Un vínculo simbólico, afectivo y de resistencia une al colectivo de arte Ayllu. De ahí proviene su nombre, que en lengua quechua significa “familia”, y no necesariamente se refiere a un parentesco de sangre, sino también puede indicar otro tipo de familias.
El grupo está conformado por cinco artistas, investigadoras e investigadores que vienen de distintos territorios y contextos, o lo que ellxs llaman el Abya Yala, los pueblos indígenas en América. Alex Aguirre Sánchez y Leticia/Kimy Rojas Miranda de Ecuador; Iki Yos Piña Narváez de Venezuela; Francisco Godoy Vega de Chile y Lucrecia Masson de Córdoba, Argentina, se encontraron en 2017 y crearon esta “familia elegida” que es también un espacio seguro para aquellos cuerpos migrantes y disidentes sexuales que rompen con los códigos de género, sexo y raza.
Sus intervenciones artísticas son un llamado a no callar, a interpelar la historia a partir de textos, performances y activismo decolonial. Crean acciones de resistencia al racismo, al colonialismo y a la sexualidad heteronormativa, pero también hacen una invitación a transformar y sanar colectivamente la herida que dejó la conquista y el sistema colonial en los cuerpos y los territorios de América Latina.
C&AL: ¿Cómo nació el Colectivo Ayllu y cuáles son sus principios?
Colectivo Ayllu: El Colectivo Ayllu nace como un tejido de subjetividades, disidentes al régimen heterosexual blanco, y periféricas en la política racial heterocentrada, que se articula entre el activismo y las prácticas artísticas. Es una comunalidad de disidencias que quiere escapar del sistema de creación individual, hacer un quiebre con el disciplinamiento artístico y la estética occidental. Nuestras formas y estéticas no dialogan con los códigos del arte de la supremacía blanca.
Somos una familia en la diáspora, una familia escogida y disidente al proyecto civilizatorio blanco y heterosexual. Una familia de indixdescendientes y afrodescendientes con los pies en el Estado racista español.