La artista multidisciplinar de Santo Domingo, con base en Nueva York, se apropia de los códigos visuales formados en la época colonial para apuntar a una «identidad tropical». Así, crea piezas coloridas que invierten la relación de poder entre el observador y lo observado.
Joiri Minaya, #dominicanwomengooglesearch, 2016, vista de instalación en el Sunroom Project Space, en Wave Hill, El Bronx, Nueva York. Foto: Stefan Hagen. Cortesía de la artista
Joiri Minaya, Contenedor #4, 2020, 40 x 60 pulg. Cortesía de la artista
Joiri Minaya, Divergences, 2020, impresiones pigmentadas enmarcadas y papel pintado de archivo, 22 x 26 pies, Proyecto Atrium del Museo Kemper, Kansas City. Cortesía de la artista
Raquel Villar-Pérez: Cuéntame cómo te convertiste en artista.
Joiri Minaya: Cuando era niña me gustaba hacer arte, así que mi mamá me puso en clases de pintura. Luego, cuando tenía 14 años, me matriculé en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo, en un programa llamado “preparatorios”. Era una clase extracurricular dos veces por semana de dibujo principalmente. Esas clases no hacían parte de la educación formal en la escuela, si uno quería estudiar arte propiamente tenía que presentar un examen. Yo hice el examen, pero no pasé la primera vez, tuve que repetirlo. Y creo que ese fue un momento decisivo, ahí supe que quería seguir la carrera de artista. La segunda vez que presenté el examen, pasé y entré a la escuela. Fue una época intensa porque yo estaba en el segundo año de la escuela secundaria y tenía clases de lunes a viernes, como cualquier otro estudiante de secundaria. Sin embargo, el programa en la Escuela Nacional de Artes Visuales también era de lunes a viernes, cinco horas todas las tardes. De modo que mis últimos años en la secundaria hice dos escuelas, básicamente.
RVP: He notado que la presencia del cuerpo femenino es preponderante en tu práctica multidisciplinaria. Quisiera saber más sobre esto. ¿Cómo te interesaste en hacer del cuerpo de las mujeres algo tan central en tu obra?
JM: La sola experiencia de ser mujer en el mundo te hace darte cuenta de que no tienes mucha representación o, por lo menos, una representación justa. De hecho, el cuerpo de la mujer suele ser objetivado o entendido como un objeto decorativo. Incluir el cuerpo femenino en mi trabajo tiene que ver, en gran parte, con ser agente de mi propia representación.
Me interesa también la convención del retrato. Cuando comencé a estudiar arte, me di cuenta de que había mucho retrato y representaciones de la figura humana. Es un tema permanente en la creación de imágenes. En mi trabajo, retratar a las mujeres tiene que ver con mi experiencia como mujer en el mundo; con mi experiencia como migrante en los Estados Unidos, y con la hipervisibilidad con la que lidian los inmigrantes. Desde que comencé en las artes visuales, siempre he gravitado alrededor de la representación de los cuerpos de las mujeres y del paisaje.
RVP: Hablemos del paisaje. Hay muchos símbolos en tu trabajo que evocan la naturaleza. ¿Por qué sientes el impulso de abordar este tema en tu trabajo?
JM: Siempre me ha interesado la naturaleza. Cuando era niña, quería ser bióloga o bióloga marina. Creo que la experiencia de vivir en una gran metrópoli en los Estados Unidos ha hecho que estas ideas resurjan en mi trabajo. Además, vivir fuera de República Dominicana y darme cuenta de que muchas veces nuestra identidad se interpreta a través del prisma de lo que se ha llamado «naturaleza tropical», me hace reflexionar. Investigo la historia de la representación de la naturaleza tropical a través de la lente del colonialismo, y cómo algunas de estas ideas han sobrevivido y se han derramado sobre los cuerpos. Esta relación entre el cuerpo y la naturaleza está muy presente en mi trabajo, porque ambos son ejercitados y consumidos y explotados en formas que están relacionadas entre sí. Sin embargo, más recientemente, he empezado a abordar estos temas desde un ángulo diferente al del poscolonialismo. Me interesa pensar cómo podemos relacionarnos con estos temas de una manera más amena, y no sólo a través del trauma colonial.
RVP: ¿Puedes ampliar la idea de «identidad tropical», y cómo el Caribe aparece en la imaginación occidental, pero también en la imaginación caribeña?
JM: En los últimos dos años, me he centrado en cómo esta noción de lo «tropical» es representativa tanto para los extranjeros como para los caribeños. Encuentro que hay paralelos en cómo se representa el espacio en ambos lugares.
He notado que, en los últimos años, la «camisa hawaiana», por ejemplo, ese tipo de camisa de estampados «tropicales», se ha vuelto muy popular en los países occidentales. Y, en la República Dominicana, y hay gente de clase media, joven y moderna que los usa. Me parece muy interesante, porque cuando yo era más joven, estos códigos visuales estaban restringidos a la construcción de espacios «tropicales», como por ejemplo los resorts. La camisa hawaiana podía ser el uniforme de un resort o de algún tipo de servicio turístico. Ahora se ha convertido en algo «cool», de moda. Parece ser un fenómeno mundial, y me interesa ver cómo este fenómeno tiene paralelos que se comunican o se superponen.
En términos de construcciones del espacio tropical, creo que la forma en que el trópico fue visualizado, durante el colonialismo, ha tenido mucho impacto en las imágenes que aún prevalecen hoy en día. Hay libros que me han ayudado a entender este tema, uno de ellos es An Eye for the Tropics de Krista Thompson y el otro es Picturing Tropical Nature de Nancy Stepan. Aunque las dos autoras analizan el Caribe de habla inglesa, veo muchos paralelismos con lo que se vive en la República Dominicana.
RVP: ¿Cómo ves la escena artística caribeña (lo de caribeño es una simplificación), particularmente en la República Dominicana? Y, ¿crees que hay una escena artística caribeña?
JM: Para responder a la primera parte de la pregunta, para mí la escena artística caribeña es muy rica. Es muy diversa. Lo que hace falta son plataformas de visibilidad y estructuras sostenibles, como museos y colecciones, que realmente tengan un impacto en la escena local, etc. Pero hay muchos artistas haciendo un trabajo increíble.
En internet hay constantemente conversaciones, en diferentes lugares, sobre los mismos temas. Y es interesante ver lo que se dice allí y lo que eso le hace a la escena artística. Ya no se puede estar aislado de las conversaciones sobre los legados coloniales, sobre el racismo, sobre el clasismo, por ejemplo.
Joiri Minaya, Domunentación de la acción "Encubrimiento", 18th de febrero de 2021. Foto: Sofía Marcos. Cortesía de la artista
RVP: Una última pregunta, ¿cómo crees que la pandemia ha afectado a los artistas en el Caribe, y cuáles son las estrategias que se han usado para lidiar con este tema?
JM: La pandemia definitivamente ha impactado a los artistas en el Caribe, principalmente en términos de oportunidades para producir trabajo. Muchos artistas no tienen un sistema sostenible para hacer arte, para involucrarse en conversaciones artísticas, para organizar una exposición colectiva o una exposición individual por su cuenta. Esas oportunidades son impulsadas por museos o instituciones. Hay algunas galerías comerciales, y los artistas afiliados a esas galerías están trabajando a través de ellas. También hay obras encargadas. Ha habido muchos murales encargados recientemente. Sin embargo, eso también puede entenderse como una forma institucional de eludir otras responsabilidades.
Raquel Villar-Pérez es escritora y curadora de arte española, con base en el Reino Unido.