La muestra “OSSO Exposición-llamado a un amplio derecho de defensa de Rafael Braga”, en el Instituto Tomie Ohtake, São Paulo, reúne obras de varios artistas con el objetivo de visibilizar el emblemático caso de un joven negro víctima de la arbitrariedad judicial en Brasil.
Paulo Nazareth, Tommie, 2017. Coleção Mendes Wood DM, São Paulo, Brasil.
Rosana Paulino, Permanência das Estruturas, 2017. Técnica mixta sobre tejido y costura. Colección del artista.
Thiago Gualberto, Maré Vermelha, 2017. Videoinstalación. Colección del artista.
Afectado por un brote de tuberculosis que invadió las cárceles de Río de Janeiro, Rafael Braga está en prisión domiciliaria desde septiembre de 2017. Estuvo preso desde 2013 y tras haber dejado la prisión en 2016, se lo acusó nuevamente y volvió a la cárcel. Nacido en 1988, joven, negro, trabajaba de recolector de residuos cuando se produjeron las manifestaciones de 2013. Lo encarcelaron por llevar dos botellas plásticas que contenían productos de limpieza.
Desde el comienzo, basándose únicamente en los testimonios de los policías que lo acusaban de llevar material explosivo, los operadores de justicia lo consideraron sucio y peligroso. La historia de Braga sintetiza lo que muchos estudiosos del racismo brasileño califican de genocidio de la población negra. Las estrategias de ese genocidio de larga duración comenzaron con la esclavización de personas, que las convirtió en objetos a lo largo de tres siglos. Pero esas estrategias persisten y en el período posterior a la abolición de la esclavitud de 1888 se manifiestan en la reducción de los derechos modernos de las personas negras, la segregación espacial, los subempleos y los mecanismos que vuelven a los negros presas fáciles de la violencia familiar, el hambre y la miseria.
Considerado un caso emblemático, el odio de que fue víctima Rafael Braga tomó visibilidad en los movimientos sociales dentro y fuera de las redes virtuales, movilizó esfuerzos colectivos a favor de sus derechos y los de su familia, contra una justicia que siempre termina por criminalizar la pobreza. En ArtRio, Feria de Arte de Río de Janeiro, en 2017, los artistas Joana Amador, Lourival Cuquinha, Mariana Lacerda y Mariana Sgarione se inspiraron en él para crear la obra Um e Três menos Um Crimes (Uno y tres menos un crímenes), el dinero de cuya venta será para la familia del joven.
La campaña por la libertad de Rafael Braga multiplicó sus caras en Internet. Stickers, pins, camisetas, carteles, caricaturas, collages hicieron de él una figura icónica a la vez que actualizaban estrategias de protesta como las que creó entre 1966 y 1982 Emory Douglas, secretario de cultura del Partido de las Panteras Negras. De ese modo, Rafael Braga pasó a ocupar, en el plano visual, el mismo lugar que ocuparon la filósofa y activista Angela Davis y uno de los líderes del PPN, Huey Newton (1942-1989), desde que fueron injustamente encarcelados. La propia Davis aparece en Internet sosteniendo una camiseta con la imagen de Braga.
Inspirada en ese ambiente de protesta contra la selectividad de la justicia tuvo lugar la muestra OSSO Exposição-apelo ao amplo direito de defesa de Rafael Braga (HUESO Exposición-llamado a un amplio derecho de defensa de Rafael Braga), en el Instituto Tomie Ohtake de São Paulo entre junio y julio de 2017, acompañada de una programación paralela. Con la curaduría de Paulo Myada, la exposición se realizó en colaboración con el Instituto de Defensa del Derecho de Defensa (IDDD). Las obras de la muestra-acción se hicieron con elementos mínimos, algunos bastante precarios, como para decir que, contra el consenso que mata, cualquier actitud civil de resistencia ya es un paso adelante.
Entre los veintinueve artistas de OSSO, algunos son negros. El tema del racismo es, en consecuencia, una constante. Es el caso de Rosana Paulino y Jaime Lauriano. Ambos artistas están interesados en la historia pasada de Brasil y apuestan a lo que se podría denominar una práctica revisionista. Revisitan el pasado y ofrecen interpretaciones de los acontecimiento, no para ofrecer simplemente una versión nueva sino para invitarnos a observar la persistencia y continuidad de las violencias que no concluyen.
