Hablamos con el investigador de la Duke University sobre el concepto de estéticas decoloniales.
Jeannette Ehlers, WAVES (Olas), instalación fotográfica, Nikolaj Kunsthal, 2014
Inauguración en Bogotá, noviembre de 2010
Taus Makhacheva, Delinking (Desconexión), 2011, tres fotografías en color, vista de la instalación, 11a Bienal de Sharjah, cortesía del artista y de Laura Bulian Gallery, imagen cortesía de la Sharjah Art Foundation
C&: “Estética decolonial” es un concepto que usted ha desarrollado en sus reflexiones y su obra. ¿Cómo nació ese concepto?
Walter Mignolo: Antes que nada, como todo concepto del proyecto colectivo modernidad/colonialidad/descoloniedad, es producto de conversaciones colectivas. Lo introdujo Adolfo Alban Achinte, allá por 2003, cuando todavía era doctorando en la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito, Ecuador. Surgió de charlas sobre la matriz colonial de poder: ¿cuál es el lugar de la estética en la matriz colonial? Hablamos sobre colonialidad del conocimiento, colonialidad del ser, colonialidad política y económica, la colonialidad religiosa, que captura la espiritualidad, colonialidad de género y de sexualidad, colonialidad étnica (de la que surge el racismo). Pero no habíamos abordado la estética y la razón de esto era que en ese momento no había entre nosotros ningún artista o historiador o crítico de arte. Con la excepción de Adolfo, un artista y activista afrocolombiano proveniente del Pacífico colombiano.
Fue en 2009 cuando el tema explotó. En ese momento, Adolfo ya era asistente de la directora del doctorado, Catherine Walsh. Yo fui docente y colaborador de Catherine Walsh desde el comienzo del programa. Pedro Pablo Gómez, de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá estaba trabajando en su doctorado pero también era editor de una publicación nueva, CALLE 14. revista de investigación en el campo del arte y me invitó a escribir en ella. El artículo “Aesthesis Decolonial” se publicó en marzo de 2010. Pero mientras estaba escribiéndolo (lo terminé en el invierno de 2009), Pedro Pablo me propuso cocurar una muestra con taller titulada Estéticas decoloniales. El subtítulo terminó siendo Sentir, pensar y hacer en Abya-Yala. Enfatizamos “sentir, pensar y hacer” para romper con la distinción y jerarquía del siglo XVII europeo entre “conocer, racionalidad” y “sentir, emociones”. Mientras tanto, Adolfo estuvo en Argentina participando de un taller organizado en Salta por Zulma Palermo, integrante del colectivo, que también estaba trabajando con estudiantes y colegas la cuestión de estética/aesthesis.
En ningún momento tenemos que perder de vista que la “colonialidad” y todos los conceptos que hemos introducido son conceptos cuyo punto de origen no es europeo sino el Tercer Mundo. Esto quiere decir que todos estos conceptos surgen de la experiencia de colonialidad en América. Ciertamente están vinculados a la modernidad, pero no son “aplicaciones” de categorías nacidas en Europa para “entender” los legados coloniales. Por el contrario, hemos convertido a Europa en un terreno de análisis más que un proveedor de “herramientas culturales y epistémicas”.
C&: Y si uno buscara más en detalle sus fundamentos, ¿en qué movimientos y pensadores del pasado puede rastrearse el concepto? ¿Cuáles son los orígenes en el contexto específico de África y las diásporas?
WM: Gracias por la pregunta que me permite reforzar lo último que dije. Los fundamentos históricos no se deben buscar en Europa. El profuso uso del término “decolonización” es notable después de la Segunda Guerra Mundial, con los procesos de decolonización en Asia y África. De todos modos, según mi opinión, el punto de inflexión institucional fue la Conferencia de Bandung de 1955. Ciertamente fue una conferencia orientada y manejada por los estados. Pero el mensaje fue claro: ni capitalismo ni comunismo sino decolonización. Y la primera frase del discurso inaugural de Sukarno fue más o menos así: “Esta es la primera vez en la historia de la humanidad que tiene lugar una conferencia internacional de gente de color”. Como se sabe, de la conferencia participaban veintinueve estados asiáticos y africanos, incluida China, en la que gobernaba Mao y seguramente fue una situación de algún modo incómoda. “Gente de color” significaba, en consecuencia, gente de religiones no cristianas. Los estados con una población musulmana numerosa o mayoritaria tuvieron una gran presencia en la conferencia. Ahora bien, esos principios de alguna manera se desnaturalizaron cuando Bandung se convirtió en los “países no alineados”, cuyo primer encuentro fue en Belgrado, bajo el Mariscal Tito, en 1961.
