La artista Minia Biabiany, de la isla de Guadalupe, en el Caribe francófono, examina las dinámicas coloniales existentes entre Francia y sus territorios de ultramar. C& América Latina habló con ella acerca de cómo se ha desarrollado su obra artística a partir de su realidad caribeña, de su naturaleza y de los crímenes coloniales cometidos contra ella.
Minia Biabiany, still do vídeo Toli Toli, 10min, 2018. Cortesia da artista.
Minia Biabiany (1988) ha convertido la costumbre del trabajo manual en uno de los motores de su trabajo artístico. Esto es extensión de su bagaje familiar: «Mi infancia fue influida por mis padres, quienes son personas que, si necesitan algo, siempre van a contemplar la posibilidad de hacerlo ellos mismos». Originaria de la isla de Guadalupe, en el Caribe francófono, Biabiany es egresada de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de Lyon, y precisamente su obra tiene como telón de fondo la relación colonial que existe entre la metrópoli y el territorio de ultramar.
La correspondencia que la artista establece entre su constante cuestionamiento de la realidad, sus propias raíces y el mundo que habita, es política y poética, y se apoya siempre en lo material, lo táctil. «A mi padre y a mi madre les gusta construir sus cosas, y eso impactó mucho mi relación con el trabajo y con la materia”, dice Biabiany. “Me gusta hacer las cosas yo también con las manos”.
C&AL: ¿Qué papel juegan los archipiélagos, las islas y el mar en tu identidad guadalupense y como artista?
Minia Biabiany: Lo que me viene a la mente es la figura del barco, que en nuestra identidad caribeña es fundamental. Nuestros ancestros fueron traídas y traídos en barco. Este territorio está fragmentado y unido por el mar y eso ha funcionado como un modelo cambiante, en donde no hay una sola perspectiva. Desde el territorio guadalupense, donde sea que estés, en cualquier isla del archipiélago, puedes ver otra isla, nunca estás en la situación de la isla aislada.
Esto ha impactado mucho en mi percepción del espacio y la manera que tengo de pensar una instalación y el desplazamiento del espectador al interior de la instalación. Me gusta organizar la mirada, pensar en su coreografía. La manera de organizar los elementos dentro de las instalaciones está ligada a la forma del archipiélago. En mi trabajo me interesa jugar con la precepción del espacio y con la manera que tenemos de recibir lo que experimentamos a través de los sentidos, del cuerpo.
Minia Biabiany, j'ai tué le papillon dans mon oreille, exposição pessoal, Magasin des horizons, Grenoble, França, 2020. © Camille Olivieri. Cortesia da artista.
C&AL: ¿Cómo se vincula el papel de la naturaleza con tu interés de hablar de una sociedad y cultura atravesadas por un sistema colonial?
MB: La naturaleza podría leerse como un cliché caribeño de lo tropical, pero en realidad tiene una agresividad constante y lenta, que penetra cualquier material orgánico. El sistema colonial en específico está construido desde un modelo de asimilación y no un modelo de integración. Este modelo pasa por un proceso de deshumanización del hombre, de la mujer, del ser humano, y pasa por la fuerza y la violencia física en el sistema de plantación, pero también por una violencia mental que transmite de manera sutil, que no es menos violenta. Este tipo de violencia la sigo observando en Guadalupe hoy.
Uno de los aspectos más llamativos del sistema colonial es que la gente ya no está conectada con su territorio, no conoce su flora y su fauna, su poder de sanación, sus fuerzas. El hecho de trabajar con objetos visualmente poéticos me permite, también, hablar de temas políticos sin entrar en la agresividad o en una situación frontal. Creo que la relación que tengo con la naturaleza pasa por un proceso de observación que se nutre de otros procesos.
La naturaleza tiene este papel porque es una fuente de fuerza y una fuente de respuestas. La naturaleza juega un papel de soporte para hablar del tema de la contaminación de los suelos, por ejemplo, en Guadalupe. Gracias al monocultivo de plátano se usó un pesticida y contaminó el suelo, los ríos, el mar, los peces y obviamente a los humanos y su comida. Lo mismo pasa en Martinica. Es una contaminación que se hizo gracias a que el Estado francés dio las autorizaciones, sabiendo perfectamente que estaba intoxicando a una población entera a niveles muy grandes.
El árbol de plátano para mí es esa figura de cómo el colonialismo francés está operando en nuestros cuerpos hoy, pero también con esta planta me interesa hablar de la sanación. A partir de la flor de plátano se puede sanar al útero. Para mí, es una posibilidad de hablar de sanación, de hablar de la relación que tenemos con la sexualidad, porque la contaminación de los suelos toca a lo más íntimo, a los órganos sexuales de la población, ataca a los cerebros de los niños, es un gran escándalo ecológico y humano.
Minia Biabiany, narrativas del aqui/2 pausas sobre la no-Historia del Caribe, 2018. Exposição no Centro Leon, Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Cortesia da artista.
C&AL: ¿Qué formatos usas para desarrollar tu trabajo, y cuáles son los materiales a los que más recurres?
MB: Trabajo mucho con instalación y video. Mi trabajo de video está muy ligado a un interés que tengo por la narración, de poner lenguaje sobre una situación. Cuando volví a Guadalupe después de haber vivido en México, en 2017, me di cuenta de que había un gran silencio de la mayor parte de la población acerca de la situación política, teniendo en cuenta que la situación de pertenecer a Francia es la única opción. Aunque es muy visible que no funciona este sistema de dependencia, porque hay racismo institucional, yo sentía que era imposible discutir sobre la posibilidad de ganar más autonomía.
Esa ausencia y ese silencio me hicieron pensar que hay que inventar otro mecanismo de lenguaje para poder contar esta situación. Entonces me interesé en el tejido, en la metáfora y en la acción misma de tejer, ya que en muchas culturas del mundo existe esta conexión entre tejer y narrar, una idea muy antigua de las cosmogonías.
Lo tomé como una pieza clave en mi trabajo, como un vocabulario que ya integré a mi vocabulario como artista. Cuando trabajo los videos trato de hacer que la acción de tejer esté presente en la acción misma de los videos. Un tejido entre palabra escrita, voz e imagen.
Minia Biabiany, fragmento da instalação Envolvernos en la lluvia, Immanence, TEORética, São José, Costa Rica, 2014. Cortesia da artista.
C&AL: ¿Cómo ha afectado la pandemia del coronavirus a la escena artística del Caribe? ¿Y cómo crees que la región y sus artistas tendrán que adaptarse a las consecuencias sociales del virus en el futuro?
MB: Como en muchos lugares, muchos artistas perdieron sus proyectos y se encontraron sin los marcos tradicionales para crear al ritmo del arte contemporáneo. Observo que hubo muchos acercamientos, surgieron muchos proyectos con un público bastante amplio. Surgieron proyectos interesantes como Fresh Milk Barbados, Mar de Islas y Plataforma Caníbal. Es muy importante hacer que el Caribe se conozca y se reconozca en su comunidad caribeña enteramente.
La pandemia ha sido también una posibilidad de mirarnos y conocernos, vincularnos de otra forma. En ese sentido ha sido muy fértil este momento. Lo que hay que hacer, en todo caso, es adaptarse a menos movilidad. Y al mismo tiempo valorar las dinámicas personales y las estrategias locales.
Heriberto Paredes, periodista y fotógrafo independiente, escribe y documenta historias de resistencia, arte y defensa del medio ambiente. Vive entre New York y Michoacán, México.