Diane Lima, Beatriz Lemos y Thiago de Paula Souza, que tienen a su cargo la curaduría de la nueva edición de Frestas, proyecto realizado por el Sesc São Paulo en Sorocaba, Brasil, hablan sobre el proceso de investigación que precedió a la muestra, los desafíos de discutir políticas inclusivas y formas de proponer espacios para prácticas artísticas capaces de superar los límites que impone la falta de estructura financiera.
Thiago de Paula, Souza, Diane Lima y Beatriz Lemos. Foto: Indiara Duarte.
C&AL: ¿Qué deseos motivaron el diseño curatorial de Frestas, considerando que los recorridos de cada uno de ustedes están marcados por la presencia de discursos que cuestionan las normalidades definidas por los modelos eurocéntricos, patriarcales e imperialistas?
Diane Lima: Teniendo en cuenta que trabajamos de modo colectivo, nuestro gran esfuerzo fue asumir que lo que nos motivaba era el deseo de tomar como objeto crítico y conceptual el propio proceso de surgimiento de una muestra, sus encuentros y desencuentros. Considerando atentamente las estrategias y negociaciones que se iban dando en el decurso del proceso percibimos que aquellas instauraban un marco reflexivo que no se encerraba en nosotros sino que se expandía a partir de y más allá de nosotros.
C&AL: Al conectar diferentes perspectivas, la curaduría colectiva posibilita ampliaciones. ¿Podrían hablarnos un poco sobre cómo fue el trabajo del trío?
Thiago de Paula Souza: En cierto modo, toda curaduría es colectiva, lo que no impide que surjan jerarquías. La mayoría de las veces esto no es muy evidente, pero cualquier proyecto expositivo de este tipo pasa por una serie interminable de conversaciones, negociaciones y estudios que ningún individuo puede hacer por sí solo. Hay que entender las contradicciones que nos habitan, los intereses comunes, no silenciar los conflictos y negociarlos sea a través de argumentos basados en datos científicos sea a través de lecturas de tarot. Una de las primeras cosas que hicimos fue pedir trabajar con un equipo que no estuviera dominado por personas blancas, como es la regla en las instituciones artísticas brasileñas.
C&AL: Una de las propuestas de la muestra es la pluralidad. ¿Hacia dónde orientaron la mirada y qué capas exploraron para afirmar esa pluralidad? ¿Qué cuerpos serán vivibles, teniendo en cuenta la “racialidad” que jerarquiza saberes y formas de producir conocimiento?
TPS: Cada uno de nosotros tres porta consigo universos bien distintos, tanto en sus prácticas como en sus intereses. Y esa es la idea inicial de la pluralidad del proyecto. A partir de allí avanzamos para que esa conversación nuestra se ampliara con artistas, fueran estos de Sorocaba, São Luís do Maranhão o Johannesburgo. Y sobre la visibilidad: hay que tener cuidado con las tácticas elegidas, ya que también debemos reflexionar sobre quién está mirando y cómo su mirada está mediada. Aprendimos que es necesario complejizar lo que entendemos por visibilidad y cómo queremos ser vistos o representados. Pero oponerse a la “comodificación” de saberes, temas y experiencias no es un ejercicio fácil, ya que el estar visible produce un reconocimiento que a su vez genera una circulación mayor y transforma todo el juego.
C&AL: Un país de dimensiones continentales como Brasil tiene singularidades regionales. ¿Cómo fue considerar artistas lejanos y cercanos y componer el conjunto de la curaduría?
DL: Decidimos hacer un viaje de investigación que nos posibilitara justamente conocer regiones a las que, en otra situación, habría sido más difícil llegar. Viajamos unos cuarenta días por el Norte y el Nordeste de Brasil visitando lugares como la tierra indígena Raposa Serra do Sol y la ciudad de Boa Vista, en el estado de Roraima; también Belém, en el estado de Pará, Manaos y Careiro Castanho y las inmediaciones del río Tupana, en el estado de Amazonas; Alcântara y São Luís, en el estado de Maranhão; la Serra da Capivara, en el estado de Piauí.
TPS: Además de eso, desde el inicio el encuentro con Sorocaba fue, y lo sigue siendo, nuestro desafío principal. El interior paulista es un territorio bastante complejo y está marcado por un silenciamiento de la presencia negra e indígena y la glorificación de los bandeirantes. ¿Cómo revisar ese pasado tenebroso que es celebrado en la ciudad? Nuestros primeros movimientos fueron de escucha, para intentar entender cómo se organizaban grupos, cómo los actores locales lidiaban con cuestiones que nos eran tan caras. Viajamos, entonces, por territorios que cargan con valores simbólicos, políticos e históricos para Brasil y para el mundo. Son focos de resistencias frente a las incesantes amenazas que sufren y lugares emblemáticos para pensar otros proyectos de mundo.
C&AL: En los últimos años, Brasil viene padeciendo en muchos planos una precariedad que a su vez se ha incrementado con la pandemia. ¿De qué modo puede hacerse visible eso en una muestra como Frestas?
