El fotógrafo y artista visual belga-beninés Fabrice Monteiro realiza un juego de luces y sombras que mezcla conceptos de las modernidades africanas y occidentales, y descubre realidades sobre culturas que permanecen a menudo oscurecidas bajo visiones superficiales. Ángel Perea Escobar conversó con Monteiro para C&AL sobre las imágenes de África, el afrofuturismo y su proyecto The Prophecy, sus experiencias en Colombia y su profunda aversión a las fronteras.
Fabrice Monteiro, serie The Prophecy, sin título #13, 2018 (Colombia). Cortesía del artista.
Fabrice Monteiro, serie The Prophecy, sin título #11 2016. Cortesía del artista.
Fabrice Monteiro, de la serie The Prophecy, vídeo, 2018 (Colombia). Cortesía del artista.
El fotógrafo Fabrice Monteiro nació en Bélgica en 1972, de padre beninés y madre belga. Criado en Ouidah, Benín, vive actualmente en Dakar, Senegal. Un artista autodefinido “transcultural”, el foco creativo de Monteiro es África. Su visión única emerge de la poderosa e influyente estética africana que ha viajado desde la antigüedad hasta el presente, y ha evolucionado hacia vibrantes expresiones modernas de imágenes inquietantes, novedosas y desafiantes sobre el continente africano. Su audaz trabajo indaga sobre lo que sobrevive en lo profundo de una cultura intervenida por las fuerzas inefables del capitalismo extractivo y neocolonial, que han empujado a África hacia una globalización brutal. Monteiro también reflexiona sobre las posibilidades de esta globalización para el futuro.
Su proyecto The Prophecy (“La profecía”), que combina arte, cultura y medio ambiente, se inició en Senegal en 2013 con el fin de crear conciencia ambiental en todo el mundo. Por invitación de la fundación colombiana Más Arte Más Acción, con apoyo de jóvenes voluntarios, de Arts Collaboratory y el Parque Explora en la ciudad de Medellín, y en diálogo con la comunidad indígena Embera, Monteiro pudo desarrollar La profecía también en Colombia en 2018, enfocándose en la explotación nociva de mercurio en el departamento del Chocó, en la región del Pacífico. Hablamos con él sobre ésta y otras de sus experiencias como artista.
C&AL: El cineasta alemán Wim Wenders ha argumentado que el exceso de imágenes en el mundo contemporáneo ha agotado su significado más relevante. Como fotógrafo y artista visual, usted mantiene el foco en África, un continente también explotado en términos de imágenes. ¿Cómo cree que los fotógrafos africanos deconstruyen el dilema del llamado “exceso de imágenes”? ¿Es esta una preocupación legítima para los artistas visuales africanos o les preocupa más a los artistas hegemónicos occidentales?
Fabrice Monteiro: Hay un proverbio africano: “Hasta que la historia de la caza no sea contada por el león, la historia de la caza glorificará siempre al cazador”. Sí, se ha creado, utilizado y abusado de una cierta imagen de África para describir al continente desde una perspectiva occidental. Las imágenes de África siempre han sido una herramienta importante para crear cierta propaganda sobre territorios supuestamente vírgenes que esperan ser “civilizados” por el mundo occidental, o sobre un lugar de guerra y hambre a la espera de ser auxiliado por las potencias occidentales. Creo profundamente que los artistas visuales africanos no sólo disponen de un gigantesco parque de recreo, donde todavía está todo por hacerse, sino que tienen la responsabilidad de deconstruir una cierta visión del continente.
C&AL: Usted es un artista transeúnte, que hace que las fronteras entre el fotoperiodismo y la fotografía de moda más sofisticada parezcan líquidas. ¿Cuál es su motivación para cruzar estas fronteras y transformarlas en una declaración estética y estilística?
FM: Siento una profunda aversión hacia las fronteras, los límites, las cajas. Probablemente se deba al hecho de que soy el producto de razas mixtas, educaciones y experiencias mixtas. Aprendí fotografía, postura e iluminación a través de la moda, así que naturalmente uso este tipo de imágenes visualmente atractivas para abordar temas que me preocupan, como el medio ambiente, la identidad, la religión o la política. Siento la necesidad profunda de construir puentes en lugar de muros, porque no tenemos suficientes de los primeros y en cambio demasiado de los segundos. Incluso en mi trabajo, no me impongo límites formales en tanto para mí el estilo o el medio no son más que herramientas que sirven a un propósito. Puedo usar blanco y negro, color, digital, película, instalación, fotografía de calle, mientras sirvan al tema que quiero examinar.
