Afterlifes of Slavery (“Supervivencias de la esclavitud”), exhibición semi permanente del Tropenmuseum de Ámsterdam, puede insertarse en una cronología actual de intentos de crítica de la colonización y la mirada colonial. Ensayos similares se han hecho con diferentes exposiciones, por ejemplo, la realizada junto al monumento Padrão dos Descobrimentos en Lisboa o en la exhibición «Afro-Atlantic Histories», que ocupó durante seis meses el MASP y el Instituto Tomie Ohtake de São Paulo.
Vista de instalación Afterlives of Slavery en Tropenmuseum Ámsterdam, 2019. Foto por ©KIRSTENVANSANTEN.
Cartel que explica la trajetória de Tula, líder de la resistencia de los esclavos en Curaçao, proclamado héroe nacional del país en 2010. Foto: Heitor Augusto.
La muestra Afterlifes of Slavery aborda el pasado colonial holandés y su permanencia en el presente. ¿Pero constituye tal esfuerzo un proceso sólido de descolonización del museo?
Afterlifes of Slavery (“Supervivencias de la esclavitud”), exhibición semi permanente del Tropenmuseum de Ámsterdam, puede insertarse en una cronología actual de intentos de crítica de la colonización y la mirada colonial. Ensayos similares se han hecho con diferentes exposiciones, por ejemplo, la realizada junto al monumento Padrão dos Descobrimentos en Lisboa o en la exhibición Afro-Atlantic Histories que ocupó durante seis meses el MASP y el Instituto Tomie Ohtake de San Pablo.
Afterlifes of Slavery aborda el pasado colonial holandés y su permanencia en el presente, y está dirigida principalmente a los espectadores locales. Uno percibe que la aspiración mayor de la muestra es llamar rápidamente la atención sobre la violencia colonial del país y sobre el papel de Holanda en el mercado transatlántico de esclavos. Sin embargo, las condiciones de producción, el formato de cuadrícula, el alcance limitado del material seleccionado, la elección de un video que promete una educación amistosa y la casi completa ausencia de obras de artistas de color nacidos en Holanda o en sus antiguas colonias sugieren que todavía quedan algunas cosas por debatir. Todo esto indica que en el contexto holandés sería muy provechosa una conversación seria sobre raza, racismo, colonialismo y fetichismo colonial en las artes.
A la exhibición del Tropenmuseum puede accederse desde tres puntos diferentes, y esto representa algo más que un dato arquitectónico. Tiene un impacto directo en la experiencia del público y, en última instancia, hace que nos preguntemos hasta qué punto son factibles las metas de la exhibición.
Quienes suben la escalera principal que conduce al primer piso del monumental palacio son saludados con una invitación a conmemorar el Keti Kote, que significa «cadenas rotas» y representa la abolición oficial de la esclavitud en Surinam y en las Antillas Holandesas. Del cielo raso cuelgan tapices que retratan la celebración u otros episodios relevantes de la historia del país. En las paredes, hay textos que explican el papel que cumplió Holanda en el comercio de esclavos. La obra principal de la sala es Keti Koti – Gebroken Ketenen de Dorothy Blokland, un video que plantea el diálogo en términos de presente y expone la perpetuación del colonialismo en los apellidos de millones de individuos negros.
Oriundo de Brasil, para mí es natural señalar un elemento común entre este espacio y el de Afro-Atlantic Histories: el de resaltar el papel que para la gente negra jugaron los tejidos y las colchas como medio de expresión artística y soporte de narraciones. La representación en tejido del Keti Koti surinamés resuena también en Brasil con Organizações de resistência negra – Ilê Aiyê (1995), del bahiano Jota Cunha; en Beni, con Danxome Abomey (sin fecha); en Estados Unidos con Who’s Afraid of Aunt Jemima? (1983) o Subway Graffitti n. 2 (1987) de Faith Ringgold. Estas últimas todas exhibidas en Brasil.