Beatriz Lemos: Dar lugar a discusiones sobre las políticas inclusivas y sobre cómo éstas operan de un modo que es funcional a las marcas de clase y raza en el ámbito de la realidad brasileña ha sido una de las bases críticas de Frestas como plataforma de creación, no sólo en su desdoblamiento como exposición sino también en su sentido más amplio y complejo de acción.
TPS: La mayoría de las y los artistas con que trabajamos viven situaciones de precariedad y eso de alguna manera atraviesa las elecciones que hacen. En sus trabajos muchos de ellos ya fantaseaban con formas de vivir más allá de las regulaciones impuestas por la violencia que nos marca y por la falta de dinero. Y no es que la pandemia nos haga enfocar ese tema pues ya tenía una sorprendente presencia en las investigaciones de muchos participantes y, consecuentemente, en la exposición. Tal vez ahora, con la pandemia, algunas discusiones se tornaron más visibles. Aun así, deseamos que el proyecto funcione como una especie de portal capaz de proyectar las prácticas artísticas de los participantes más allá de los límites que frecuentemente impone la falta de estructura financiera. Y que eso nos ayude a sentir, aunque sea de modo efímero, cierto respiro o alivio.
C&AL: La idea de “fresta” [ventana], tal como fue concebida por la institución, es la siguiente: se trata “de un pasaje, grieta, de ruptura, o sea, una abertura para un nuevo lugar democrático de actuación”. ¿Resuena eso en los movimientos que realizaron para construir la curaduría?
TPS: Desde el inicio discutimos formas de abrir y jugar más con el formato. Lo bueno es que Frestas está apenas comenzando su recorrido y eso abre espacios para diversas experimentaciones. Una de ella es la invitación que hicimos a un grupo de quince artistas, participantes del proyecto. Creamos una especie de grupo de estudio, con una duración de aproximadamente dos meses, y la idea es revisar el diseño curatorial, el modo de exhibir, discutiendo conjuntamente los proyectos individuales de cada artista y el modo de articularlos de forma colectiva en el espacio expositivo y en diálogo con lo pedagógico. Por lo general ese es de por sí el trabajo de curaduría, pero aprovechamos la oportunidad para expandir y cuestionar un poco esas fronteras de acción y participación. Aunque haya jerarquías, es un intento de imaginar un trabajo de organización y construcción curatorial de forma realmente más plural.
BL: Abordar Frestas como plataforma y borrar la centralidad del dispositivo de exposición, en la medida que sea posible, es un ejercicio de construcción colectiva que planteamos tanto entre nosotros, curadores, como en el diálogo con la institución, con los equipos invitados al proyecto y con los artistas participantes. Lo que nos interesa aquí es elaborar críticamente los limites de lo innegociable, las trampas de los códigos de poder, las performances de lo “no-dicho” y las potencialidades que implica habitar de modo firme la contradicción.
C&AL: En diversas instituciones brasileñas asistimos a un avance brutal de discursos conservadores que afecta en gran medida la forma en que se goza del arte. En Brasil, específicamente, existe una tendencia a la reproducción de discursos suavizadores, simpáticos o incluso alineados con las estructuras hegemónicas. Por su parte, la curaduría puede ampliar horizontes cuando quiebra los monopolios creativos y los circuitos de producción. Me gustaría que abordaran este tema.
TSP: Brasil es un gran ejemplo de extractivismos culturales incesantes. Algunos debates ya se produjeron en los últimos años, incluso en un contexto más conservador, pero siempre hubo desconfianza por la manera en que las instituciones conducían o se apropiaban de esos debates. Tanto Jota Mombaça como Gabi Ngcobo, entre otras, ya han hablado bastante sobre cómo los discursos críticos o descoloniales terminan siendo apropiados por las instituciones de arte o, mejor dicho, por las personas blancas brasileñas que ocupan cargos de poder dentro de las instituciones de arte sin asumir como responsabilidad las reformas estructurales. ¿De qué sirve un programa de exposiciones progresistas cuando todos o la mayoría de los curadores de esa institución son blancos? Creo que por eso fue tan importante para nosotros, en este momento, enfocarnos en los modos de hacer y en nuestros propios tropiezos éticos a lo largo del recorrido.
Frestas – Trienal de Artes es una iniciativa trienal de proyecto, programa y exposición, realizada por el Sesc São Paulo. Pero sobre todo constituye una plataforma transdisciplinar que promueve nuevas acciones y reflexiones en el campo más amplio de las artes visuales con el objeto de llamar de modo descentralizado la atención del público y del circuito. El proyecto se realiza en la unidad del Sesc ubicada en Sorocaba, a cien quilómetros de la capital del estado de São Paulo. En la tercera edición, la institución convocó a Beatriz Lemos, Diane Lima y Thiago de Paula Souza para formar un grupo curatorial horizontal.
Luciane Ramos Silva es artista de danza, antropóloga y mediadora cultural. Es doctora en Artes Escénicas y magíster en Antropología de la Unicamp. En los últimos diez años desarrolló proyectos sobre cuerpo, cultura y colonialidad, con foco en las relaciones Sur-Sur entre Brasil y contextos de África Occidental. Es codirectora de la revista O Menelick2Ato. Es gestora de proyectos del Acervo África y miembro de la Anykaya dance Theater, compañía con sede en Boston.