Una publicación en la que participan artistas de los países de habla portuguesa muestra distintos enfoques artísticos sobre la historia reciente de la región.
Rui Assubuji "Domingo à Tarde" [Domingo en la tarde] 1980-90; Fotografía. Cortesía del artista.
Helena Uambembe "Caminho do Mata, Caminho de Flores, Flores do Amor (Extended)" [Camino del Monte, Camino de Flores, Camino de amor (Extendido)] 2019. Realizado en el Centre of the Less Good Idea. Foto: Zivania Matangi. Cortesía de la artista.
Concebido como un encuentro curatorial entre Luamba Muinga en Angola y Sara Carneiro en Mozambique, ¿No somos Hacedores de Historia? es una publicación que a partir de la memoria y la identidad aborda una serie de preocupaciones artísticas, mientras conecta historias personales y sociales que han sido moldeadas por fuerzas coloniales. Los curadores llaman a este proyecto –resultado de la residencia digital Luso-Linkup, facilitada por Bag Factory (2020)– un «ensamblaje impermanente» que busca darle textura a las complejas identidades que emergen de eventos del pasado y el presente.
La publicación cuenta con artistas que trabajan en pintura, performance, video, poesía y textos de reflexión, y que operan entre el análisis y la imaginación del futuro, a la vez que enfrentan la memoria y la «temporalidad» a través de narrativas personales vinculadas a historias sociales. La artista Helena Uambembe ofrece una obra que rompe el estrecho molde de las identidades nacionales, a partir de la textura de una identidad que ha sobrevivido a las presiones del desplazamiento en Angola y Sudáfrica. Su trabajo de performance es una invocación a su ascendencia, que se extiende por Angola, Namibia y Sudáfrica. El trabajo de Uambembe habla a menudo de los acontecimientos de Pomfret, una pequeña ciudad situada en el noroeste de Sudáfrica, de donde ella proviene. Pomfret cuenta con una alta población de habla portuguesa y también con militares retirados del Batallón 32 del apartheid. Esta fuerza de élite estuvo compuesta por soldados angoleños y sudafricanos que lucharon en las guerras fronterizas durante el apartheid. Aunque la mayoría de ellos anhela regresar a sus hogares, se ha encontrado viviendo en el lado equivocado de la historia. Helena, sin embargo, conecta Pomfret a una línea más larga de ascendencia.
Por su parte, Teresa Firmino describe a su familia como angoleña, congoleña, namibiana y sudafricana. En una entrevista incluida en el libro, dice que los miembros de su familia, en su mayoría, parecen angoleños porque formaban parte del Batallón 32, una Fuerza de Defensa de Sudáfrica formada por muchos soldados angoleños. Sin embargo, «En casa (en Sudáfrica) nos trataban como extranjeros y cuando visitamos Angola y Namibia nos dejan muy claro que somos sudafricanos». Ella agrega que el colonialismo, la guerra civil y la «independencia» cambiaron tanto la mente como el cuerpo de la gente negra. Su trabajo está compuesto de pinturas densamente coloreadas de habitaciones estrechas cuyos ocupantes parecen consumidos por algún delirio o embrujo.
El escritor Tavares Cebola reflexiona sobre ese silencio ensordecedor que generó un vacío social en Mozambique, cuando se acabaron los 16 años de la guerra civil. Cebola se pregunta «¿cómo recoge esta generación las piezas en medio de este silencio?”, y trabaja a partir de la noción de Hannah Arendt de «responsabilidad política» contra los fantasmas de la guerra y el futuro de Mozambique.
Dedicado también a la escritura está José Luís Mendonça cuya contribución habla de manera conmovedora sobre las figuras estatales que explotan la memoria para dictar las narrativas del futuro. Su texto rehabilita una red de ideas que demuestran que la memoria es también materia premeditada. Mendonça cita un ensayo de Domingos da Cruz titulado «¿Qué significa ser angoleño?»(2020) y que postula que «Angola es uno de esos países cuya memoria es el futuro». También cita una advertencia de Boaventura de Sousa Santos en contra las veladas acciones neocoloniales de algunos líderes africanos.
Lizette Chirrime contribuye con una obra compuesta por textiles cosidos sobre lienzo que forman figuras abstractas. En ellos puede verse una preocupación por lo femenino. Suyo es también un poema autorreflexivo y abierto a la vulnerabilidad sobre sus padres y las dos «madres + 1» que le dio su padre después de que regresara de siete años de ausencia. En el poema, Chirrime escribe que se convirtió en el maniquí de su madre modista, quien era agresiva pero también amorosa. La artista comparte su propia forma de autoterapia y nos deja ver sus demonios.
Lizette Chirrime "Brain Child" [Cerebro de niño] 2018; Técnica mixta, 177×172 cm. Cortesía de la artista.
De la autocuración también se ocupa Marilú Mapengo Námoda, una artista de performance que produce sus obras a través de la lente y la pantalla. Mapengo Námoda se enfrenta a lo que ella considera las tres plagas de la sociedad mozambiqueña: el patriarcado, el capitalismo y el colonialismo. El libro cuenta con documentación de su performance Mama is killing the power! (¡Mamá está matando al poder!) (2019), para la cual la artista se paró en lo alto de un rascacielos en la noche. En la performance, vemos frente a la artista un altar con una copa de vino vacía y velas encendidas. Un billete de dólar está entre sus dientes enmarcado por una sonrisa cínica. La obra transmite un ambiente ceremonial, en la cual el “ser superior” es nada menos que la artista misma.
Luís Santos le da un rostro a un político engañoso hecho de madera y concreto de manera casi demasiado perfecta. Sobresale de su boca una lámina de hierro que se enrolla y desenrolla y que nos dice todo lo que necesitamos saber sobre este personaje –incluyendo aquello que no deseamos saber. Santos también involucra tanto al perpetrador como a la víctima, cuestionando nuestra cordura al preguntarnos si estaremos lo suficientemente sanos como para no «mordernos la lengua» cuando al político le llegue la hora.
El fotógrafo, Rui Assubuji, ofrece una serie de fotografías tomadas entre 1980 y 1990, y las describe como lo que queda desde el principio de un futuro mejor pospuesto. Las imágenes monocromáticas de la vida cotidiana parecen contener esperanza y, al mismo tiempo, coacción. Interfieren con el tejido del tiempo y hablan de una promesa incumplida. Mientras tanto, artistYonamine abre sobriamente con: «todos estamos esperando la muerte de diferentes maneras: algunos están sentados, algunos están pintando, algunos están haciendo política, algunos están matando a otros.” Esta declaración podría ser una guía sobre su trabajo, ya que nos encontramos con una práctica que opera en sus propios términos. Su instalación Xplicit Robbery (Robo explícito) consiste en un bucle de video contra una pared cubierta de recortes de periódicos no lo suficientemente envejecidos como para ser artefactos de archivo o parte de un presente en llamas. Se trata de recortes que están suspendidos entre dos temporalidades.
Al recopilar un registro de artistas afrolusófonos que intentan encontrar otros puntos de conexión como seres humanos, cuerpos y agentes espirituales, ¿No Somos Hacedores de la Historia? se pregunta, en última instancia, ¿qué vamos a hacer con la memoria, si la historia es un proyecto inacabado?
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Russel Hlongwane es productor cultural y consultor de industrias creativas y está afincado en Durban. Su trabajo se enfoca en las tensiones entre el patrimonio y la modernidad, la cultura y la tradición en el contexto de la vida negra. Su práctica incluye investigación cultural, producción creativa, diseño y curaduría.
Traducción del inglés de Catalina Arango