El término “latinx” rejuvenece etiquetas como “hispano” o “latino”, surgidas a mediados del siglo XX para designar a las comunidades de migrantes latinoamericanos en Estados Unidos. Aldeide Delgado examina las dudas y las oportunidades que ofrece el nuevo término, también descubierto por el mundo del arte.
Guadalupe Maravilla, Motorpsycho, San Antonio, Texas, Luminaria Festival, 2012. Cortesía del artista.
“Latinx” (pronunciación en español: la-tin-eks) define a los individuos de origen latinoamericano que han nacido, se han educado o nacionalizado en Estados Unidos y no se identifican con las asignaciones de género correspondientes a los sujetos biológicamente clasificados como hembras y varones. Según los datos de tendencias de Google, la “x” al final de la palabra comenzó a emplearse desde el año 2004 dentro de la comunidad LGBTQIA+ y el entorno académico a fin de designar la diversidad de género. Su popularidad, sin embargo, aumentó a partir del 2016.
“Latinx” actualiza las etiquetas “hispano” y “latino” surgidas a mediados del siglo XX para designar a la población de migrantes latinoamericanos en Estados Unidos. El término “hispano” –menos popular– fue adoptado en los años setenta por las autoridades gubernamentales estadounidenses para hablar de comunidades cuyo idioma y legado histórico estaba asociado a España. Mientras tanto, “latino” –de mayor aceptación– transcendió la barrera linguística al comprender, desde lo geográfico, a los grupos de habla hispana pero también portuguesa y de dialectos indígenas. Más tarde, los sufijos “@”, “e” y “U” en “latin@”, “latine” y “latinU” intentaron crear un espacio inclusivo masculino y femenino.
Así como las categorías “latino” e “hispano”, “latinx” es un concepto socialmente construido, producto de las condiciones de marginalización de la comunidad donde emerge. Esta noción global presupone el cuestionamiento de una “identidad latina” homogénea. Se trata de queerizar “lo latino”, es decir, de revelar el cruce de identidades producto de la experiencia migratoria, desnaturalizar el binarismo de sexo y género e incluir otras variables como la clase social, el color de la piel, la etnia, la sexualidad y la edad en el entendimiento de la latinidad. Es tanto una labor teórica como un posicionamiento político.
Según Salvador Vidal-Ortiz y Juliana Martínez en su artículo “Latinx Thoughts: Latinidad with an X” (2018), la disonancia fonética y visual que produce la “x” en el término “latinx” desestructura la normalización del género en un sistema lingüístico, ideológico y sociopolítico marcado por el androcentrismo y la heteronormatividad. Y también evidencia la complicidad del lenguaje en el proceso de naturalización de los dispositivos usados para la distribución desigual de recursos, derechos y oportunidades en relación al género, la raza o la sexualidad. Ahora bien, aun cuando “latinx” se propone como una categoría cultural inclusiva, vale preguntarse hasta qué punto es una terminología eficiente para combatir las jerarquías de opresión, por ejemplo, en conexión al racismo.
En “When it Comes to Latinidad, Who Is Included and Who Isn’t?”, publicado en la revista online Remezcla en 2019, Janel Martinez plantea cómo los latinx con mayores privilegios –sin importar si han nacido en los Estados Unidos o emigrado de América Latina y el Caribe– son los hombres blancos, heterosexuales, cisgénero, ricos y sanos. Mientras más cerca estás de este ideal, mayores son las oportunidades de acceso. Por otro lado, existe el riesgo de reducir “latinx” a las personas que son sexualmente diversas o, dicho de otro modo, de confundir orientación sexual con identidad de género al asumir que las personas queer o no binarias son necesariamente gays, lesbianas o bisexuales (en opinión de Vidal-Ortiz y Juliana Martínez).
Otro de los argumentos en contra del uso del término se enfoca en su presunto carácter imperialista –colonial si se quiere– por parte del inglés sobre el idioma español. Esta crítica, que defiende la pureza del lenguaje y su estructura gramatical, parece olvidar que la implantación del castellano sobre las lenguas indígenas formó parte de la empresa modernidad/colonialismo en América. Aunque la discusión en torno a “latinx” ha alcanzado protagonismo en el contexto estadounidense por razones políticas, culturales y económicas, Latinoamérica ha desarrollado sus propias estrategias para la creación de un lenguaje inclusivo, por ejemplo el uso de la “x” y la “e” en “todxs” (pronunciado to-deks) y “todes”. La aplicación de estas soluciones lingüísticas no constituye una degradación ni la muerte del sistema gramatical español. Por el contrario, es una muestra de su adaptabilidad y capacidad de transformación en respuesta a las circunstancias sociales.
Para otros, como el activista californiano Motecuzoma Sanchez (“The Issue with Latinx”, 2019), “latinx” es un intento elitista de silenciar la historia de reivindicaciones políticas de los mexicoamericanos y puertorriqueños, así como una distracción para desviar la atención de otros problemas urgentes que enfrentan los latinos en los Estados Unidos. En el escenario político actual, el uso de categorías como “latinx” podrían resultar sospechosas en términos de la guettización de una comunidad en aumento en el país y con ello limitar su acceso a las instituciones cuyo paradigma es blanco, heterosexual y masculino.
El fomento de una identidad fronteriza, diásporica, desidentificada con el país adoptado, pero también con el lugar de origen, ha dado lugar al “arte latinx”. En el contexto artístico, “latinx” comprende un grupo heterogéneo de artistas cuyas obras, marcadas por la migración, el multilinguismo y la creolización, ilustran identidades mixtas de origen diverso. La recepción del “arte latinx” implica reconocer las contribuciones de estos artistas a la historia del arte estadounidense, a la vez que permite generar un espacio de discusión sobre las políticas de participación de las comunidades latinas en Estados Unidos.
Eso sucedió, por ejemplo, en la exposición Pacha, Llaqta, Wasichay: Indigenous Space, Modern Architecture, New Art, curada por Marcela Guerrero para el Whitney Museum of American Art en Nueva York (julio a septiembre 2018), donde se expuso la obra de, en palabras del museo, siete “artistas latinx emergentes”: William cordova, Livia Corona Benjamin, Jorge González, Guadalupe Maravilla, Claudia Peña Salinas, Ronny Quevedo y Clarissa Tossin. Así mismo, en enero de 2019 el Pérez Art Museum Miami (PAMM) organizó el simposio Latinx Art Sessions, donde se discutió sobre el significado de “latinx” y sobre cómo generar plataformas de visibilidad y solidaridad dentro del campo artístico.
Aldeide Delgado es historiadora y curadora independiente. Durante el 2018 fue becaria de la Escuela de Crítica de Arte (INBA-Proyecto Siqueiros) con el apoyo de la Fundación Jumex y PAC. En el año 2017 fue galardonada con la Beca de Investigación y Producción de Ensayo Crítico expedida por TEOR/ética. Sus intereses incluyen género, identidad racial, fotografía y abstracción en las artes visuales. Ha sido ponente en The New School, CalArts, Centro Cultural Español Miami, Casa de las Américas y 12ma Bienal de La Habana. Es colaboradora de Artishock, Terremoto, C&AL y Art Nexus en Miami.