Después de 300 años en posesión de Dinamarca, el retorno del manto Tupinambá es una muestra de la lucha y la victoria en una restitución histórica que sirve de punto de partida para analizar cómo en los territorios colonizados, las prácticas de saqueo continuo de los invasores se adaptaron a la lógica de un colonialismo interno.
Manto en Movimiento, Manto femenino Tupinambá, Museo de las Culturas Indígenas. Foto: Khadyg Fares
Después de más de 300 años en posesión del Nationalmuseet, Museo Nacional de Dinamarca, en los últimos meses nos sorprendió el anuncio del retorno del manto Tupinambá al Brasil. Con fecha establecida para 2024, la noticia fue tema de diversos blogs, páginas webs de museos, revistas y periódicos de amplia circulación. Mucha tinta se gastó y mucho se escribió sobre la devolución, pero fueron pocos los análisis que abordaron los puntos ineludibles; las condiciones que propiciaron ese saqueo en especial así como el de centenas de millares de otras piezas. Las carabelas transportadoras de esas piezas, instrumento central del comercio triangular explotador del Atlántico, a su vez traían impregnado en sus cascos un peligro mucho más insidioso que las “enfermedades” que asimismo vinieron de allí: el colonialismo y su proceso de internalización.
Grabado de Theodor de Bry, siglo XVI. Reproducción: Exposición 'Los primeros brasileños' Museo Nacional (UFRJ). Fuente: https://osprimeirosbrasileiros.mn.ufrj.br/pt/mundo-indigena/o-manto-tupinamba/i/cG9zdDo4ODQ=
Atribuida principalmente a una “sensibilización” del director del museo danés y las relaciones internacionales con el gobierno brasilero, la oficialización de la restitución del magnífico manto rojo de plumas de ibis escarlata tardó dos años y se produjo con mucha reserva, como bien describió Elisangela Roxo en el artículo “A volta do manto Tupinambá” (El regreso del manto Tupinambá), publicado por la Revista Piauí el 27 de junio de 2023. La crónica destaca entre los agentes nacionales e internacionales el papel del embajador de Brasil en Dinamarca, Rodrigo A. Santos, que en el marco del proceso de repatriaçión contactó e hizo llegar cartas de líderes de la Tierra Indígena Tupinambá de Olivença, localizada en Ilhéus, Buerarema y Una, en el estado de Bahía.
Después del anuncio oficial, el murmullo sobre el regreso del manto, generado por las noticias, que no paraban de brotar, dio fuerza a una narrativa que escamoteó una batalla de restitución mucho más profunda: mantener vivas la cosmología y la herencia cultural de un pueblo al cual pertenece aquel manto. Los Tupinambás de Olivença batallan desde hace décadas por la reestructuración de su pueblo y la demarcación de sus tierras y están entre los pueblos más ultrajados por la colonización. Además del genocidio, sufrieron pérdidas y procesos de urbanización en sus territorios, situación esta que a veces los llevó a ser conocidos y a autodenominarse como caboclos o pardos, una de las tantas y elaboradas estrategias de negociación y búsqueda de salida del sistema de exterminio y violencia.
Manto Tupinambá, siglo XVI, hecho con plumas de ibis escarlata. Integra el acervo del Museo Nacional de Dinamarca y espera ser transferido al Museo Nacional, Río de Janeiro Foto: Reproducción de la exposición “Los primeros brasileros”/Museu Nacional (UFRJ)fonte: https://osprimeirosbrasileiros.mn.ufrj.br/pt/mundo-indigena/o-manto-tupinamba/g/cG9zdDo4NDU=___1/2
Los Tupinambás de Olivença batallan desde hace décadas por la reestructuración de su pueblo y la demarcación de sus tierras y están entre los pueblos más ultrajados por la colonización.
“Los diferentes contextos exigieron aumentar o disminuir la visibilidad y realce de las señales demarcadoras de la diferencia étnica”, dice la investigadora bahiana Teresinha Marcis, “y resultaron en abandonos, huidas y búsquedas de alternativas de supervivencia dentro y fuera de los límites de Olivença”. Considerados extintos desde el siglo XVII, fue a comienzos de la década de 1980 que integrantes de los Tupinambás de Olivença convocan a las primeras discusiones para la propia recuperación como pueblo indígena. Ese debate adquirió fuerza al final de la década de 1990 y en 2000. Ese año estuvo marcado por el paso del manto por Brasil y esto agitó todavía más las reivindicaciones de los Tupinambás, que intentaron impedir el retorno a Dinamarca de la pieza sagrada traída para la exposición “Brasil + 500 Mostra do Redescobrimento”, realizada en los pabellones del Parque Ibirapuera, donde tiene lugar la Bienal de San Pablo.
