A través de su obra, el artista angoleño resiste a una cultura basada en acciones e ideas de origen occidental mientras rescata elementos esenciales de las sociedades tradicionales africanas que han sufrido el sistema de apropiación y exterminio de la colonización.
Puxa prende e larga. Foto: Thó Simões.
Performance Congolândia - Universo em desencanto. Foto: Osmar Edgar.
Mona. Foto: Thó Simões.
Nacido en 1973 en la ciudad de Malanje, a unos 400 km de Luanda, el artista Thó Simões se dedica a la pintura, el performance, el collage, las artes urbanas y digitales, el cine y la fotografía. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de rótulo sobre su polifacética producción, Simões declara categóricamente: «Mi trabajo no obedece a reglas predeterminadas. Es más fácil decir que solo soy artista».
Investigador nato y curioso por naturaleza, el artista, quien se ve frecuentemente en las calles de Luanda observando y absorbiendo tanto la dinámica y la cultura urbanas como sus personajes, reseña y mezcla elementos de las artes tradicionales africanas con los del arte contemporáneo urbano global. Según dice, esta metodología viene de la «necesidad de identificarme, porque soy producto de una sociedad construida sobre la base de la colonización. Es como si mirara dentro de mí y viera que me falta un pedazo. Así que voy detrás de él y, en ese proceso, busco factores comunes entre el pasado, el presente y el futuro, así como un lenguaje que pueda equilibrar todo lo que logro entender en este caos de información».
Repensando y releyendo las culturas ancestrales africanas
Congolândia (Luanda, 2018) es un ejemplo. En ella, Simões hace uso del performance surgido en el contexto de los movimientos europeos de vanguardia en las primeras décadas del siglo XX, para (re)pensar, (re)estructurar, (re)leer las culturas ancestrales africanas en la actualidad. A través de la pintura corporal compuesta de grafismos de rayas, curvas y círculos, el observador es capaz de establecer asociaciones tanto con los pueblos mursi (Etiopía), que mantienen sus costumbres y tradiciones en el mundo globalizado, como con los símbolos adinkras, presentes en sociedades de África occidental.
Mientras mantiene la historia de las culturas africanas como una de las mayores influencias sobre sus creaciones, Simões inscribe en los cuerpos de los performers caracteres del lenguaje del grafiti, y crea así un mensaje híbrido que impulsa al espectador a reflexionar sobre posibles resistencias culturales. Se trata de establecer contracorrientes a las tendencias arbitrarias, colonizadoras y normalizadoras, presentes no solo en el continente africano, sino en todas las regiones del planeta que han sufrido procesos de exterminio de culturas, lenguas y habitantes nativos.
Congolândia presenta, pues, una ficción material a través de cuerpos performativos africanos culturalmente «puros y perfectos», procedentes de un lugar inventado por el artista y sin la contaminación del colonialismo. «No hay nada en nuestra cultura que no haya sido un arreglo. Todo fue tan manipulado en el pasado, que no podemos encontrar ya nada que no tenga un toque externo», analiza Simões. En este sentido, el espectador entiende la resistencia del artista a una cultura basada en modos de comportamiento forjados en acciones y pensamientos externos y occidentales, que cohíbe los cuerpos y las mentes de los individuos en sociedades tradicionales que han sufrido el sistema de apropiación y exterminio de la colonización.
La asimilación del arte urbano contemporáneo
La fusión entre representaciones de las sociedades africanas tradicionales y el mundo urbano global explica otro fundamento del modus operandi de Simões: el lenguaje del grafiti, fruto de la «influencia que las calles han tenido sobre mí», según dice. La asimilación de este arte subversivo, producido en las periferias de los grandes centros urbanos de Occidente – originalmente por la población afroestadunidense, entre 1960 y 1970– le ofrece al artista el medio ideal para retratar temas de la vida cotidiana y la historia de su territorio.
Con el grafiti, Simões superpone tanto órdenes temporales como elementos estéticos y cromáticos, para componer una gran mezcla de collages en espacios públicos. Retratos como el de Samuel Maharero (líder de la rebelión de los hereros contra la colonización alemana en el actual territorio de Namibia), de personas mayores, de mujeres con bolsas en la cabeza, de niños, de raperos o de pasantes que se cruzaron con el artista en su vida cotidiana, ocupan muros y murales a través de la yuxtaposición de elementos gráficos de Simões.
La composición de color de los grafitis es responsable de crear la pulsión de vida que emerge de sus imágenes. La elección de contrastes entre claro y oscuro, así como el ajuste entre sombras y puntos de luz, contribuyen al efecto de profundidad, lo que resulta en una especie de «retrato de lo real». Del mismo modo en que el retrato tenía, en la tradición de la pintura europea, el objetivo de dignificar y legitimar a la persona retratada, la elección de Simões de individuos africanos muestra su deseo de capturar en ellos lo sublime, a contracorriente de las condiciones sociales en las están inscritos y al cual el legado colonial los condicionó. «Son las personas cotidianas, personas que no tienen nombre, y con las que me cruzo en las calles. Las miro con veneración y respeto. Alguien podría pensar que no son nada, que no son nadie, pero para mí siempre serán una expresión máxima», resume el artista.
Este artículo es el resultado del trabajo colectivo estimulado por el taller Crítica de arte como ejercicios de escritura. Análisis de las obras de Thó Simões y Koffi Mensah Akagbor, coordinado por Renata Martins, en el marco de su residencia virtual Vila Sul 2020, promovida por el Goethe-Institut en Salvador-Bahia, entre mayo y junio de 2020. En este taller, participantes de distintas ciudades y áreas del conocimiento se reunieron en grupos en línea, a lo largo de seis semanas, y pudieron dialogar virtualmente con Koffi Mensah para producir esta pieza de conocimiento colectivo sobre su obra.
Traducción del portugués de Catalina Arango Correa