C&AL: Su trabajo se aproxima al Afrofuturismo, quizás una de las corrientes más animadas del pensamiento creativo entre nosotros, los afrodescendientes, hoy en día. ¿Es posible vincularlo con esta tendencia estética?
FM: Oigo mucho ese comentario sobre mi trabajo. Para mí, es sólo otra categoría en la que me ponen para definirme. El Afrofuturismo no significa nada para mí, si no terminamos de lidiar con nuestro presente. ¿Qué sentido tiene proyectarnos hacia un futuro hipotético, cuando aún no hemos terminado de lidiar con cinco siglos de colonialismo en nuestro planeta? En realidad, estamos empezando a rayar la superficie de ese largo paradigma tóxico, por lo tanto, tenemos suficiente trabajo con el pasado y el presente antes de poder proyectarnos hacia el futuro de manera eficiente.
C&AL: Usted desarrolló en Colombia, en lo que llamamos “tierras ancestrales afrocolombianas e indígenas”, una versión de uno de sus proyectos más reconocidos, La profecía. Debido a las dolorosas circunstancias históricas, nosotros, los afroamericanos (de todo el continente, no sólo los ciudadanos estadounidenses), conservamos una serie de tradiciones africanas arcaicas, al mismo tiempo en que vivimos en una África imaginada. En realidad, los afroamericanos sabemos poco sobre África, tanto sobre su pasado como sobre su modernidad. A través de la herencia que nos dejaron nuestros antepasados, así como de enormes dosis de nuestra propia ansiedad, hemos creado una África que es producto de una fantasiosa imaginación épica. En este contexto, ¿cómo se vincula África con los afroamericanos?
FM: No voy a hablar de afroamericanos de países latinoamericanos, ya que sé muy poco de ellos para poder dar una opinión. Pero los afroamericanos estadounidenses, en general, tienen una ventana muy estrecha hacia el resto del mundo. Quizás es debido a la educación o simplemente al hecho de que les han lavado tanto el cerebro, con la idea de que Estados Unidos es el mejor país del mundo, que parece que para ellos no tiene sentido “sentarse y observar” otras culturas con un ojo desnudo. En mi opinión, esa perspectiva se ve reforzada por películas como Pantera Negra. Pero no me malinterprete: hemos recorrido un largo camino y apoyo plenamente cualquier intento de romper las fronteras entre afroamericanos y africanos. Sin embargo, creo que ambos todavía tenemos un largo camino por recorrer en la descolonización de nuestras respectivas miradas.
C&AL: ¿Qué ha traído de África, o de sus experiencias africanas, a una de las “Áfricas” de América del Sur, en este caso, la que está situada en Colombia?
FM: Si estamos hablando de la parte de mi proyecto La profecía que hice en Colombia, tengo que decir lo siguiente: no vine con la pretensión de traer algo de África. Estaba más interesado en aprender de la cultura original y rica de los indígenas colombianos. Cuando trabajo en África, indago en la cultura africana y su cosmogonía, y cuando trabajo en América Latina, indago en la cultura latinoamericana y en su cosmogonía. Creo profundamente que, en este momento, en el que nos estamos dando cuenta lenta pero globalmente de que nuestro futuro no dependerá de nuestro PIB (Producto Interno Bruto), sino de lo que yo llamo nuestro CTS (Capacidad de Compartir), necesitamos admirar y abrazar todas las culturas originales que mantuvieron vivo el vínculo sagrado con el ambiente y nuestro planeta. Nosotros, el llamado mundo moderno, debemos inspirarnos en su forma virtuosa de habitar el mundo. Debemos deshacernos de las Naciones Unidas para hacer lugar a las Culturas Unidas.
Ángel Perea Escobar es especialista en historia de la música y la cultura afroamericanas, así como artista interdisciplinario, actor, director y dramaturgo con experiencia de trabajo en radio, cine, teatro y televisión. Ha escrito para diversos medios colombianos.
Traducción del inglés de Catalina Arango Correa