Conversación con

Francisco Pinto y la historia afroindígena venezolana

Habiendo empezado su carrera artística sin educación formal, Francisco Pinto realiza un trabajo que va del dibujo al collage y de allí al arte digital, al arte textil, al ensamblaje y a la instalación. Nohora Arrieta Fernández habla con el artista sobre cómo homenajea la herencia cultural a través de un humor oscuro y con referencias al cómic y a Basquiat.

C&AL: ¿Lo que llegó fue el tema negro?

FP: Sí

C&AL: Lo ha contado un par de veces. Dice que todo cambió en 2012: “El tema negro llegó a mi vida de manera fortuita”, escribe en un email. O “en 2012, me encontré conmigo mismo, decidí retratar la vida del negro, del esclavo fugitivo”. Pero cuando uno le pregunta a Pinto cómo fue que llegó a la temática de su obra actual, esto es lo que cuenta:

FP: En un taller que me prestaba una amiga artista, yo colocaba un pendón con la imagen de Basquiat en la entrada. Un día me visitó un curador, que bromeando me dice: “¿hasta cuándo ese negrito?”, refiriéndose a Basquiat. Entonces yo cogí esa foto de Basquiat y la intervine y llevé la foto al Museo Afroamericano de Caracas. La primera exposición que hice en el Museo Afroamericano fue un homenaje a Basquiat que preparamos, por indicación del museo, con el artista Marco Ettedgui. Cuando llegué al Museo, ya no paré de investigar. Sentí el llamado.

Venezuela incorporó por primera vez la variable de autorreconocimiento étnico en el censo nacional de 2011. Hugo Chávez era presidente. Pero la inclusión de la pregunta étnica fue, sobre todo, el resultado del trabajo obstinado de colectivos como la Red de Organizaciones Afrovenezolanas (ROA), la Red de Afrodescendientes de Venezuela (RAV), Cumbe de Mujeres Afrovenezolanas, entre otras.

C&AL: ¿Qué significa hacer arte con temática afro en Venezuela?

FP: Yo vendí mucha obra antes, con el tema de Disney, pero gente que me apoyó, ahora ya ni me saluda. Quieren que uno hable de danza, de música. Aquí hablar de esclavitud no es fácil. Por eso intento no ser leído como resentido y cuento la historia con un guiño. No voy a cambiar la historia, solo estoy diciendo lo que pasó. En Venezuela hay que tener cuidado en cómo decir las cosas. Para mí es más fácil vender afuera. Aquí no me toman muy en cuenta, aunque hay curadores, artistas, que me ayudan. En Venezuela está difícil. Los museos están en malas condiciones, cierran por falta de recursos.

“El guiño”. En el cuadro, de fondo negro, unos labios rojos sonríen con dientes blancos, dientes dorados. Jonathan Square, crítico de arte y profesor, escribe: “Francisco tiene un abordaje respetuoso y a la vez irreverente de la historia afroindígena venezolana. Homenajea su herencia cultural a la vez que la interroga con un humor oscuro. La sonrisa con el diente de oro es una referencia a la iconografía racista, pero Francisco le cambia el significado convirtiéndola en la sonrisa pícara del cimarrón”. La pieza fue adquirida por el Museo MOCADA, de Brooklyn.

C&AL: Basquiat es una presencia importante en su obra ¿Cómo es su diálogo con artistas de la diáspora?

FP: Yo siempre estoy pegándomele al zapato a gente que sabe. Me obsesioné con Basquiat y quería usar su corona, intervenirla, así que le escribí a Al Díaz, su colaborador en la época de Samo. A Al le encantó la idea y me dejó usar la corona. También le escribo a otros artistas, a José Bedia, cubano. Colaboro con una plataforma, Africanah, y por allí descubro la escena: artistas brasileños, caribeños. Umar Rashid, afroestadounidense, es buen amigo. Aprendo conversando con la gente.

A 30 km al este de Caracas está Barlovento. Durante la colonia, allí prosperaron las plantaciones de cacao. Allí eran traídos esclavizados desde el Congo y Angola. Allí, esos esclavizados huían para formar cumbes, palenques. En Barlovento nació el abuelo Pinto. Francisco, el pintor, no sabe mucho más de él.

El cimarrón que sonríe es un emoji redondo, negro, con boca roja, que Pinto usa para marcar las fachadas de museos y galerías privadas: “que sepan que por aquí pasó el cimarrón”.
El cimarrón también es el personaje de una serie de collages en los que mezcla referencias del cómic y los archivos coloniales.
“El cimarrón, en la selva, huido, se convierte en un ciborg, un súper hombre”, dice Pinto.
Pinto también dice que creó esa serie después de leer sobre las mutilaciones del rey belga Leopold en el Congo.

C&AL: ¿Cómo empieza una obra?

FP: Puedo empezar con una palabra, un tema, algo que vi en la calle. Eso puede ser un detonante. Trabajo con materiales no convencionales, cosas que me encuentro tiradas. Hago arte con lo que el soporte diga.

Lo que el soporte diga. El soporte se desborda. Las mezclas también: material de archivo con imágenes de artistas reconocidos, con dibujos animados, con caricaturas de cuño racista, con rostros negros. La práctica, que va del dibujo al collage y de allí al arte digital, al arte textil, al ensamblaje y a la instalación, parece querer comprender algo que no está del todo claro: la historia de Venezuela, la diáspora africana en Venezuela.
“Me gusta lo inacabado”, dice. La obra está siendo, interroga, no comprende, no afirma.

C&AL: En una de sus historias de Instagram, le hace un homenaje a Valerie Brathwaite, artista afrovenezolana nacida en Trinidad…

FP: He tenido la suerte de estar al lado de artistas del nivel de Valerie. Estuve junto a mi tío y otras personas ayudándola en un proyecto que ella tenía con la fundación Cisneros. Valerie debería ser más reconocida en Venezuela; lamentablemente, no lo es.

C&AL: ¿Qué diría del estado del arte afrovenezolano?

FP: Ahora hay gente haciendo cosas, se puso de moda.

C&AL: ¿Qué historias quiere contar?

FP: Quiero contar que Venezuela también está en esa historia ancestral, que en Venezuela también hubo esclavitud. Quiero decirle al afroamericano, al afrobrasileño, que soy igual.

Francisco Pinto es un artista plástico venezolano. Vive en Caracas.

Nohora Arrieta Fernández es Ph.D en literatura latinoamericana y estudios culturales. Investiga y escribe sobre arte contemporáneo y literatura. 

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