En Quibdó, Colombia, desde abril de este año, los Jóvenes Creadores del Chocó se declararon en resistencia pacífica permanente frente a la ola de violencia y muerte que agobia a la ciudad. Los performances del grupo, que otros colectivos artísticos locales han apoyado, se amplificaron durante el estallido social del paro nacional de hace algunos meses. Las siguientes imágenes muestran la urgencia que surge de la lucha por la vida misma.
Paula Orozco, #8M ¡Vivas nos queremos! #VulvaLibre, 2019. Cortesía de la artista.
Paula Orozco, No más líderes y lideresas sociales asesinadas #26J, 2019. Cortesía de la artista.
Jeison Riascos (Murcy), Grito de resistencia, foto tomada el 10 de mayo 2017 durante el Paro Cívico Departamental del Chocó Por la Dignidad de los Pueblos. Cortesía del artista.
Andrés Mosquera (Waosolo), de la serie El paro negro, 2017. Cortesía del artista.
Paula Orozco, #3M Velatón Paro Nacional. #Nosestanmatando, 2021. Cortesía de la artista.
Paula Orozco, #28A Paro Nacional #Nomásviolenciacontraelpueblo, 2021. Cortesía de la artista.
Jeison Riascos (Murcy), Nuestra arma es la música, foto tomada el 16 de mayo 2017 durante el Paro Cívico Departamental del Chocó Por la Dignidad de los Pueblos. Cortesía del artista.
Jeison Riascos (Murcy), EL arte y la danza, la resistencia de los jóvenes chocoanos: Los Jóvenes Creadores del Chocó, llevan muchos años haciendo resistencia desde el Baile, Danza y Teatro. Con su talento representan el sentir de los pueblos negros en sus presentaciones. La calle siempre ha sido uno de sus escenarios. Foto tomada el 29 de abril de 2021, en manifestación por la cantidad elevada de jóvenes muertos en Quibdó, Chocó. Cortesía del artista.
Sentada en una escalinata, una mujer joven soporta el cuerpo de su hijo en sus piernas, rodea con sus brazos el torso, y le acaricia el rostro ensangrentado. No escuchamos lo que le susurra, y por el tapabocas tampoco adivinamos sus labios. No hay palabras.
Esta escena la realizó la organización cultural Jóvenes Creadores del Chocó frente al edificio de la alcaldía de Quibdó, en Colombia, como denuncia por la juventud masacrada en la ciudad. Usando todos los medios a su alcance, las y los artistas elevaron un grito de auxilio con la determinación de quien no suplica sino exige.
Esto sucedió unos días antes del inicio del paro nacional en Colombia, en abril de 2021. Pero visto desde Quibdó, la acción no fue una antesala a la movilización masiva, sino la continuación de un movimiento cultural que se ha fortalecido desde el potente paro cívico de 2017, con presencia en las principales capitales del occidente del país, donde las demandas que el pueblo negro e indígena hace al Estado son parte de un largo listado de reivindicaciones populares antirracistas y decoloniales, para garantizar el buen vivir y la soberanía sobre sus territorios ancestrales.
El territorio no es solo aquel de la postal que conmueve a la orilla del río Atrato en Quibdó, sino aquello que en palabras de la lideresa afrocolombiana Francia Márquez Mina:
“da la posibilidad real de parir la libertad, la autonomía, la autodeterminación… Desde el sentido de comunidad, el territorio nos ha permitido ser pueblo negro a partir del desarrollo de nuestras identidades colectivas e individuales. El territorio es el espacio para el Ser, aquí ponemos en práctica los saberes ancestrales de nuestra cultura, los cuales se trasmiten de generación en generación.” (Ensayo en Futuro en Tránsito , 2020)
Colectivos como Mareia, Andamio Teatro, Mojiganga, Dementes Conscientes, Nepono Werara, Made in Chocó, Orika, Black Boys, Jóvenes Creadores del Chocó, entre otros, componen la primera línea de acción artística contra la maquina de muerte del conflicto armado colombiano. Su labor no solo está en la consolidación de entornos seguros y de formación para la juventud de Quibdó. Además, en un lugar donde las instituciones del Estado colombiano, la cooperación internacional, las organizaciones sin ánimo de lucro y las empresas culturales privadas instrumentalizan hasta el más espontáneo de los gestos humanos, su apuesta vital logra por momentos escaparse del cálculo de las políticas que socaban la solidaridad, reproducen la colonización y patrocinan el despojo de la vida con la racionalidad del mercado.
En un constante ejercicio de negociación por el sentido de lo común, su trabajo es la manifestación de la perpetua huelga humana que reafirma la vida por encima de todo y se resiste a la necropolítica. El suyo es el arte de crear y defender la libertad.
Sin embargo, mientras que se siga permitiendo que una administración centralista de la cultura maneje la financiación y gestione su alcance público, el resultado de las vivencias y experimentos que se gestan en el Chocó seguirá siendo aprovechado para estimular una lógica de competencia y exhibición. Esta lógica margina al trabajo artístico colectivo de las redes de intercambio y apoyo transnacionales, afrodiaspóricas y del sur global. Estos colectivos luchan no solo por la autodeterminación económica, y por tanto política, sino justamente por la consolidación de un frente contra-hegemónico que contribuya a cerrar este ciclo histórico de marginación que el racismo engendra.
“Pacundino Chalá… durante las veladas, cuando llega el croar de las ranas, se dispone a escuchar las titubeantes voces de los ancianos que le refieren la forma como fueron arrancados de sus propios predios, sometidos a la iniquidad del despotismo inmisericorde, y obligados –como bestias– a los trabajos forzados. El mancebo estupefacto por las narraciones ‘terroristas’, piensa que debe aprovechar y gozar el don divino de la libertad para superarse y vincularse a la sociedad civilizada. Por el momento le parece casi imposible lograr sus anhelos, al ver que la ‘esclavitud ilegal’ en Colombia no ha sido erradicada en su totalidad, que en la forma socarrona y solapada aún se divierte con sus actos de humillación –tratando de eclipsar mediante su elitismo aberrante, todos los valores provenientes de la raza negra…” (Teresa Martínez de Varela, prólogo a Acuarelas del Chocó. Libro reseñado en En honor a la verdad: Teresa Martínez de Varela (1913-1998), de Úrsula Mena Lozano, 2019.)
Nicolás Vizcaíno Sánchez (1991) es, según convenga, un artista, escritor o investigador que trabaja desde las montañas de Colombia.