El segundo punto de entrada lleva al espectador directamente al corazón de la muestra, que se concentra en un área pequeña abundante contenido. Algunas de las minisalas abordan: la creación de la raza y los inicios del racismo científico, los estereotipos raciales y la fascinación por el artista de espectáculo negro o por manifestaciones negras de tipo cultural-musical-político, como el Tambú. Hay entrevistas a académicos, una sección llamada «Háblanos», paneles con información sobre figuras históricas clave, mapas coloniales, e imágenes que documentan el «zoológico humano». Semejante urgencia por cubrir una amplia variedad de temas tal vez indique hasta qué punto esas historias fueron borradas del imaginario colectivo holandés.
Afterlifes of Slavery es descrita como un “preludio a la exposición sobre la historia colonial holandesa que se inaugurará en algunos años». Siendo así, no debe pasarse por alto el potencial que hay en buena parte del material. La sección que aborda los llamados de los activistas a «crear más espacios para perspectivas e ideas no eurocéntricas» y el segmento que resalta la nociva tradición del Zwarte Piet (“Black Pete”) podrían representar un poderoso giro anticolonial.
En el tercer punto de entrada, la arquitectura del edificio obliga al visitante a pasar por otras tres exhibiciones que exploran el Sudeste Asiático, Indonesia y Papúa Nueva Guinea, lo que constituye un fuerte contraste con el abordaje curatorial de Afterlifes of Slavery. Llegar a la muestra desde esa dirección produce una frustrante sensación de que la mirada colonial sigue intacta.
En el corazón de Afterlifes of Slavery, así como en la futura muestra que le seguirá, no puede sino haber un dilema: cómo aumentar la conciencia y el saber sobre la empresa colonial en cuanto acto de violencia que reclama reparación, y al mismo tiempo evitar negar la importancia del agenciamiento de los cuerpos subalternos cuya producción artística debe lidiar con el dolor mientras va forjando futuros. A través de tal reflexión quizás surja un posibilidad concreta de concebir las vidas de nuestros cuerpos racializados después de esa «peculiar institución» llamada esclavitud. De otro manera, un título como Afterlives of Slavery no constituiría más que un simulacro. Por el momento, la muestra parece implicar que puede construirse un mundo poscolonial con el mero conocimiento del pasado colonial. ¿La conversación sobre la raza está en Holanda en un estado tan embrionario que el mero conocimiento del pasado colonial puede significar un logro tan importante?
La discusión va más allá de una exposición en particular. Llega hasta las raíces del Tropenmuseum. Un museo etnográfico que comparte una historia con muchas instituciones de arte de Europa. Su colección está asociada con la empresa colonial y el modo en que el arte y los objetos que representan diferentes culturas entraron a formar parte de un extenso proyecto de «descubrimiento», clasificación, jerarquía y sometimiento. Desde un punto de vista curatorial, resulta fascinante pensar que, en el mundo de hoy, una colección formada gracias a la violencia pueda ser movilizada para la implosión de la mirada colonial. ¿Cuántas posibilidades no hay en los archivos del Tropenmuseum? ¿Cuáles son los esfuerzos del museo para revisar desde un punto de vista crítico sus muestras anteriores?
Las contribuciones de curadores de color, holandeses y del exterior, sus experiencias museales y sus aportes creativos deben considerarse parte esencial de cualquier intento fructífero de descolonización. Una institución que manifiesta tener interés en las supervivencias de la esclavitud no debería evitar esos caminos.
Heitor Augusto vive en São Paulo y es curador independiente, crítico de cine y docente. Curador de la retrospectiva Black Brazilian Cinema: Episodes of a Fragmented History (1973-2017), también fue uno de los curadores del Festival de Brasilia. Siguiendo un impulso por ir más allá de la estructura del festival cinematográfico, diseñó programas para el Instituto Tomie Ohtake, y está en las primeras fases de un colaboración con la National Gallery of Jamaica. Actualmente está investigando para un programa sobre cine radical y experimental hecho por gente de color en todo el mundo. A través de su obra espera poner al descubierto la invisibilización sistemática perpetuada por los abordajes tradicionales en el cine y en la historia del cine. Urso de Lata (www.ursodelata.com) es su página personal, donde su escritura habita las intersecciones entre estética, política y raza.