Como sea, a partir de Bandung y la lucha por la decolonización en Asia y África durante la Guerra Fría, y principalmente gracias a los trabajos Aimé Césaire y Frantz Fanon, el concepto de “decolonización” fue más frecuente, y hoy se utiliza en diferentes proyecto: decolonización de la religión y el género/sexualidad, decolonización del estado y la economía, decolonización de la estética y la investigación, el conocimiento y la subjetividad, la academia, la universidad, etc.
C&: ¿Cómo definiría el legado de Fanon en relación con el análisis de la “colonialidad del poder”?
WM: El legado de Fanon ha sido y es crucial para la “decolonización” en general. Y de modo más específico, en nuestro proyecto, la obra de Nelson Maldonado-Torres que es un cruce entre el legado de Fanon y el proyecto descolonizador del colectivo que mencioné, realizó dos operaciones importantísimas: una es la anatomía de la “colonialidad del ser” y la otra es un recorrido que va desde la intervención de Levinas en la filosofía continental a través de su experiencia y conocimiento judíos hasta Dussel (un argentino descendiente de alemanes y fundador de la filosofía de la liberación, donde discute con Levinas a partir de las historias locales y coloniales de las Américas), hasta Fanon, finalmente. Eso no significa que en el colectivo seamos los dueños de Fanon. Hay muchos otros que toman el legado decolonial de Fanon y son bienvenidos. Me gustaría destacar, sin embargo, el proyecto de la Caribbean Philosophical Association, fundada por el filósofo jamaiquino Lewis Gordon. La menciono porque desde su concepción ha habido una conversación generosa, fructífera y amable entre el colectivo modernidad/coloniedad y esa asociación filosófica. Compartimos las experiencias vividas (ya lo sé, las experiencias son “construidas”, pero eso no quiere decir que no sean “experiencias vividas”) de Sudamérica, América Central y el Caribe. Los puntos de anclaje de esas experiencias son diferentes y al mismo tiempo complementarios. Para los afrocaribeños, los puntos de anclaje son las historias de la ruta del tráfico de esclavos. Para nosotros, en el colectivo modernidad/colonialidad, se trata de las historias de nuestros ancestros europeos (españoles, portugueses, daneses, franceses, británicos, alemanes) que invadieron, se apropiaron de la tierra y la expropiaron y se instalaron como si fuera su casa sin considerar la población nativa y las grandes civilizaciones del Nuevo Mundo. Y cometieron uno de los mayores crímenes de la humanidad al cazar y esclavizar a la gente de África.
C&: ¿Podría desarrollar el término “desconexión”, que usted acuño?
WM: En primer lugar no lo acuñé yo. Fue Samir Amin, sociólogo marxista oriundo de Egipto, que lo introdujo en 1982 en un libro publicado en París. El título era La déconnexion, que se tradujo al inglés “delinking”. La propuesta de Amin era desconectarse del capitalismo, es decir, luchaba por una desconexión económica.
Lo que hice fue reutilizar el término para hablar de la “desconexión de la matriz colonial de poder”, lo que es más amplio que la desconexión del capitalismo. Y no desconectarse para llegar al socialismo sino a la transmodernidad y la pluriversalidad, donde no hay lugar para ningún universal abstracto. De este modo, el socialismo es una opción como tantas otras que buscan la desconexión de los modos de pensamiento en los que estamos actualmente, pero no puede ser la única opción, es decir, el único modo de “desconectar”. En el proceso de elegir y desconectarme de las dos opciones derivadas de la ilustración europea, el (neo)liberalismo o el (neo)socialismo, llegué a entender el mundo actual en términos de reoccidentalización, desoccidentalización y decolonialidad.
C&: A la luz de la decolonialidad, ¿hasta qué punto diría que la estructura de la bienal es una estructura que suele acarrear consigo las bases de sistemas de conocimiento hegemónicos, esto es, crea formas de exclusión en términos de género, frontera y migración? En este contexto, ¿cómo ve a Dak’Art, la bienal de Dakar que se concentra en artistas y producciones artísticas del continente… incluyendo el África subsahariana, África del Norte y las diásporas?
