como limpiar, cuidar el jardín y cocinar, y en la fiesta de recepción dio una charla de quince minutos en la que compartió sus perspectivas sobre las clases, el trabajo y la raza. No había nada de ofensivo en ese proyecto pero al abordar abiertamente el tema de la raza Murillo cruzó sin saberlo un límite y entró en el reino de lo prohibido. Admiro el proyecto de Murillo porque revela una realidad oculta y ofrece una visión actualizada (y más exacta) de la sociedad brasilera. Además representa un desafío para la escena local y establece conexiones con una serie de artistas contemporáneos brasileros negros cuyas obras, a pesar de la invisibilidad impuesta, han tenido una fuerte impronta política.
El desafío para los artistas negros brasileños es superar la invisibilidad sistémica en un ambiente en que el discurso oficial dice que la invisibilidad (y el racismo) no existen.
C&: ¿Cuáles son los desafíos de los artista afrobrasileros en la escena del arte contemporáneo? ¿Hasta qué punto se extiende la falta de representación de temas relacionados con la historia de Brasil, en especial, la esclavitud?
FL: El desafío para los artistas brasileros negros es superar la invisibilidad sistémica en un ambiente donde el discurso oficial dice que esa invisibilidad no existe (y tampoco el racismo). Es una misión cuando menos interesante. En su libro Black Art in Brazil: Expressions of Identity, la investigadora Kimberly Cleveland califica de paradójico el complejo contexto brasilero y dice: “Las relaciones entre las razas y las categorías raciales en Brasil son tan variadas y complejas hoy como lo eran cien años atrás. Su intrincado carácter se apoya largamente en el hecho de que desde la abolición de la esclavitud en 1888, Brasil perpetuó la desigualdad racial al mismo tiempo que se enorgullecía de su imagen de país unificado por la mezcla racial, de nación inclusiva para todos.”
Me pregunto si es posible entender las relaciones entre las razas en el Brasil contemporáneo sin conocer y entender su historia de aproximadamente trescientos años de esclavitud y las implicaciones de esa historia en la vida cotidiana: en nuestra visión del mundo y en el modo en que nos relacionamos. Es imposible transformar una situación sin conocerla primero. Como sea, los brasileros vivimos en la negación. Parece que no tenemos el valor de abordar este tema con la honestidad que requiere. Enfrentar el dolor hiere y no parecemos estar preparados para pasar por ese sufrimiento y, finalmente, superarlo.
A pesar de este contexto todavía ampliamente hostil (o tal vez gracias a él), la producción de los artistas brasileros negros es rica e interesante porque trata estos temas complejos y difunde aspectos de las sociedad brasilera que de otro modo no veríamos.
C&: Háblenos sobre algunos artistas afrobrasileros que tengan proyectos que usted considere inspiradores. ¿Dónde vive la mayoría de ellos? ¿Qué significados y espacios alternativos son esenciales para su obra y cómo pueden empoderarse y desarrollarse?
FL: Los proyectos de los artistas afrobrasileros me apasionan. Por ejemplo, hace dos semanas vi la Parede da Memória (Pared de la memoria) (1994), una importante obra de Rosana Paulino (b. 1967). Paulino dispone en forma de cuadrícula 1.500 pequeñas bolsas rectangulares, hechas y rellenas de tela y cosidas a mano en los bordes. En la superficie de cada bolsita hay impresa una foto de alguno de los once miembros de su familia, en una alternancia que activa nuestro recuerdo del álbum familiar. Con esta pieza, Paulino crea un memorial del sujeto negro y con su abordaje estético logra cerrar una brecha dentro de la memoria nacional respecto a este tema.
Tomando esta obra como punto de partida, estuve reflexionando sobre cómo los artistas afrobrasileros abordan repetidamente el tema de la memoria. Por un lado, pienso en Eustáquio Neves (b. 1955) y en todo el conjunto de su (increíble) producción. Por otro, está Ayrson Heráclito (b. 1967) y su obra Transmutação da carne (Transmutación de la carne) (2000), un proyecto en el que performers vestidos con pedazos de carne seca son quemados con un acero caliente en recuerdo de lo que se le hacía en Brasil a los esclavos negros. El modo en que estos artistas –Neves de Minas Gerais, Paulino de São Paulo y Heráclito de Bahía– se comprometen con el tema de la memoria revela posiblemente aspectos de la región de donde proviene cada uno de ellos.
Si pensamos en el tratamiento que hace Paulino de la costura o el bordado, podemos trazar una cronología que incluiría a Sonia Gomes (b. 1948), Lidia Lisboa (b. 1971) y Janaina Barros (b. 1979). Pero la investigación de Paulino sobre el sujeto negro femenino también inspira a una nueva generación de artistas interesadas en una exploración similar, como es el caso de Charlene Bicalho (b. 1982), Priscila Rezende (b. 1985), y Juliana dos Santos (b. 1987) por nombrar a algunas.
En cuanto a la producción en el campo de las performances, puedo nombrar a artistas como Moisés Patricio (b. 1985) que usa la fotografía performativa para resolver cuestiones relacionadas con la pintura y al mismo tiempo recurre a significados autobiográficos para articular elementos de su ambiente espiritual y social (Aceita? (¿Acepta?), serie, 2013-2015). Peter de Brito (b. 1967) es otro artista performático que entrelaza exploraciones sobre la tradición del autorretrato con investigaciones de género (Autorretrato, 2005). Lidia Lisboa (b. 1971) usa el filtro de género y raza –es imposible descifrar su obra sin considerar los aspectos biográficos– para comprometerse con una indagación que borra los límites entre objeto, performance y ritual. Además está Juliana dos Santos (b. 1987) que aborda a través de su cuerpo cuestiones relacionadas con la pintura y al mismo tiempo moviliza el tratamiento de problemáticas de identidad racial (Tempestade, 2013). También están Renata Felinto (b. 1978) (Danço na terra em que piso (Bailo en la tierra que piso), 2014), Michelle Mattiuzzi (b. 1980) (Merci Beaucoup, Blanco (Muchas gracias, Blanco) 2012), Dalton Paula (b. 1982) (A promessa B (La promesa B), 2012) y muchos otros artistas que parecen usar sus cuerpos para forzar una renegociación de espacios públicos a la vez que resaltan la importancia de la performance dentro del imaginario social africano.
Fabiana Lopes es curadora independiente y trabaja en New York y São Paulo. Es doctoranda en estudios de performance por la Universidad de Nueva York, donde posee una beca del programa Corrigan. Lopes se centra en la producción artística de Latinoamérica y actualmente investiga la producción de artistas afrodescendientes en Brasil.
Aïcha Diallo ha trabajado como co-directora del programa de educación artística KontextSchule, afiliado a la UdK / University of the Arts, Berlín y como editora asociada de Contemporary And (C&).
Traducido del inglés por Nicolás Gelormini.