El artista Denilson Baniwa habla sobre la manera en que su obra establece puentes entre la cultura indígena y el arte contemporáneo urbano.
Denilson Baniwa, Pajé-Onça cazando en la Avenida Paulista, 2018, performance. Cortesía del artista.
Denilson Baniwa, Ekúkwe (la tierra envenenada y con olor a muerte), 2018. Cortesía del artista.
Denilson Baniwa, Cunhatain, antropofagia musical, 2018. Cortesía del artista.
Denilson Baniwa es un artista indígena, nacido en el pueblo Darí, en el Río Negro, en el Amazonas brasileño. Su relación con el arte está directamente relacionada con su cultura de origen: «El arte para los baniwa no es algo desconectado de la existencia. El arte es algo que está intrínsecamente ligado a mi ser», explica el artista, que fue ganador del Premio Pipa Online 2019, y participó recientemente en la Bienal de Sidney.
C&AL: En sus performances, trae el universo indígena a la escena, como sucede en Pajé-onza (Chamán-jaguar). ¿Cómo es para usted este proceso de incluir ritos y creencias tradicionales en el mundo del arte?
Denilson Baniwa: Tengo un concepto propio del uso del cuerpo para comunicarme. Primero, por entender que el ritual indígena siempre ha sido un performance, ya que todo lo que se realiza en la aldea se vale del cuerpo. Yo no transformo ritos indígenas en performance ni me inspiro en la cultura indígena para realizar mi trabajo. Lo que se presenta es un reflejo de quién soy y no la interpretación o relectura de algo que existe en la cultura indígena. El Chamán-jaguar existe en el mundo baniwa desde siempre. Yo no uso su cuerpo para hablar, él me usa a mí como soporte.
C&AL: Su trabajo reflexiona sobre su vida como indígena, así como sobre la vida en la ciudad. Incluso habla de vivir «entre mundos». ¿Cómo es para es para usted ese entre-lugar?
DB: Siempre he sido muy curioso. Cuando tuve la oportunidad de conocer el mundo más allá de la selva, sentí alegría y miedo juntos. Hoy, estando en la ciudad, puedo crear conexiones entre estos dos mundos: el indígena y el no indígena. Al ir a la universidad, pude acceder a conocimientos que parecen inútiles para quienes viven en las aldeas, pero, como indígena, puedo pensar en esos conocimientos y, de alguna manera, «indigenizarlos” para que tengan sentido en las aldeas. Es el papel de los que viven entre mundos: construir puentes de acceso. Mi trabajo a veces tiene una responsabilidad casi educativa, en tanto, al saber de ambos mundos, debo ser traductor de cada uno de ellos. Al mismo tiempo, entiendo que estoy aquí para luchar por un lugar seguro para mi gente y mis parientes, así que mi trabajo debe ser accedido por quien no es indígena. Es necesario que, al ver mi trabajo, puedan entender quiénes somos.
C&Al: Usted también tiene trabajos que representan los efectos de la industria agroalimentaria en las tierras indígenas, como sucede en la serie O agro é pop (Lo agro es pop). ¿Cómo ve el papel del arte y del artista, especialmente en este momento en que los pueblos indígenas están siendo amenazados por las políticas públicas?
DB: El artista indígena debe ser un guerrillero en el mantenimiento del bienestar de su pueblo. Es sabido que la construcción de los países se produjo en gran parte mediante el exterminio o la expulsión de los pueblos originarios de sus tierras. Brasil no fue diferente, crecimos con una idea de producción vinculada a la explotación del otro, es decir, con un cierto capitalismo a nuestra manera. Los pueblos indígenas se han convertido en mediadores en la lucha por los derechos y la seguridad de los pueblos, participando en reuniones con gobiernos e instituciones diversas. Sabemos cuánto logramos con esa estrategia.
Es importante la lucha política, pero también es necesaria una lucha imaginaria, porque el ciudadano de a pie tiene poco interés en las luchas políticas indigenistas. Está interesado en ir al cine, al teatro, a los centros culturales, o quiere conectar su laptop y ver series por streaming. Solo podemos alcanzar a esta gente con el arte. Tenemos que dominar ese lugar y acceder a la sensibilidad de los ojos, oídos, olfato, gusto y tacto de estas personas, porque, a pesar de que es el presidente quien firma los decretos que violan a los pueblos indígenas, sigue siendo el ciudadano de a pie el que aprieta el botón que pone y depone a los presidentes. Esa persona común no accede al Diario Oficial, pero accede al arte. El papel del indígena artista es hacer que el corazón de este ciudadano común se acelere cuando se tope con un trabajo nuestro, y quizás le haga replantearse su realidad.
C&AL: Muchos de sus trabajos, como Curumin, guardador de memórias y Cunhatain, antropofagia musical, cruzan universos indígenas con la tecnología. ¿Cómo ve esta relación?
DB: Mi primer contacto con la universidad fue en el campo de la tecnología, y mis primeros trabajos de ayuda a la lucha indígena organizada fueron porque sabía usar herramientas tecnológicas. En aquel entonces, pocos indígenas eran capaces de entender la tecnología y mucho menos de usarla como herramienta de lucha. Hoy podemos ver a muchos jóvenes que, al igual que yo, han podido acceder a estos medios y transformarlos, ya sea desde los equipos o los contenidos. Tenemos cineastas indígenas que hacen un nuevo cine, músicos indígenas que usan software para producir sus trabajos en aldeas y ciudades, escritores y pensadores indígenas que dominan el uso de la computadora y la distribución en línea de sus textos. En fin, una enorme producción que solo es posible mediante el uso de tecnologías modernas.
Sin embargo, hay que recordar que los primeros contactos con las tecnologías y los conocimientos han tenido lugar de forma unilateral y con violencia, con el objetivo de dominación y explotación. Los indígenas fueron asesinados para que renegaran de sus tecnologías y conocimientos y aceptaran, en cambio, las herramientas y conocimientos de los no indígenas. Hoy intento darle la vuelta a esta historia. Si una vez nos vimos obligados a dejar nuestras culturas y a aceptar herramientas y conocimientos occidentales, hoy tomamos esos conocimientos y herramientas y los usamos para fortalecer nuestras culturas, es una cierta forma de antropofagia moderna, donde lo occidental no significa renegar de quienes somos, sino una forma de aumentar nuestro alcance cultural. Hoy tenemos la radio Yandê en la web, que dos amigos y yo creamos, con más de 50 000 oyentes al mes y miles de accesos. Mis obras hablan del tiempo en el que un celular o un portátil no te hace menos indígena, al contrario, esas herramientas pueden ser esenciales para defender quienes somos ante el mundo.
Denilson Baniwa es un artista cuya obra incluye dibujo, performance e intervenciones urbanas que buscan puntos de intersección entre su cultura indígena de origen y el arte contemporáneo.
Camila Gonzatto escribe sobre cine, literatura y artes visuales para varias revistas y publicaciones académicas. Es miembro del equipo editorial de Contemporary And Latin America.
Traducción del portugués de Catalina Arango Correa