WM: En la esfera del arte, me refiero a los museos, las bienales o trienales, la desconexión (o el détournement) puede darse en dos direcciones o alternativas. La cuestión consiste en “leer” el proyecto que impulsa y motiva los acontecimientos o el surgimiento de archivos (por ejemplo, un museo). Una es la desoccidentalización. He escrito algunos trabajos sobre esto, a propósito de la 11a Bienal de Sharjah y sobre los museos de arte islámico de Doha y los museos de civilización asiática en Singapur.
Dak’Art me resulta más difícil de leer. Por un lado, comenzó inscripto claramente en la filosofía y la sensibilidad del múltiple proceso africano de decolonización. Me parece que Dak’Art está a medio camino entre la herencia de la modernidad Europea y la historia de la decolonización en África. Por ejemplo, lo que hace de la desoccidentalización en la Bienal de Sharjah algo tan radical es que es apoyada por el capital financiero. Esta paradoja vuelve difícil de entender la desoccidentalización cultural: es “gracias” al importante crecimiento económico que es posible la desoccidentalización. Y es la falta de una autonomía financiera sólida lo que hace que Dak’Art navegue entre la herencia europea y el estímulo de la decolonización. Dak’Art puede llevar al Tercer Mundo y a Europa hacia el ex Tercer Mundo. A Dak’Art lo veo como un lugar para promover y acentuar el panafricanismo en la esfera artística. Y el panafricanismo puede ser decolonial pero no necesariamente lo es.
Dak’Art podría funcionar en paralelo con la Bienal de Sharjah, una institución que no sólo promueve y apoya a los artistas africanos sino que ha establecido un proyecto claro y radical de resurgimiento. Esto es, que reinscribe en la esfera cultural el espíritu de Bandung y el de la decolonización africana tal como lo encontramos en Amilcar Cabral, Frantz Fanon, Steve Biko y Walter Rodney, si incluimos a la diáspora africana.
C&: ¿Podría nombrar artistas o producciones artísticas de África o de la diáspora africana que siguen un recorrido decolonial? ¿Y de qué modo lo hacen?
WM: He trabajado con artistas, curadores, críticos, etc. de la diáspora africana y todos estaban muy comprometidos con las actividades decoloniales, las charlas, las muestras, los talleres y demás. Mencionaré tres.
Patrice Naiambana, de Sierra Leona. Creó Tribal Soul (http://www.tribalsoularts.com/) en 1992. Se volvió conocido globalmente por su espectacular unipersonal, un verdadero tour de force, titulado The Man Who Committed Thought. Lo conocí en 2011 en la Middelburg Decolonial Summer School. Presentó The Man… como parte de la escuela de verano. Su padre participó en las luchas por la decolonización de Sierra Leona, así que nada era nuevo para él. Su narración (así acordamos llamar lo que él hace) es claramente decolonial. Sus pensamientos son una continuación de su performance como puede verse en esta entrevista hecha en Middelburg, en el verano de 2011.
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Un segundo caso es Jeannette Ehlers. Nacida en Dinamarca de padre trinitense y madre danesa, Jeannette encarna las historias del imperio y del Atlántico. Sus narraciones como Invisible Empires (2010), donde el narrador es su padre, y Atlántico (2009-2010) donde se sumerge en sonidos e imágenes para volver palpable el horror del comercio de esclavos, o el magnífico Black Bullets (2012) concebido a partir de la Revolución Haitiana son maravillosos logros que recrean la estética decolonial. Todos se pueden ver en la página de Jeannette.
Un tercer ejemplo es la obra que Alanna Lockward, una afrodominicana residente en Berlín, ha venido haciendo a través de Be.Bop:Black Europe-Body Politics con ediciones en 2012, 2014 y 2014 en Berlín y Copenague. Menciono a Alanna porque no es sólo una cuestión de artistas/narradores, más allá de si trabajan con lo visual, verbal o escrito, danza o sonidos, videos o películas, documentación o ficción. También son importantes los curadores que son capaces de aportar decolonialidad en diferentes facetas.
Pero no puedo concluir sin mencionar Le malentendu colonial (2004) de Jean Marie Téno. Uso esta película en mis clases para presentar el pensamiento, la acción, las sensaciones y .las creencias decoloniales. La estética/aesthesis decolonial se ha vuelto un elemento de conexión entre los continentes.
Walter Mignolo es semiólogo, nacido en Argentina, escritor, investigador y profesor de la Duke University, Durham, y director del Center for Global Studies and the Humanities.
Aïcha Diallo ha trabajado como co-directora del programa de educación artística KontextSchule, afiliado a la UdK / University of the Arts, Berlín y como editora asociada de Contemporary And (C&).
Traducido del inglés por Nicolás Gelormini.