El visitante desprevenido que llega a la exposición É hora da onça beber agua (Es hora de que el leopardo beba agua) se extraña: cuando entra a esta instalación site specific en el Palacio de las Artes, en Belo Horizonte, es sorprendido por una mesa de billar de gran tamaño (de 13,3 metros, mientras que las mesas profesionales siguen la medida estándar de 3,10 m), y el ruido amplificado de las bolas que encajan ininterrumpidamente en los agujeros, incluso cuando la sala está vacía.
El ambiente de “boteco” (bar popular), tan familiar al brasileño, es reconocido y al mismo tiempo rechazado: por un lado, hay billar; por otro, estamos dentro de una institución. Falta la cerveza, el tipo sin camisa manipulando la tiza en los tacos. Comisariada conjuntamente entre Froiid, el artista, y Gina Panagiotopoulou, la exposición es una de las ganadoras del Premio Décio Noviello 2020. En esta conversación con C&AL, Froiid habla de la influencia de los juegos brasileños en su producción e imaginario, y sobre su idea de lo lúdico como posibilidad de reinvención de reglas y estructuras.
C&AL: El fútbol y el billar son algunas de las modalidades deportivas que practicas en tu producción artística. ¿Por qué el juego –como operación y materialidad– ocupa un lugar tan central en tu producción?
Froiid: Comencé a entender, desde la adolescencia, que le dábamos una importancia absurda al fútbol. Cuando un equipo ganaba o perdía, la gente se burlaba de los demás y se ofendía como si realmente fuera algo personal. Cuando conocí el arte contemporáneo brasileño, comencé a entender la palabra “juego” en el discurso de otros artistas, como Helio Oiticica, que citaba el juego como concepto que transforma la relación entre espectador y obra; o la Internacional Situacionista, que también entiende el juego a partir de las proposiciones de transformación de la ciudad. Todo el tiempo estamos jugando. Un autor que está presente en mis investigaciones es Johan Huizinga, quien, en el libro Homo Ludens, habla de un «círculo mágico»: cuando las personas están jugando, ocurre una suspensión de la realidad, un momento en que otras cosas pueden suceder.