Así, lo que fue y ya debería estar enterrado retorna para perturbar y explicar el presente, como en A permanência das estruturas (La permanencia de las estructuras), en la cual Paulino imprime varias veces el título de la obra en dos pedazos de tela cosidos a otros pedazos donde se ven imágenes antiguas que se utilizaron para sostener la “cientificidad” supuestamente positiva de los discursos racistas.
También interesado en lo que hay de pasado en el presente, en su Experiência concreta #3 Lauriano propone al público visitante dar continuidad a una obra en proceso de construcción. En dos hojas de papel de tamaño A4, con irónico didactismo: sugiere: RECOJA piedras portuguesas que encuentre en la calle y tráigalas para la EXPOSICIÓN. COLOQUE las piedras alternando los colores para formar una REJA. Ahora bien, las piedras que pueden servir para construir una reja también pueden ser un ama para agredir un cuerpo negro y pobre, el objetivo favorito de la justicia brasileña.
En Autorretrato, de Moisés Patrício, un conjunto de nueve piezas de de 5×3 cm están pegadas a una pared. Delicadas, combinan diseños abstractos hechos con hebras de su propio pelo y adoptan un movimiento orgánico. Formalista y mínimo –al fin y al cabo usa sólo el negro del pelo y el blanco de la base sobre la que diseña– el trabajo se aparta de sus conocidas fotografías de la serie Aceita? (¿Acepta?), en la cual sus manos aparecen en un gesto de ofrecimiento.
Pequeña también es la pintura Cadeira calçada (Silla acera), del artista goiano Dalton Paula. La elección de esas dimensiones está vinculada a la antigua práctica de los exvotos, una representación visual bi o tridimensional que los católicos ofrecen a un santo por un milagro recibido. En la cultura material del catolicismo negro y en las religiones afrobrasileñas, las sillas acogen a los reyes y reinas coronados en las fiestas populares, los sacerdotes de los terreiros también toman asiento en ellas y no es raro que se prohíba que se sienten personas no autorizadas. Gracias al modo en que Paula trata la silla, ésta resulta frágil, pues lo que sostiene son copos de vidrio, como si sólo pudiera sostenerse a sí misma y jamás acoger un cuerpo. En este sentido, se señala una ausencia.
En Maré vermelha (Marea roja), videoinstalación de Thiago Gualberto, el artista muestra a un joven de espaldas, vestido con un pantalón corto negro, el pelo corto, con auriculares en los oídos. Sin ningún otro adorno corporal que desvíe la atención de su cuerpo viril que, con sus ademanes lentos, sugiere un baile –ginga– que surgiría “naturalmente” de la experiencia corporal de las personas pertenecientes a los segmentos pobres de la población afro-brasileña. El movimiento es una metáfora de que se sirve el artista para dar cuenta no sólo del cuerpo mostrado sino también del ojo de la cámara que, más que sólo mirar, documenta, encuadra, archiva.
Por su parte, Paulo Nazareth presenta dos obras Tommie e Projeto/Coleção (Proyecto/Colección): el título de esta última remite a una serie de descalificaciones de su fenotipo que le fueron atribuyendo en los diferentes lugares por los que pasó. Artista que borra las fronteras entre su origen y sus propios desplazamientos espaciales, su obra revela cómo las autoridades reaccionan ante su materialidad corporal: narcotraficante, ladrón, terrorista, mal elemento, débil mental, entre otros términos, están impresos en una pequeña hoja de papel prensa producida por la plataforma editorial P. NAZARETH ED. / LTDA.
Sonia Gomes, de Minas Gerais, presentó un trabajo de su serie Torções (Torsiones), que nos enseña algo sobre cómo las personas son una construcción social. Interesada menos en la crítica del pasado y más en la memoria familiar y los linajes afectivos, Gomes manipula, entre otras cosas, telas que quedan de ritos de pasaje sociales. Ropa que estuvo en contacto con seres queridos, prendas para el cuerpo y para la casa en momentos emocionalmente cargados de sentido. Uniendo, cosiendo y torciendo, a través de sus piezas la artista revela hasta qué punto los vestidos producen cuerpos. La ropa tiene incluso el poder de definir quién oprime y quién es oprimido. Los ternos de los jueces de Brasil, comprados con dinero público y reservados para su uso específico, contrastan con los abrigos de los niños recogidos y con el uniforme beige de las cárceles superpobladas y sucias que violan derechos humanos fundamentales.
Alexandre Araujo Bispo es antropólogo, crítico, curador independiente y docente.
Traducido del portugués por Nicolás Gelormini.