Al final de la exposición, el manto volvió al museo danés. Como sea, su sustracción no puede comprenderse aisladamente y confirma algo mucho más arraigado que el robo, y que puede comprenderse como un modus operandi implementado con la “llegada” del supuesto progreso moderno. Se trata de una especie de “repetición de la colonización”, aclimatada al propio territorio brasilero con sus cicatrices mal curadas de la invasión occidental. Entre las claves interpretativas, una de las más importantes para la comprensión de esa serie de pensamientos y prácticas de los vivientes [y sobrevivientes] de territorios colonizados es la que brinda el llamado colonialismo interno. Este concepto lo trabajó el sociólogo mexicano Pablo González Casanova. Entre sus definiciones, González Casanova señala: “Los Estados de origen colonial e imperialista y sus clases dominantes [y sus agentes de control] rehacen y preservan las relaciones coloniales con minorías y grupos étnicos colonizados dentro de sus fronteras políticas.” De este modo, la germinación del proyecto, que comenzó con la invasión, garantizó la continuidad del modelo de “geno-epistemicídios”, asumidos esta vez por los propios colonizados.
En julio de 2022, la decisión del juez federal Luiz R. B. Filho, de la Cámara Federal Penal de Maranhão, junto a la acción de líderes Akroá Gamella, un pueblo a la espera de la demarcación de tierras, produjo la restitución de objetos incautados por la Policía Militar de Maranhão. Con poca repercusión en los medios tradicionales, la devolución se relató en el artículo “Em decisão histórica, a Justiça Federal no Maranhão restituiu objetos apreendidos ilegalmente, do povo Akroá Gamella” (En decisión histórica, la Justicia Federal de Maranhão restituyó objetos del pueblo Akroá Gamella incautados ilegalmente), firmado por Jéssica Carvalho y publicado el 19 de agosto de 2022 en la página del CIMI.. Según la periodista, “en la lista de objetos devueltos hay arcos, flechas, celulares e instrumentos usados en el cultivo de la tierra, todos pertenecientes al pueblo Akroá Gamella y que fueron incautados de modo inesperado por la Polícia Militar” en una acción sorpresiva de la policía ocurrida en noviembre de 2021.
El movimiento “Liberte o Nosso Sagrado” (Libera Nuestros Elementos Sagrados) plantea otro caso de restitución, que tuvo, sin embargo, una solución bastante más tardía. Liberte o Nosso Sagrado está formado por líderes religiosos, investigadores y activistas del movimiento negro que lucharon por el rescate de 519 piezas y objetos sagrados de las religiones de matriz africana Umbanda y Candomblé, expropriadas mediante incautaciones realizadas a lo largo de casi un siglo (entre los años de 1889 y 1945) por la Policía Civil de Río de Janeiro. Las piezas se encontraban en cajas y clasificadas de manera racista como “Colección Museo de Magia Negra”. Después de muchas luchas y altibajos en el grupo, el 21 de septiembre de 2020 las piezas se pusieron bajo la custodia del Museo de la República, en Río de Janeiro.
Hay un hecho que trasciende los actuales movimientos de restitución orquestados por instituciones y gobiernos coloniales: las prácticas de saqueo continuo se adaptaron a la lógica de un colonialismo interno (González Casanova, 2006). Sean los casos de restitución interna y externa, como el regreso del manto Tupinambá, o casos que no se describen aquí, en todos ellos se observa una forma inherente, a saber: los museos, embajadas y demás instituciones dependen del sistema judicial, aparato a través del cual se procesan esas operaciones para que tengan resultado.
Escapar a la lógica colonial no es fácil, pero ejemplos como el de Glicéria Tupinambá señalan salidas para una restitución más profunda que la devolución del propio objeto.
Glicéria Tupinambá, Manto Tupinambá, 2006. Foto: Colección “Los primeros brasileros”/Museu Nacional (UFRJ). Site: https://www.museunacional.ufrj.br/see/objetos_manto_tupinamba.html
En 2006, usando una fotografía del manto que está en Dinamarca, la cineasta Glicéria Tupinambá, conocida como Célia Tupinambá y nombrada representante de Brasil en la Bienal de Venecia en 2024, buscó confeccionar una réplica para presentar a los Encantados (seres sobrenaturales) de su pueblo. Con el apoyo de su comunidad en la escucha atenta de sus integrantes más viejos, la cineasta fue rescatando y aprendiendo las técnicas de confección del manto. La acción de Célia señala formas para no depender de una restitución que, a su vez, es rehén de un sistema enmarcado en la burocracia institucional de herencia colonial. Pero sobretodo, le devolvió a ella misma y a su pueblo algo mucho más grande y más profundo, esto es, su movimiento demostró que es posible retomar un pasado que está vivo en el presente.
Glicéria Tupinambá, conocida como Célia Tupinambá, es artista, cineasta y docente. Dirigió el documental Voz Das Mulheres Indígenas (2015), además de realizar videos junto a jóvenes de su aldea/comunidad.
Khadyg Fares, descendiente de alagoanas/os y libanesas/es, es investigadora, educadora y curadora especializada en estudios anticoloniales, disidentes y en teorías de la imagen. Actualmente integra el programa de posgrado en Historia del Arte de la Universidad de San Pablo, UNIFESP.