Gustavo Caboco tenía diez años cuando acompañó a su madre, Lucilene Wapichana, en su primer viaje de regreso al estado de Roraima, más precisamente a la aldea Canauanim, próxima a la ciudad de Boa Vista. Para él todo comenzó con el retorno a la tierra de Lucilene, que había sido raptada por una misionera en 1968, también a los diez años, y después de migrar por diferentes casas se instaló en Curitiba. En la aldea conoció a su abuela y a otros parientes indígenas, y finalmente pudo ver de cerca las escenas que desde hacía tanto tiempo imaginaba al oír las historias de la madre. Aquella memoria, aunque siempre presente, ahora adquiría vida. “Pisé un hormiguero, recibí un flechazo en el pie y un baño de pimiento y preparamos una damurida. Fue el comienzo de mi jornada de retorno”, escribe en la introducción del libro Baaraz Kawau (2019), que él también ilustró.
Era el año 2001, Brasil acababa de pasar por las conmemoraciones de sus quinientos años, efeméride todavía mal llamada “aniversario del descubrimiento”. Las críticas a la celebración, que ignoró especialmente el genocidio indígena, no eran algo que pasara por la cabeza de Gustavo en aquel momento. Pero no deja de ser curiosa la coincidencia de un movimiento opuesto iniciado por él y por la madre: no el de descubrir su origen, sino simplemente de encontrarlo uniendo los hilos de una historia interrumpida.
Gustavo Caboco Wapichana se presenta como un artista de Curitiba-Roraima, y une así la ciudad donde nació y creció, con el estado de origen de Lucilene, que están geográficamente distantes. El artista se afirma dando un nuevo sentido al término “caboco”, de uso peyorativo para referirse al mestizaje entre indígena y blanco. Wapichana es el nombre de la etnia a la cual pertenecen él y su madre. La conexión entre Curitiba y Roraima también se tornó parte central de su investigación y de su práctica artística, que propone un “retorno a tierra” en un sentido amplio, ya poético ya muy literal. “A veces la gente dice que le parecen bellas las metáforas con que yo trabajo, pero yo insisto en que no son metáforas, son cosas que pasaron. Yo pongo esa marca temporal en 2001, porque es el momento de retorno a la tierra, literalmente”, afirma.