¿No somos acaso hacedores de la historia?

Un nuevo libro aborda el modo en que artistas afrolusófonos luchan con la memoria

Una publicación en la que participan artistas de los países de habla portuguesa muestra distintos enfoques artísticos sobre la historia reciente de la región.

Por su parte, Teresa Firmino describe a su familia como angoleña, congoleña, namibiana y sudafricana. En una entrevista incluida en el libro, dice que los miembros de su familia, en su mayoría, parecen angoleños porque formaban parte del Batallón 32, una Fuerza de Defensa de Sudáfrica formada por muchos soldados angoleños. Sin embargo, «En casa (en Sudáfrica) nos trataban como extranjeros y cuando visitamos Angola y Namibia nos dejan muy claro que somos sudafricanos». Ella agrega que el colonialismo, la guerra civil y la «independencia» cambiaron tanto la mente como el cuerpo de la gente negra. Su trabajo está compuesto de pinturas densamente coloreadas de habitaciones estrechas cuyos ocupantes parecen consumidos por algún delirio o embrujo.

El escritor Tavares Cebola reflexiona sobre ese silencio ensordecedor que generó un vacío social en Mozambique, cuando se acabaron los 16 años de la guerra civil. Cebola se pregunta «¿cómo recoge esta generación las piezas en medio de este silencio?”, y trabaja a partir de la noción de Hannah Arendt de «responsabilidad política» contra los fantasmas de la guerra y el futuro de Mozambique.

Dedicado también a la escritura está José Luís Mendonça cuya contribución habla de manera conmovedora sobre las figuras estatales que explotan la memoria para dictar las narrativas del futuro. Su texto rehabilita una red de ideas que demuestran que la memoria es también materia premeditada. Mendonça cita un ensayo de Domingos da Cruz titulado «¿Qué significa ser angoleño?»(2020) y que postula que «Angola es uno de esos países cuya memoria es el futuro». También cita una advertencia de Boaventura de Sousa Santos en contra las veladas acciones neocoloniales de algunos líderes africanos.

Lizette Chirrime contribuye con una obra compuesta por textiles cosidos sobre lienzo que forman figuras abstractas. En ellos puede verse una preocupación por lo femenino. Suyo es también un poema autorreflexivo y abierto a la vulnerabilidad sobre sus padres y las dos «madres + 1» que le dio su padre después de que regresara de siete años de ausencia. En el poema, Chirrime escribe que se convirtió en el maniquí de su madre modista, quien era agresiva pero también amorosa. La artista comparte su propia forma de autoterapia y nos deja ver sus demonios.

De la autocuración también se ocupa Marilú Mapengo Námoda, una artista de performance que produce sus obras a través de la lente y la pantalla. Mapengo Námoda se enfrenta a lo que ella considera las tres plagas de la sociedad mozambiqueña: el patriarcado, el capitalismo y el colonialismo. El libro cuenta con documentación de su performance Mama is killing the power! (¡Mamá está matando al poder!) (2019), para la cual la artista se paró en lo alto de un rascacielos en la noche. En la performance, vemos frente a la artista un altar con una copa de vino vacía y velas encendidas. Un billete de dólar está entre sus dientes enmarcado por una sonrisa cínica. La obra transmite un ambiente ceremonial, en la cual el “ser superior” es nada menos que la artista misma.

Luís Santos le da un rostro a un político engañoso hecho de madera y concreto de manera casi demasiado perfecta. Sobresale de su boca una lámina de hierro que se enrolla y desenrolla y que nos dice todo lo que necesitamos saber sobre este personaje –incluyendo aquello que no deseamos saber. Santos también involucra tanto al perpetrador como a la víctima, cuestionando nuestra cordura al preguntarnos si estaremos lo suficientemente sanos como para no «mordernos la lengua» cuando al político le llegue la hora.

El fotógrafo, Rui Assubuji, ofrece una serie de fotografías tomadas entre 1980 y 1990, y las describe como lo que queda desde el principio de un futuro mejor pospuesto. Las imágenes monocromáticas de la vida cotidiana parecen contener esperanza y, al mismo tiempo, coacción. Interfieren con el tejido del tiempo y hablan de una promesa incumplida. Mientras tanto, artistYonamine abre sobriamente con: «todos estamos esperando la muerte de diferentes maneras: algunos están sentados, algunos están pintando, algunos están haciendo política, algunos están matando a otros.” Esta declaración podría ser una guía sobre su trabajo, ya que nos encontramos con una práctica que opera en sus propios términos. Su instalación Xplicit Robbery (Robo explícito) consiste en un bucle de video contra una pared cubierta de recortes de periódicos no lo suficientemente envejecidos como para ser artefactos de archivo o parte de un presente en llamas. Se trata de recortes que están suspendidos entre dos temporalidades.

Al recopilar un registro de artistas afrolusófonos que intentan encontrar otros puntos de conexión como seres humanos, cuerpos y agentes espirituales, ¿No Somos Hacedores de la Historia? se pregunta, en última instancia, ¿qué vamos a hacer con la memoria, si la historia es un proyecto inacabado?

Encuentre la publicación completa aquí. 

Russel Hlongwane es productor cultural y consultor de industrias creativas y está afincado en Durban. Su trabajo se enfoca en las tensiones entre el patrimonio y la modernidad, la cultura y la tradición en el contexto de la vida negra. Su práctica incluye investigación cultural, producción creativa, diseño y curaduría.

Traducción del inglés de Catalina Arango

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