Lidia Lisbôa

Arcilla, crochet, telas y performance

Obras creadas por la artista brasileña, que remiten a temas como el amor, la violencia y el cuerpo femenino.

Los capullos como protección

«Hubo un tiempo en que pasé por una situación difícil: entonces empecé a crear mi obra en crochet. Pasé tres meses tejiendo, tejiendo y tejiendo. Antes de darme cuenta, tenía una colección maravillosa. Aprendí a hacer labor de punto y crochet mirando a mis tías en Paraná», recuerda la artista. Los Casulos (Capullos) son bolsas cuidadosamente tejidas en crochet, tela y encaje que dan abrigo a la vida en formación y protegen de la violencia al cuerpo femenino.

La artista también creó en crochet la serie Tetas, pechos de diferentes tamaños, en conjuntos de seis u ocho. Además también hay pechos únicos, cuya aura monumental hace que merezcan una pared sólo para ellos en galerías y casas de coleccionistas. «Son tetas de mujeres de todo el mundo.» Los hilos que salen de ellas aluden a los senos infinitos, primordiales, que alimentan al mundo entero pero que no siempre son alimentados a cambio.

Sentimientos y sentidos transformados por la costura

En su texto curatorial para la muestra individual de Lidia Lisbôa, que tuvo lugar en la galería Rabieh en 2015, Fabiana Lopes dice que algunas de sus obras remiten a Lygia Clark. Como Clark, Lisbôa comenzó su carrera pintando y de a poco fue pasando a la producción de objetos sensoriales. A diferencia de Lygia Clark, sin embargo, para quien la exploración de las relaciones sensoriales fue ganando espacio al punto que ella considera que su obra es más psicoanálisis que arte, Lidia Lisbôa parece andar el camino opuesto. Como podemos ver en la serie llamada Cicatrizes, ella busca en la forma un camino para materializar sus estados de ánimo: «Las cicatrices son nuestras penas, nuestros dolores. Todo esta cosido aquí. A veces paso un mes trabajando sólo en esta serie, con telas y medias de mujer», dice.

Los termiteros como productores de vida y arte

La serie Cupinzeiros (Termiteros) está compuesta de montículos espiralados y con ranuras, de diferentes formas y tamaños, que Lidia Lisbôa modela pacientemente y marca con sus uñas. «Desde la casa de barro de Paraná, podía ver un árbol de aguacate muy erguido y varios termiteros. Mi madre me decía que me mantuviera lejos de ellos porque eran peligrosos. Yo no los tocaba pero no podía apartar la vista de ellos. Años más tarde, acabé creando mis propios termiteros.»

En apariencia resecos y muertos en el exterior, los termiteros son montañas vivientes que las termitas forman con saliva, tierra, plantas y excrementos para almacenar comida y huevos. Son, en consecuencia, abrigos para generar nueva vida. Los termiteros de Lidia Lisbôa están hechos de arcilla, y salen de las manos y los recuerdos de la artista. Igual que las termitas, ella devora materia orgánico… racismos, abortos, violación y otros materiales psicológicos y los devuelve al mundo como objetos de arte.

Adriana de Oliveira Silva es antropóloga y periodista. En 2018 defendió su tesis doctoral titulada Galeria & Senzala: a (im)pertinência da presença negra nas artes no Brasil en el Departamento de Antropología de la Universidad de São Paulo.

Traducción del portugués de Nicolás Gelormini

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